sábado, 26 de junio de 2010

Entrevista al economista Aldo Ferrer. "Hay una antipatía visceral con la Argentina porque salió de la crisis con heterodoxia” . 26-06-2010

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Entrevista al economista Aldo Ferrer

"Hay una antipatía visceral con la Argentina porque salió de la crisis con heterodoxia”

Aldo Ferrer reivindica el rumbo del país, señala un cambio en la valorización de las políticas de gobierno y explica por qué se está lejos de la crisis global

Miembro fundador del Plan Fénix, integrante del directorio de Enarsa y economista de consulta en los círculos próximos a los Kirchner, Aldo Ferrer rescata las líneas principales de la gestión económica.

Además, plantea los desafíos sobre los que debe hacerse hincapié de aquí en más y arremete contra los críticos habituales del modelo.

Y, como es habitual en su prédica, subraya la necesidad de consolidar orden fiscal y el superávit comercial, ganar en competitividad y movilizar el ahorro interno, más allá de las presiones del mercado.

“Cuando efectivamente se convenzan de que esto es irrevocable, los mercados van a volver solos, porque por encima de la ideología están los negocios, y la Argentina es un espacio para hacer muy buenos negocios”, señala, a modo de síntesis.

.- ¿Cómo evalúa el estado de la economía actual?

.- Estamos en una situación muy distinta a la que prevaleció en la Argentina durante mucho tiempo.

La situación económica está bajo control y gobernada, parada en sus recursos propios.

Se ha recuperado un nivel de autonomía muy valioso que se había perdido desde mediados de la década de 1970, cuando se inauguró el período de endeudamiento y de sometimiento a la hegemonía neoliberal.

Durante más de veinticinco años el país estuvo sometido a la tragedia de la deuda, la voluntad de los mercados y a políticas regresivas que provocaron la venta de la mayor parte del patrimonio nacional y la insolvencia.

De aquel país, que perdió el comando de su realidad y que terminó en una crisis fenomenal, a este país de hoy hay un saludable abismo.

No porque el país no tenga problemas. Están los problemas históricos y algunos problemas recientes, que surgieron con el neoliberalismo, como los altos niveles de pobreza o la fragmentación del mercado de trabajo. Pero la realidad hoy es otra.


.- ¿Cuáles considera que han sido las medidas o políticas que permitieron generar ese quiebre?

.- Sucedieron dos cosas. En primer lugar, la crisis de 2001-2002 modificó los términos del problema porque el país quedó aislado del financiamiento internacional y librado a su propia suerte.

Al abandonar el régimen de Convertibilidad y pesificar el sistema monetario, recuperó la autoridad monetaria y la posibilidad de tener política.

Además, se modificaron los precios relativos y reaparecieron espacios de rentabilidad que habían desaparecido, que provocaron un estímulo a la inversión y al aumento de la oferta.

Simultáneamente, la baja de las importaciones y un buen nivel de exportaciones, por el aumento de los saldos y los buenos precios internacionales, permitió que el país, al mismo tiempo, tuviera un gran superávit.

Es decir, hubo una serie de factores, fruto de la propia crisis, que fue bien aprovechado por la política económica, cambiando el rumbo. Y en eso, también, hubo un gran mérito del Gobierno.

.- ¿Cuál?

.- En vez de seguir en la súplica por la ayuda internacional, se tomó el comando de la política monetaria, del tipo de cambio, del balance de pagos y la situación fiscal, y se tomó al Estado como un protagonista de los asuntos económicos del país.

Estas circunstancias nuevas y estas políticas distintas generaron un escenario que tuvo una fenomenal respuesta de la oferta, con un gran aumento del PBI, que hoy explican la capacidad del país para resistir ante la crisis mundial.

.- ¿Cree que hay una revalorización de la sociedad sobre el rumbo elegido?

En alguna medida, sí. Pero no suficientemente. Todavía no hay un necesario convencimiento de la importancia de la soberanía en la resolución de los problemas.

Vivimos en un mundo paradojal: la globalización penetra en todos los espacios nacionales y no se puede estar ajeno a los acontecimientos externos pero, al mismo tiempo, a los únicos países a los que les va bien son aquéllos que mantienen firmes políticas nacionales.

Nosotros mismos, en la medida en que recuperamos esas políticas nos empezó a ir bien.

Por otro lado, la Argentina es un país con una excepcional dotación de recursos.

No sólo tenemos un territorio inmenso, sino también una estructura productiva que, con todas sus debilidades, sigue siendo diversificada y activa, con una tasa de ahorro del orden del treinta por ciento del PBI y una posibilidad de hacer política económica como nunca hubo.

El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner parece haber recorrido un camino inverso al que recorre la mayoría. Pasó de un comienzo complicado, lejos de las mieles iniciales, a una segunda parte de mandato con un vínculo más fluido con la sociedad.

.- ¿Comparte esto?

.- Sí, es una paradoja. Pero la explicación la podemos encontrar en ciertas costumbres políticas argentinas, cierta tendencia al enfrentamiento y la falta de claridad de los actores para determinar cuáles son los problemas fundamentales.

A eso, por ejemplo, hay que sumarle la aparición de conflictos innecesarios, como el que enfrentó al Gobierno con el campo. Y digo esto porque, objetivamente, no había intereses contrapuestos con el sector rural.

.- ¿Qué evaluación hace del resultado del canje de la deuda, que cerró en estos días y estuvo por encima del sesenta por ciento que el Gobierno se había autoimpuesto?

.- Es un hecho al que no le doy tanta relevancia. Por lo menos, a este segundo canje.

El fundamental fue el primero, con el que la Argentina salió del default con una gran propuesta, a la que adhirió el 75 por ciento de los bonistas.

Este segundo canje fue un gesto del gobierno argentino para darle una segunda oportunidad a quienes habían quedado afuera.

Lo importante es que, mientras tanto, el país resolvió problemas fundamentales, recuperando el orden fiscal y el superávit en la balanza de pagos.

La Argentina no necesita volver a los mercados a tomar deuda. Lo que necesita es movilizar su ahorro interno.

Hay que lograr que la gente se convenza de que el lugar más rentable y seguro para invertir es nuestro país.

Esta idea de volver a los mercados, cuando los mercados están demostrando ser el espacio del caos y de la subordinación de los que demandan crédito, es algo que hay que tratar con mucho cuidado.

Lo que tenemos que hacer es consolidar el ahorro interno y canalizarlo productivamente.

.- ¿Qué pasará con los famosos fondos buitres?

Con los fondos buitres ya sabemos qué pasa. Trataron de bloquear el primer canje y no lo lograron y, desde entonces, hicieron una enorme cantidad de juicios que no tuvieron ningún éxito.

No hay que equivocarse: en los mercados hay una antipatía ideológica visceral con la Argentina porque salió de la crisis con criterios absolutamente heterodoxos. Algo que los gurúes no le van a perdonar nunca a este gobierno.

Pero cuando se convenzan de que esto es irrevocable, los mercados van a volver solos, porque por encima de la ideología están los negocios y la Argentina es un espacio para hacer muy buenos negocios.

Esos buenos negocios, además, los van a hacer mejor con un país soberano, que con uno subordinado y puesto de rodillas.

.- ¿Qué consecuencias concretas podría traer esa antipatía?

.- En las estimaciones de riegos país ya se ven. Las calificadoras de riesgo, que están desacreditadas por infinidad de razones en los propios países centrales, le asignan a la Argentina indicadores que no tienen nada que ver con los reales.

Esas estimaciones están penetradas por la ideología neoliberal y la antipatía que produjo la heterodoxia argentina, porque demostró que la forma de salir de una situación difícil no era haciendo lo que ellos decían sino exactamente lo contrario. Y, ante eso, la única respuesta es consolidar lo que hemos logrado.

.- ¿Cuál considera que tiene que ser la mayor preocupación de aquí en más?

Están los problemas históricos no resueltos. Por ejemplo, el tema de la integración territorial y las desigualdades regionales, que impactan en las cadenas de valor.

Hemos avanzado en ese terreno pero nos falta mucho. Por la forma en que se produjo el desarrollo argentino el desequilibrio se hizo extraordinario, y un país no puede desarrollarse en esos términos.

Y el otro gran tema es la cuestión social. El país siempre tuvo una sociedad fracturada, pero se agravó mucho durante la etapa neoliberal.

.- ¿Y respeto de la coyuntura?

Sobre la coyuntura soy optimista por muchas razones. Entre otras, porque el país ratificó todas las veces que hizo falta que la única forma de resolver los problemas es en el marco que brinda la Constitución.

El hecho de que por más de medio siglo no haya sido ésa la forma es una de las causas de nuestra decadencia. El golpe de Estado de 1930 fue una fatalidad que nos costó dolor, sangre y subdesarrollo.

De eso hemos ido saliendo y en esta década, mal que les pese a muchos, todos los conflictos se han resuelto en el marco de la Constitución, aun aquellos que más tensión han traído y aun aquellos en los que se disputaba el verdadero poder.

Por ejemplo, la resolución 125, la Ley de Medios, la reforma del sistema previsional. Con eso más consolidado, nos queda articular las políticas que desplieguen el potencial argentino.

.- ¿Como cuáles?

Uno de los logros más importantes del Gobierno es el énfasis que ha puesto en el campo de la ciencia y la tecnología.

Cuando escucho a la Presidenta enfatizar tanto en la cadena de valor, en la tecnología, en el apoyo al Invap me siento reconfortado.

En su momento fui presidente de la Comisión de Energía Atómica (ndr: entre 1999 y 2001) y no logré destrabar el plan y poner en marcha Atucha II. Hoy, está casi terminada y se está programando la cuarta y quinta central.

Ese énfasis en la ciencia y la tecnología me parece fundamental. Y después, desde luego, en la administración de la economía hay una serie de problemas pendientes. Incluso, bajar la tasa de inflación.

.- ¿Es un problema que se puede agravar?

.- No, la inflación que tenemos ahora no es la que tuvimos en otros tiempos.

En el último siglo, el país tuvo el récord mundial de inflación y la tasa promedio más alta durante cincuenta años, incluyendo varias hiperinflaciones.

Era resultado de un país desordenado, caótico en lo político, y éstas no son las circunstancias de la actualidad.

Pero está claro que la sociedad ha incorporado una hipótesis del aumento de precios, en torno del veinte por ciento, que se transmite en las negociaciones de los actores económicos, no habiendo razones concretas de desequilibrio que lo explique.

.- ¿A qué se debe, entonces?

Se trata de una inflación inercial. En un país que tiene una memoria colectiva inflacionaria se ha instalado este supuesto de que los precios están subiendo a este nivel.

No se disparan, como proyectaban los enemigos del Gobierno, sino todo lo contrario: comenzó a desacelerarse, porque no hay condiciones de estampida. Aun así, hay que desactivar las hipótesis actuales.

Después está el tema de la credibilidad de los índices.

Hemos perdido una enorme cantidad de tiempo discutiendo el termómetro en vez de ver cómo bajamos la fiebre.

.- Una observación recurrente de los críticos al Gobierno plantea que la inversión es uno de los eslabones débiles de la economía argentina. ¿Está de acuerdo?

Ése no es problema. En la crisis, la tasa de inversión estaba en el orden del 11-12 por ciento del PBI y, en estos años, llegó a estar por encima del 24 por ciento, en un récord histórico.

Y ahora está cerca de ese nivel, con recursos propios.

Tiene que haber más inversión, es cierto, porque ante escenarios de incertidumbre la plata tiende a irse, como pasó en 2008 y principios de 2009.

Pero que hubo un repunte en la inversión no hay ninguna duda. Por eso, entre otras cosas, aumentó el PBI.

Extraido de:
http://www.facebook.com/notes/liliana-serricchio/hay-una-antiptia-visceral-con-la-argentina-porque-salio-de-la-crisis-con-heterod/10150213794840104
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