viernes, 19 de agosto de 2011

El Evangelio de la Serpiente Emplumada - Frank Díaz



Vida y enseñanzas del maestro tolteca, tomadas de las fuentes documentales del antiguo México

Dedico este libro a don Felipe Alvarado Peralta, vocero del pueblo de Amatlán de Quetzalcoatl y defensor de la tradición tolteca.

INDICE

Nota ortográfica

Introducción: El último Avatar de la Serpiente Emplumada

PRIMERA PARTE

1 La profecía del anciano Weman
2 Chimalma
3 El venado
4 En la barranca
5 El pez agorero
6 El oráculo
7 El nacimiento
8 Niño del viento
9 Infancia
10 Los huesos de su padre
11 Invitación a Tula
12 El sacrificio
13 La nube blanca
14 Los enigmas de la serpiente
15 En la casa de oración
16 El reino
17 la casa real
18 Las insignias

SEGUNDA PARTE

1 Teskatlipoka
2 El haz de leña
3 Las rameras
4 Los hijos de Tlalok
5 El hambre
6 Petición a Tlalok
7 La exigencia de sangre
8 El sacrificio de la doncella
9 La elección de los mexicas
10 La vendedora de banderas
11 El robo del espejo
12 El niño blanco
13 El nigromante
14 Inundaciones y plagas
15 Las migraciones
16 La danza del jardín
17 El ciervo deforme
18 Consejo secreto
19 Un conejo en el espejo
20 El tocado real
21 La embriaguez
22 Los campos del Sol
23 El rapto de la princesa
24 Ketsalpetlatl
25 El despertar
26 La diosa de las aguas
27 La expulsión
28 El ataúd
29 Despedida de Tula
30 A la salida de Tula

TERCERA PARTE

1 Llanto sobre Tula
2 El nagual
3 La encrucijada
4 Canción de Timal
5 En la fuente
6 La helada
7 Los discípulos
8 En el reino del sur
9 El pozo
10 En Cholula
11 Las enseñanzas
12 El banquete
13 Los sacerdotes del dios de la muerte
14 El sueño
15 La embajada
16 Despedida de Cholula
17 Las reliquias

CUARTA PARTE

1 La partida
2 El libro
3 El puente
4 Los meditantes
5 Junto al árbol
6 Los músicos del Sol
7 El monte
8 El templo de leña
9 El guerrero del Espíritu
10 La hoguera
11 El corazón ascendido
12 Canción de Matlakshochitl
13 Las cenizas
14 En la región de los muertos
15 El día del pájaro cantor
16 En la costa de Panko
17 Con sus amigos
18 Las ordenanzas
19 La profecía
20 La balsa de serpientes
21 El fin de los toltecas
22 El mezquite

Nota Bibliografía

NOTA ORTOGRÁFICA

Este texto contiene palabras de la lengua nawatl, hablada por diversos pueblos del antiguo México. Para facilitar su lectura, he adoptado la Convención Ortográfica Fonética, en la cual los vocablos se leen tal como se escriben, según la pronunciación de las letras en español. En los nombres de localidades aun en uso, conservo la ortografía tradicional.

Los sonidos del nawatl son los siguientes:

* Cinco vocales: A, E, I, O, U.
* Dos semi-vocales: W, Y.
* Once consonantes: Ch, K, M, N, P, S, Sh, T, Tl, Ts, L y LL, que vale como L larga.
* Un sonido semi-aspirado, simbolizado por el apóstrofe (’).
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INTRODUCCIÓN
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El último Avatar de la Serpiente Emplumada

En el antiguo México, en casi total aislamiento del resto del mundo, se desarrolló hace milenios una extraordinaria civilización. Al conjunto de logros materiales y espirituales que alcanzaron, sus creadores le llamaron Toltekayotl, toltequidad.

Generalmente, se ha dado el nombre de “toltecas” a los moradores de Tula, una ciudad que floreció en el actual estado de Hidalgo, México, entre los siglos VIII y XII de la era cristiana. Sin embargo, los documentos que se conservan revelan que los mesoamericanos entendían la Toltequidad, no como un título de pertenencia étnica, sino como una forma de vida. Apropiadamente, el primer diccionario de la lengua nawatl traduce el término Toltekayotl como “arte para vivir” (Alonso de Molina, Diccionario de la lengua).

Los mayas y otros pueblos se calificaron a sí mismos de toltecas y aplicaron ese título al Ser Supremo. Veamos como ejemplo el siguiente verso de su libro sagrado, el Popol Vuh:

“¡Da a conocer tu naturaleza, tú, dos veces madre, dos veces madre, Maestro Tolteca, que así serás llamado por tus criaturas!” (Popol Vuh I.2)

Otro texto maya asegura que Tula no es una localidad física, sino un concepto que abarca la totalidad del orden cósmico:

“En los cuatro rumbos está Tula. Hay una Tula en el oriente y otra en el Inframundo. Hay una donde se pone el Sol y otra en el trono de Dios.” (Anales de los Cacchiqueles 4)

Los principios de la Toltequidad fueron esbozados en la época de los olmecas - un enigmático pueblo que apareció como salido “de la nada” en el tercer milenio antes de Cristo - y alcanzaron su cristalización durante el glorioso reinado de Teotihuacan (siglos I al VII d. C.). Esos principios eran:

* Un ideal mesiánico llamado en nawatl Ketsalkoatl, serpiente emplumada.

* Una regla social y religiosa contenida en el Teomoshtli, libro sagrado.

* Un título de pertenencia espiritual: Masewalli, merecido por el sacrificio.

* Una forma de vida definida como Yaoyotl, sendero del guerrero.

* Un objetivo supremo: Shoshopantli, libertad total.

Un libro maya describe así a los primeros toltecas:

“Sólo al dios verdadero adoraban en la lengua de la sabiduría. Reformadores de la Escritura se llamaron. No eran dioses, eran gigantes.” (Chilam Balam, Libro de los Linajes)

La tradición atribuía la creación de la cultura a Ketsalkoatl.

“En verdad, con él se inició; en verdad, de él proviene la Toltequidad, el saber: de la Serpiente Emplumada.” (Códice Matritense 144 r)

Ketsalkoatl fue una entidad cósmica reverenciada en toda la América indígena. Se le pintaba como una serpiente con plumas, ya que el reptil simbolizaba el cuerpo físico con sus apegos y pasiones, mientras que las plumas eran un símbolo de la iluminación interior. Por lo tanto, su nombre contenía una enseñanza, una propuesta de integración de nuestra dualidad esencial.

Pero Ketsalkoatl fue también una persona de carne y hueso. Sus sucesivos advenimientos, ocurridos cada aproximadamente 1040 años, provocaron el auge de grandes culturas, desde los olmecas hasta los aztecas. Debido a su facultad de mediar entre los hombres y la divinidad, sus mensajeros recibieron el título honorífico de Nawalli, el que se desdobla, equivalente del Mesías judío, el Cristo de los cristianos, el Mazdhi musulmán y el Avatar de los hindúes.

Según la tradición, el último avatar tolteca nació en Amatlán de Ketsalkoatl, un pequeño pueblo del actual Estado de Morelos, el 10 de Mayo del 947 después de Cristo, y recibió el nombre calendárico de Se Akatl Topiltzin, nuestro señor uno caña. Siendo el cuarto profeta del linaje de las serpientes emplumadas, también fue conocido como Nakshitl, cuarto paso.

Como es común en todas las tradiciones mesiánicas de la tierra, la leyenda afirmaba que Se Akatl fue producto de una concepción inmaculada, inducida en la virgen Chimalma por el espíritu divino, que se materializó en una Chalchiwitl, turquesa. He aquí como lo describe un antiguo catecismo maya:

“ ‘¿Quién es aquel que ha entrado en la casa de Dios (la tierra)?’ ‘Oh padre, es el mediador divino, así llamado’. ‘¿En qué día penetró en el vientre de la virgen?’ ‘Oh padre, el día Paso Cuatro entró en su vientre’.” (Chilam Balam, Libro de los Enigmas)

El nacimiento de Se Akatl provocó la muerte de su madre. Debido a ello, el niño fue criado por sus abuelos hasta los trece años, cuando entró a estudiar en el colegio sacerdotal de Xochicalco, donde se impartían los conocimientos sagrados. Durante su estancia allí, se destacó por practicar austeridades y por su participación en diversas batallas por la unificación del reino, que le ganaron el sobrenombre de Oselotl, ocelote. En el año 976 de la era cristiana, sus conciudadanos lo eligieron como rey.

El gobierno de Se Akatl fue un período de gran esplendor. Por entonces se engrandecieron las ciudades de Tula y Chichén Itzá, se trajeron orfebres desde tierras lejanas, se refinaron las artes y se reformó el calendario. Sin embargo, fue un reinado efímero.

Cuenta la leyenda que, un día del año Cinco Casa, equivalente al 977 después de Cristo, el joven rey fue visitado por unos peregrinos que le iniciaron en los secretos del hongo alucinante. Trastornado por las revelaciones que recibiera como producto de tal experiencia, Se Akatl abandonó su trono y se fue por el mundo buscando respuesta para una pregunta trascendental, que quedó recogida en el siguiente poema azteca:

“¿A dónde iré que la muerte no exista? ¡Cosa difícil nos ha impuesto el Creador del hombre!” (Romances de los Señores de la nueva España)

En el año 982 llegó a la tierra de los mayas, donde residió por algún tiempo en la ciudad de Tihó (actual Mérida). Un cántico recuerda su paso:

“He venido yo, extranjero, semejante a un ciervo – aquel ciervo que nos profetizaron nuestros antepasados. Soy desdichado, pues por un momento se me ha escondido el Dador de Vida. Pero sé que regreso a Su casa.” (Cantares Mexicanos, Canto de Primavera)

Poco después, el príncipe peregrino regresó a la zona del Valle de México, donde le concedieron asilo en la ciudad de Cholula. Allí se dedicó al trabajo pedagógico hasta su desaparición. Según las crónicas,

“Llegó a esta tierra y empezó a juntar discípulos, y hacían milagros.”

La enseñanza de Ketsalkoatl es muy sencilla y quedó recogida en el siguiente fragmento, especie de “confesión” de la fe tolteca:

“El sacerdote de su dios les decía: ‘Dios es Uno. Serpiente Emplumada es Su nombre. Nada pide. Sólo serpientes, mariposas (cuerpo y alma), eso le ofreceréis.” (Diego Durán, Historia de las Indias)

Esta creencia básica estaba complementada con tres principios prácticos que regían la vida cotidiana de los devotos:

“Hijos, notad el resumen de mis palabras y ponedlo en vuestro corazón. Sólo os quiero encomendar que cultivéis el amor a Dios, que tengáis paz con todos los hombres y que no perdáis el tiempo. Basta con esto, que era mi deber. Cualquiera de vosotros que hiciere estas cosas, allegará el bien para sí y conquistará la vida.” (Sahagún, Suma Indiana)

También se atribuye a Se Akatl una serie de instituciones de carácter civil y religioso, tales como la división del territorio mexicano en cuatro distritos, la fundación de un linaje de sucesores que llevaron el título de Ketsalkoatl y el nombramiento de la ciudad de Cholula como capital de la Toltequidad y zona franca para la concertación de tratados.

En cierto momento, una visión divina le obligó a dirigir sus pasos hacia la costa de Veracruz. Allí subió a una pirámide de leños, se incendió a sí mismo con un fuego interior y se convirtió en un ser espiritual. He aquí como quedó descrita su ascensión:

“Cuando ardió, al punto se alzó su corazón de entre las cenizas, y vinieron a verlo todas las aves hermosas que remontan el cielo. Su corazón ascendió, refulgente como un jade, y entró en el cielo. Y dicen los viejos que se convirtió en la estrella que sale al alba.” (Anales de Cuauhtitlan)

El catecismo maya que acabo de citar, afirma que esta transmutación fue total, como corresponde a un individuo que logró trascender por completo las ataduras del plano material:

“ ‘¿En qué día murió el divino Mediador?’ ‘En (el día) Uno Muerte entró a su sepultura’. ‘Pero, ¿qué fue lo que (en realidad) entró a su sepultura?’ ‘Oh padre, sólo su caja entró a su sepultura’. ‘¿Y qué penetró en el seno (del cielo)?’ ‘Oh padre, la piedra roja (de su corazón)’.”

Según el cronista Diego de Landa, este suceso ocurrió el último día de la veintena de Xul, equivalente al 12 de Noviembre el año 999, cuando el Sol pasa por el punto más profundo de la bóveda celeste.

Sin embargo, su partida no fue definitiva, pues,

“Al cabo de cuatro años nos fue devuelto. Nadie lo esperaba, nadie lo reconoció. De la región del misterio, de la casa del quetzal, del país de la abundancia regresó Aquel que enriquece al mundo.” (Himnos Sacros, Canto de Tlalok)

Después de una breve estancia entre sus seguidores, a los cuales ordenó que propagasen por el mundo el mensaje tolteca, Se Akatl arrojó su manta al agua y se fue navegando sobre ella hacia el horizonte oriental. Pero antes, prometió a sus discípulos que volvería a ellos nuevamente, cuando se cumpliesen los ciclos. Estos discípulos fueron por todo México y transmitieron la buena noticia:

“He aquí, Nuestro Señor retorna a su origen, y nosotros nos vamos con él, porque lo acompañamos a dondequiera que vaya. Se va Aquel que es viento y tinieblas, pero habrá de volver, de nuevo vendrá a visitarnos para concluir su camino en la tierra.” (Códice Matritense)

El triunfo de Se Akatl sobre la muerte se interpretó como un logro colectivo, una verdadera re-creación del género humano:

“Así es, en verdad: por su sacrificio él inventó a los hombres y nos hizo seres humanos. Así llegó a ser la Serpiente Emplumada, Doble Precioso, Señor y Señora de toda dualidad. Así transmitió su aliento y su palabra.” (Andrés de Olmos, Wewetla’tolli)

Esta historia, tan parecida a la de Jesucristo, Krishna, Buda y otros grandes maestros de la Humanidad, es prueba de la trascendencia espiritual de las culturas de la América indígena, y constituye una respuesta contra las acusaciones de inferioridad moral que esgrimieron contra ellas los invasores europeos, en su afán por justificar las guerras de rapiña.

En tiempos recientes, el propio Papa ha reconocido la misión divina de Ketsalkoatl al admitir que la Serpiente Emplumada entra por derecho propio en el reino de los profetas. He aquí sus palabras:

“Hace ahora mil años, en el 999 de nuestra era, el furor de quienes adoraban a un dios violento diciéndose sus representantes hizo desaparecer a Quetzalcoatl, el rey profeta de los toltecas, quien se oponía al uso de la fuerza para resolver los conflictos humanos. Al aproximarse a la muerte, llevaba en sus manos una cruz, que para él y sus discípulos simbolizaba la coincidencia entre todas las ideas en búsqueda de la armonía. Había transmitido a su pueblo altas enseñanzas: ‘El bien se impondrá siempre sobre el mal, el hombre es el centro de todo lo creado’. En estas y otras de sus enseñanzas, podemos ver una preparación al Evangelio." (Discurso pronunciado en la ciudad de México el 25 de Enero de 1999)

La biografía de Ketsalkoatl se conserva en viejos papeles redactados por los primeros frailes de la época de la Conquista. La encontré cuando era un joven estudiante de antropología, allá, en la ciudad de La Habana. Quedé fascinado por su profundidad y riqueza, y de inmediato comencé a colectar todo lo que las leyendas decían al respecto. Por último, seleccioné algunas de las anécdotas relativas a Se Akatl y las reuní en forma de un libro, que di a conocer entre mis compañeros de estudio hacia finales de los años 80.

En tiempos recientes, tuve la oportunidad de realizar trabajo de campo en el pueblo de Amatlán de Quetzalcoatl, sitio natal de Se Akatl, recogiendo la tradición oral de los campesinos morelenses. Ello me permitió completar la historia, a la que añadí enseñanzas tomadas de unos textos tradicionales toltecas llamados Wewetla’tolli, antiguas palabras.

Casi todos los documentos que pude consultar estaban redactados en el español de la Colonia; otros tuve que traducirlos directamente del nawatl. En todo caso, procuré conservar su sabor arcaico, ya que ello acentúa el carácter sagrado y simbólico del relato contenido en este libro.

El “Evangelio de la Serpiente Emplumada” contiene la biografía mítica del más grande de los profetas del México antiguo. Cada uno de sus capítulos puede ser corroborado de acuerdo con las fuentes documentales, excepto algunos fragmentos conectivos en los que inevitablemente me vi forzado a interpretar los escasos datos que se conservan.

Debo aclarar que muchos de los textos sapienciales aquí contenidos pertenecen a autores anónimos o tradicionales, sin que necesariamente hayan sido expresados por Se Akatl de Tula. Sin embargo, representan de un modo fiel su pensamiento, por lo cual me he atrevido a incluirlos como exponentes típicos de la Toltequidad. Por razones didácticas, dividí el libro en cuatro partes, dedicadas respectivamente al príncipe, el monje errante, el profeta y el mesías de los indoamericanos.

Conocer la historia de la Serpiente Emplumada no sólo es interesante desde un punto de vista cultural, sino que constituye la mejor vía para penetrar en el pensamiento de una de las civilizaciones más originales de la tierra. Además, tanto en los incidentes de su vida como en sus esclarecidas enseñanzas, se esconden las claves de un sistema de prácticas toltecas, diseñado para conducir a los seres humanos hacia un camino de libertad y autorrealización.

Frank Díaz - México D. F., 2002 
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PRIMERA PARTE
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“Nuestros padres y abuelos nos dicen que él nos creó, él, cuyas criaturas somos:

Nuestro Señor Ketsalkoatl.

También creó los cielos, el Sol y la divina tierra.”

Códice Matritense
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1 - LA PROFECÍA DEL ANCIANO WEMAN

1.

Quiero hablar del anciano Weman, astrólogo y profeta que vivió hace muchos siglos, quien, a la edad de casi trescientos años, se sintió morir. Y reuniendo todas las historias que tenían los toltecas desde la creación del mundo hasta su tiempo, las hizo escribir en un libro donde se relataban todos sus trabajos y prosperidades, la vida de sus reyes, sus leyes y buen gobierno. Escribió también las sentencias de la antigua sabiduría, las metáforas y la filosofía, y todo los que en su tiempo se sabía sobre astrología, arquitectura y artes secretas. Y tras hacer un compendio de ello, selló el libro y lo tituló Teomoshtli.

2.

Predijo Weman que, transcurrido un milenio desde su muerte, habría de asumir el trono un señor, con la voluntad de unos y contra otros, que ostentaría ciertas señales en su cuerpo, siendo la principal sus abundantes cabellos, con los cuales la Naturaleza formaría una tiara en torno a su cabeza desde el vientre de su madre hasta su muerte. Asimismo, que habría de ser barbado y tendría el aspecto de dios.

3.

Profetizó también la conducta de su vida, la cual sería al principio muy justa y sabia, pero, hacia la mitad, necia y desventurada, por cuya causa los de su nación padecerían grandes castigos procedentes del Cielo. Y se levantarían contra él ciertos sacerdotes que le harían huir hacia el Sur. Consumada esta señal, comenzaría la destrucción de los toltecas.

4.

Aseguró que en aquel tiempo, las mujeres principales se darían a excesos, y los sacerdotes romperían sus obligaciones y se entregarían a riñas e idolatría, llegando a derramar sangre humana en los altares. Por todo esto, la tierra, airada, les negaría el sustento y los arrojaría lejos, castigándolos con rayos, heladas, granizos y fuego, e incitaría contra ellos cruentas guerras con las cuales se acabarían entre sí.

5.

Estas cosas llegó a saber Weman gracias a su conocimiento de la rueda del destino. Y, con el tiempo, fue voluntad de Ometeotl que todo sucediera.

2 - CHIMALMA

1.

Cerca del pueblo de Michatla’ko, en una casa llamada Pochotitla, habitaba un matrimonio anciano que no tenía hijos. Por tal razón, suplicaban todos los días a Ometeotl, a fin de que les concediese educar a un niño. El viejo se llamaba Sipaktonal, dragón luminoso, y la anciana Oshomoko, fecundadora, y ambos eran sacerdotes.

2.

En su momento, Ometeotl les concedió una hija, a quien pusieron por nombre Chimalma.

3.

Después de su alumbramiento, la anciana soñó con los hijos de Tlalok, quienes le advirtieron que su hija no se casaría y, no obstante, daría a luz un niño. Para evitar tal desgracia, la educaron con mucho recogimiento.

4.

La niña creció y llegó a ser una joven de hermosa apariencia. Pero, en lugar de dedicarse a las labores femeninas, comenzó a prepararse para la guerra. Muchos vecinos vinieron a solicitarla en matrimonio, mas ella, para dolor de sus padres, no consintió en casarse; sólo se ejercitaba en el manejo de las armas. De ese modo pasó el tiempo y Chimalma cumplió diecisiete años.

3 - EL VENADO

1.

Por entonces hubo un gran ruido en el cielo y cayó un venado de dos cabezas, y un hombre llamado Mishkoatl, el cual era cazador en el valle de Anawak, lo persiguió con ánimo de flecharlo. Una noche y un día lo persiguió, hasta alcanzarlo.

2.

Luego lo envió a los hombres de su pueblo, ordenándoles que, en adelante, los tuvieran por señal de Ometeotl. Ellos lo hicieron así. Adoraron al venado durante cuatro años, alimentándolo con conejos y mariposas. Pero luego murió y, tomando su piel, la alzaron por bandera.

3.

Al cabo de ese tiempo hubo guerra. Enarboló Mishkoatl la piel del venado y se levantó al frente de alguno comarcanos para combatir, y venció. Fue luego a un lugar llamado Komalkan, dispuesto a hacer prisioneros. Cuando lo supieron sus habitantes, salieron a su encuentro, le presentaron tributos y lo agasajaron. De ese modo se aplacó su ardor.

4.

Luego se dirigió a la ciudad de Tekoma, donde de igual manera lo recibieron diciéndole: “¿Qué haces, Señor? ¡Sé bienvenido!” A lo cual él ordenó: “¡Id, traedme una mazorca! En este lugar yo he de desmenuzarla.” Consumada la ceremonia, los de Tekoma se apresuraron a aclamarlo como rey.

5.

En otras ciudades entró y sometió, llevando como estandarte la piel del venado. Así quedó unificado, bajo su mando, el reino de los toltecas.

4 - EN LA BARRANCA

1.

Mishkoatl estableció su campamento en el cerro de Chapultepec, en unas cabañas de ramas que hizo construir. Desde allí dio aviso a los ancianos del pueblo de Michatla’ko a fin de que se le sometieran.

2.

Pero los ancianos se dijeron: “¡Ved! Él triunfa gracias a su estandarte, pues es poderosa la piel del venado. ¡Despojémoslo!” Para ejecutar su propósito, acordaron enviar a su encuentro a un guerrero capaz de someterlo.

3.

Cierta noche, Mishkoatl se puso en camino para espiar en las inmediaciones del pueblo y se ocultó en la barranca llamada Witsnawak, en las espinas. Al amanecer, llegó la joven Chimalma a la barranca para bañarse. Iba ataviada como guerrera, con arco, rodela y flechas, mas, al llegar al agua, dejó caer sus armas y su camisa y quedó desnuda.

4.

En ese momento despertó Mishkoatl. Viéndola, tomó sus armas y quiso flecharla. Cuatro veces le disparó, pero la joven era habilidosa y esquivó sus flechas. A la primera, ladeó la cabeza y la flecha no la tocó; la segunda pasó junto a su costado y ella desvió el talle; la tercera que le disparó la tomó con la mano, y la cuarta pasó por entre sus piernas.

5.

Al ver esto, retrocedió Mishkoatl para buscar más flechas. Pero Chimalma huyó inmediatamente y fue a esconderse en una cueva dentro de la barranca.

6.

Regresó el guerrero, la buscó y no la halló, por lo cual se sintió agraviado. Entonces entró en las casas de Michatla’ko y tomó prisioneros a sus moradores.

7.

Se dijeron los ancianos del lugar: “¡Entreguemos a la mujer Chimalma!” Enviaron luego un mensajero a la caverna donde ella se ocultaba, el cual le dijo: “El guerrero Mishkoatl quiere verte, y por tu causa mantiene como rehenes a tus hermanos menores y maltrata a tus hermanas. Te rogamos que vuelvas.” Entonces ella regresó.

8.

Tomándola el rey, la envió a un templo cercano con órdenes de que no recibiera visitantes ni se le permitiera salir de allí, hasta que él viniese a tomarla por mujer. Y regresando a Michatla’ko, reunió a sus ancianos y les hizo jurar fidelidad al reino tolteca, imponiéndoles un tributo.

9.

En cuanto a la piel del venado, viendo que era motivo de rencillas, la hizo quemar. Mientras ardía, estalló varias veces y lanzó esquirlas de piedra de diversos colores. Con el primer estallido brotaron piedras de color azul celeste; al segundo, un pedernal blanco; la tercera vez, esquirlas amarillas y rojas; por último, salió del fuego una piedra negra, como obsidiana. Y tomando Mishkoatl el pedernal blanco, lo adoró en memoria de la diosa de aquel lugar, llamada Itspapalotl.

5 - EL PEZ AGORERO

1.

Chimalma solía ir cada mañana una gruta muy hermosa, cercana al templo donde estaba recluida, en cuyo interior había una fuente de aguas puras. Allí hacía sus penitencias y se bañaba.

2.

En cierta ocasión, al terminar su baño, observó que en el fondo del agua brillaba una cuenta de jade. Quiso tomarla, pero se le adelantó un pez, el cual, asomando su cabeza por entre las aguas, le entregó el objeto.

3.

En ese momento, Chimalma oyó una voz que cantaba: “¡Oh, jadecito labrado donde el gran Dios, donde la gran Señora, por los dueños del tiempo cíclico! Has llegado a este mundo desde muy lejos, pobrecillo, fatigado. ¡Nuestro Señor ha arrojado al polvo una piedra preciosa!”

4.

Maravillada ante esta revelación, la joven tomó la piedra y la guardó, para llevarla, debajo de su lengua. Pero, en tanto regresaba a sus labores, la tragó sin darse cuenta, de lo cual quedó preñada.

6

EL ORÁCULO

1.

Transcurrido algún tiempo, comenzaron a notarse los síntomas de su embarazo. Dieron aviso a Mishkoatl, el cual se indignó mucho y dijo: “Si fue infamada, merece la muerte.” Por lo tanto, decidió consultar a sus adivinos para saber la verdad del asunto.

2.

Echaron la suerte los oficiales y el oráculo les dijo cómo había sido embarazada Chimalma, y añadió: “Decid a Mishkoatl: es preciso que cuides de la mujer y de su hijo, pues ha llagado a la tierra la esencia del cielo, se ha manifestado el espíritu de gracia. Él quebrará y barrenará las espaldas de los montes.”

3.

A escuchar esta respuesta, Mishkoatl agradeció a los dioses y dio órdenes para que la joven fuera enviada a la casa de sus padres y se le atendiera allí hasta que diese a luz al niño. A continuación, anunció públicamente sus esponsales y reconoció a la criatura como a su propio hijo.

4.

Pero esta noticia disgustó a sus hermanos, los príncipes Solton y Kuilton, quienes ambicionaban el trono de Tula. De modo que ellos se confabularon para matar al rey y apoderarse de su hijo en cuanto naciese.

7

EL NACIMIENTO

1.

Para cumplir con su propósito, los usurpadores contrataron a ciertos guerreros extranjeros a fin de que tendieran una emboscada al rey. Cierto día, mientras caminaba Mishkoatl por la orilla del mar, lo atacaron y mataron, y ocultaron su cadáver entre las arenas. Treinta y nueve años tenía cuando murió, no llegó a cumplir los cuarenta.

2.

Solton y Kuilton tomaron el poder de Tula y se comprometieron a ejercerlo hasta la mayoría de edad del heredero. Pero, al mismo tiempo, contrataron secretamente a ciertas mujeres que ejercían el oficio de parteras, para que asistiesen a Chimalma en su parto y mataran al niño.

3.

Llegaron las parteras a la casa de Pochotitla e informaron a Chimalma: “He aquí, han asesinado a tu esposo allá, en la costa, y nosotras hemos venido para asistirte en tu dolor.” Al escuchar la noticia, se movió el niño dentro de ella y le llegaron dolores de parto.

4.

Corrieron las parteras, prestamente le fue dispuesto un lecho. Pero Chimalma pidió que, a fin de dar a luz, la trasladaran a la caverna del pez agorero. Entonces la vistieron como reina, con sus adornos de turquesa, la sentaron en un asiento de concha de tortuga y en su mano colocaron la señal de la realeza. Así parió Chimalma: con todas sus insignias.

5.

Mucho sufrió la embarazada, cuatro días luchó el niño en sus entrañas. Al fin, levantando la voz, gritó: “¡Levántate, sé enviado tú, niño nuevo, joya preciosa! ¡Acaba ya!” Entonces parió a su hijo sobre un escudo y murió enseguida.

8

NIÑO DEL VIENTO

1.

A fin de cumplir con lo acordado, las parteras tomaron al niño y lo arrojaron sobre un maguey para que sus púas lo atravesaran. A la mañana siguiente regresaron para recobrar el cadáver, pero, he aquí, el niño estaba sano. En lugar de herirlo, el maguey había destilado su miel y lo había alimentado durante toda la noche.

2.

Entonces lo tiraron en un hormiguero, creyendo que así sería devorado. Regresaron por segunda vez, pero el niño seguía vivo; las hormigas lo habían acomodado sobre un lecho de flores y lo habían alimentado con masa de maíz.

3.

De nuevo lo arrojaron, esta vez en un manantial de agua. Y cuando la corriente lo arrastró lejos, se dijeron las parteras: “¡Ahora sí que murió ese demonio!” Entonces regresaron a Tula para informar a los príncipes de lo ocurrido.

4.

Pero el niño no murió; su cuerpo flotó sobre el agua y la corriente lo depositó dulcemente sobre la arena. Pasaba por ahí un leñador oriundo del pueblo de Yauhtepec, el cual subía hasta Michatla’ko para vender su mercancía. Viendo al infante, lo recogió y lo trajo al pueblo, donde lo mostró a los ancianos.

5.

Cuando Sipaktonal fue informado por las parteras que su hija y su nieto habían muerto, le sobrecogió una gran pena. Pero, al ver al niño que llevaba el leñador, comprendió que se trataba del hijo de Chimalma. Entonces se arrojó al suelo y adoró a la diosa del lugar. A causa de su prodigiosa supervivencia, le puso al niño el nombre de E’ekapiltontli, hijo del espíritu; y habiendo nacido en un día Se Akatl, uno caña, ese fue su nombre calendárico.

6.

Así refieren los viejos su nacimiento y así ocurrió. Pero en verdad no nació, sólo vino a regresar, sólo vino a manifestarse allí. De donde regresó, a dónde fue, nadie sabe a punto fijo, sólo Ipalnemowani, aquel por quien vivimos.

9 - INFANCIA

1.

El niño fue criado bajo la tutela de sus abuelos. Creció rápidamente y era muy precoz y diestro en el manejo del arco. Por medio de flechas que él mismo se preparaba, cazaba conejos para comer. Cuando cumplió siete años de edad, sus abuelos le dieron como herencia las armas de su madre.

2.

Con frecuencia, Se Akatl salía de su casa y se internaba en el monte, regresando al oscurecer. Sus abuelos le reprendían, pero él no respondía. En cierta ocasión les dijo: “Padres míos, no os angustiéis. Voy de cacería por las cañadas y los cerros. Siempre llevo mi arco y mi flecha, la cual hizo para mí mi propia madre, y tiene ajustada una punta de piedra. No os inquietéis.”

3.

Le preguntaron qué hacía en la barranca. Él respondió: “Voy a tumbar al divino de las astas, pues lo están esperando nuestras vidas. Voy a buscarlo, donde quiera que esté, sea en la quebrada, en la ladera o en el cerro. Voy a traeros esa carne, padres, yo os daré de comer.”

4.

Pero sus abuelos no quisieron escucharlo y comenzaron de nuevo a reprenderle. Entonces Se Akatl tomó su arco, tiró una flecha hacia atrás y cayó un venado. Viendo esto, se asustaron los ancianos y se dijeron: “En verdad, nada sabemos de este niño. En verdad, es hijo del aire, nunca hemos visto otro como él.”

10 - LOS HUESOS DE SU PADRE

1.

Tenía Se Akatl algún uso de razón, pues ya iba a cumplir los nueve años. Preguntó a sus abuelos: “¿Quién es mi padre, dónde puedo verle?”

2.

Le respondieron: “Mira, hijo, él fue atacado por extranjeros y yace allá, en las arenas, donde le sepultaron. Otros han tomado su lugar y su reino.”

3.

Dijo: “¡Quisiera ver cómo era el rostro de mi padre!” Entonces fue a la costa, buscó y cavó hasta encontrar los huesos. Luego de sacarlos, los llevó al cerro de Mishkoatl y los enterró allí.

4.

Sus abuelos estaban inquietos, pues comprendían que este proceder podría acarrearle una desgracia. Pero él les aseguró, diciendo: “No temáis, soy yo, el Señor de las Transformaciones. Yo sé lo que tengo que hacer.”

11 - INVITACION A TULA

1.

Fueron avisados los príncipes usurpadores de que aún vivía el heredero de Mishkoatl. Se inquietaron y determinaron atraerlo a la ciudad con engaños, a fin de matarlo. Para este propósito, enviaron a un oficial al pueblo de Michatlahco con este mensaje:
2.

“¡Hijo mío, bienvenido! ¿Por qué no fuimos informados de tu existencia, a fin de alegrarnos contigo y devolverte la herencia que conservamos para ti en depósito y préstamo? No es bien hacer. Queremos verte pronto.
3.

“También hemos escuchado que encontraste los restos de tu padre, nuestro hermano y señor, y que les diste honrosa sepultura. ¿Es cierto eso? ¡Bien habríamos querido ayudarte! He aquí, hemos dispuesto que se levante un templo en su memoria y que le sean ofrecidos sacrificios. Por lo tanto, os invitamos a ti y a tu abuelo, ese venerable anciano, para que participéis en las exequias que hemos preparado.”
4.

Mucho se entristecieron los ancianos al escuchar la invitación, pues comprendían que detrás de estas palabras estaba el designio de sacrificarles. Pero Se Akatl los animó diciéndoles: “Padres míos, no os entristezcáis. ¡Iré yo sólo a ver a esos señores!”
5.

Respondió el abuelo: “No, hijo mío. Tú eres muy joven y yo sólo soy un anciano. Conviene que sea yo quien muera; quédate tú y vela por tu madre.”
6.

Pero el muchacho insistió: “No, padre, yo iré. La necesidad me obliga. Soy huérfano, soy acechado; ¿no he de luchar por mi vida? No os espantéis, abuelos, ni tengáis temor por lo que haga.”
7.

Entonces Se Akatl dijo al mensajero: “¿Qué es eso de llevar a mi abuelo a la ceremonia? Si alguien debe ir soy yo, el heredero.” Aquel respondió. “Es cierto, haz como quieras.”
8.

Pero, antes de marchar, convino el muchacho con los ancianos: “Mañana muy temprano, antes de que salga el Sol, mirad si se levanta una nube en el cielo, será una señal entre nosotros. Si es negra, quiere decir que ya he muerto; pero si es blanca, significa que he ganado. Creedlo así.” Con estas palabras se despidió de ellos.

12

EL SACRIFICIO

1.

Partió el muchacho con el mensajero. Después de dos días de camino, llegaron a la gran ciudad. Sus tíos salieron a recibirle y le saludaron, diciendo: “¡Sé bienvenido, hijo, cuánto has crecido! ¿Dónde está tu abuelo, el sacerdote, para que también nos honremos al saludarle?”
2.

Les respondió: “Mi abuelo ya está viejo y sus pies no le sostienen. Pero, heme aquí, su heredero. Yo cumpliré con todas sus obligaciones, ¡oh tíos míos!”
3.

Le dicen: “Tus razones son ciertas, eres tú quien debe conducir la ceremonia. Pero, ¿qué has traído, con qué dedicarás el templo? Si tan sólo sacrificas algún conejo, o culebras, mariposas y flores, se enojarán los dioses, y acaso quieran traer calamidades sobre tu pueblo. Es necesario que ofrezcas, por lo menos, un ocelote, un águila y un lobo. Y estos tienes que buscarlos por ti mismo, como conviene a la ceremonia.” Así le dijeron. Su intención era que las fieras lo matasen.
4.

Pero Se Akatl respondió: “Es cierto, tíos míos. En cuanto a la ofrenda, haré tal como habéis ordenado.”
5.

Seguidamente fue al monte e invocó a los espíritus de las fieras y les dijo: “¡Venid presto, hermanos míos! Se me ha ordenado que con vuestra sangre dedique el templo de mi padre. Mas no temáis, será solo engaño y estratagema cuando os ate por el pescuezo.” Al escucharlo, los animales se ofrecieron dócilmente a su lazo y vinieron con él hasta Tula.
6.

Viendo esto, sus tíos quedaron asombrados y se enfurecieron. Concertando un nuevo plan, se dijeron: “Encenderemos primero el fuego y a continuación le pediremos que suba con las ofrendas. Cuando llegue a lo alto para sacrificar, le mataremos. ¡Desde lo alto es muy fácil rodar por las escaleras!”
7.

Pero el joven, que sospechaba esta celada, invocó a los espíritus de los topos y los tejones y les dijo: “¡Venid, hermanos míos! Honrad este templo desde su base hasta su cima, escarbad la tierra y agujeread la estructura, de modo que haya un camino secreto para mi ascenso.” Ellos acudieron a su llamado e hicieron tal como él les pidió.
8.

Hacia el amanecer, se acercó el joven a la boca del túnel e invocó a los espíritus de las sabandijas, ordenándoles: “¡Apartaos vosotras, arañas blancas, negras, amarillas, no me seáis estorbo! ¡Fuera de aquí, mariposas nocturnas, lagartijas! Que nada me encubra a mis tíos, aquellos que viven en opulencia y habitan en altas moradas.”
9.

Entonces subió por el túnel, se mostró arriba y gritó: “¡Soy yo, el hijo sin padre, Ketsalkoatl! He venido a buscar a mis tíos, los nobles celestes. ¿No son aquellos que están allá abajo, agazapados, como gotas que se escurren por el suelo? ¡Apenas os veo!
10.

“¡Venid, señores, os espero! He traído conmigo el vestido de mi madre y su espada. La clavaré en vuestras gargantas, en vuestros vientres, en vuestros costados, para que sepáis que mi madre es aquella, la de falda de jades.”
11.

Al verlo en la cima del templo, exclamaron sus tíos: “¿Qué es esto? ¡Hemos de ser nosotros quienes encendamos el fuego!” Se enojaron mucho y corrieron al templo, pero la escalera era empinada y alta, y antes de llegar arriba, el fuego ya estaba encendido.
12.

Entonces invocó Se Akatl al espíritu de las llamas y le dijo: “¡Ven tú, hermana mía, la muerte! Aquí habrás de vivir y renacer. ¡Ven en mi ayuda, padre mío de las cañas ardientes, el de rojos cabellos, tú, que eres madre y padre de los dioses! Siéntate en mi estera de flores, come y bebe.”
13.

El primero que llegó a la cima del templo fue Solton. Se abalanzó sobre el joven, pero este, tomando un vaso de piedra hondo y liso, de los destinados a la ofrenda, golpeó con él su cabeza y lo arrojó al suelo. Luego llegó Kuilton, pero los animales destinados al sacrificio, que eran fieros, se abalanzaron sobre él y lo despedazaron. A continuación tomó Se Akatl ambos cuerpos y los lanzó al fuego, donde se consumieron.

13

LA NUBE BLANCA

1.

Al escuchar los gritos de los príncipes, los guardias del templo acudieron en su auxilio. Viendo sus cuerpos desgarrados y quemados, se indignaron mucho y quisieron detener al joven. Lo buscaron por todas partes, pero no lo encontraron, pues él se escabulló, junto con los animales destinados al sacrificio, por el agujero que había hecho excavar bajo la escalera, y salió ocultamente de Tula.
2.

El reinado de los príncipes usurpadores había sido cruel, era mucho y pesado el tributo impuesto sobre la gente humilde, y con alegría se divulgó la noticia de su muerte. Los pobladores salieron al camino para recibir a Se Akatl, lo llevaron en andas y le aclamaron como hijo de Mishkoatl y como heredero del reino.
3.

Cuando llegó al pueblo de Tepoztlan, lo pusieron en una litera y lo pasearon por las calles, al tiempo que gritaban: “¡Viva el gran hombre de la espada, el vencedor de los devoradores!”
4.

Al día siguiente, muy de mañana, se asomaron sus abuelos para mirar el cielo. Viendo que una nube negra subía sobre la tierra, se entristecieron mucho y comenzaron a llorar. “¡Ya se perdió nuestro hijo – decían -, ya murió!” Pero, después de un momento, la nube se volvió blanca como la nieve y los ancianos se alegraron. “¡Ahora ya ganamos, nuestro hijo ganó!”

14

LOS ENIGMAS DE LA SERPIENTE

1.

Iba a cumplir el joven catorce años de edad cuando fue enviado por sus abuelos a Xochicalco, la gran ciudad, para ser entrenado por los sacerdotes de Ketsalkoatl.
2.

Criaban estos una enorme serpiente que tenía siete prominentes cabezas y recibía el nombre de Señor Ciempiés. Este monstruo se atravesaba en el camino de aquellos a quienes veía, para devorarles y hacerles mal si no respondían a lo que les preguntaba.
3.

Apareció la serpiente ante Se Akatl y le dijo: “Joven, vengo a contarte cómo aquí, en esta región del mundo, en la tierra de los antepasados, de los gigantes y los corcovados, mucho tiempo antes de que hubiera llegado a ellas ninguno de los que ahora viven, ya me paseaba yo.”
4.

Entonces le hizo la serpiente siete preguntas en lenguaje de misterio. Esta fue la primera: “¡Tráeme comida, hijo mío! Tráeme al Sol, extiéndelo sobre mi plato y clava la lanza de los cielos en medio de su corazón. Y junto a ella, haz que se siente el gran ocelote para que beba la sangre que destila.”
5.

Le respondió Se Akatl: “¿Qué otro sol sino el huevo dorado, raíz del Universo? ¿Y qué lanza sino la sagrada invocación? He aquí al gato precioso: habla contigo.”
6.

Agradó su respuesta al Señor Serpiente, quien le propuso su segundo enigma y le ordenó: “¡Ve, niño, tráeme el cerebro del cielo para que yo lo vea! Si eres hombre verdadero, satisfáceme ese deseo. Y ve con cuidado.”
7.

He aquí lo que le pedía: una carga de incienso oloroso y una carga de perfumes. Sacó Se Akatl la ofrenda que traía consigo y quemó incienso ante la serpiente, con lo cual ella quedó satisfecha.
8.

De nuevo le propuso: “Hijo, construye para mí un templo precioso cuya fachada esté en línea recta y sea de una sola pieza con el techo. Y haz que entre en él una cierva blanca vestida con fina capa blanca, conducida por el guardián de la blanca sonaja - ¡que yo la escuche! –, y teñida con la sangre de la serpiente que sale de la flor de la sonaja que está en su centro. Porque ensangrentada brota de aquellos que no tienen madre ni padre.”
9.

Respondió Se Akatl: “¿Qué templo tan precioso como el cuerpo humano, y que techo tan bien puesto como la cabeza del hombre? He aquí la cierva enjoyada: su visión, y la sonaja que viene con ella: su respiración. ¿Y quiénes son aquellos que no tienen padre ni madre, sino los agujeros del aliento?”
10.

Al escuchar esta respuesta, se admiró el Señor Serpiente y le propuso su cuarto enigma, diciéndole: “¡Hijo, vuelve a tu casa y regresa enseguida! Si al regresar ves fuego en el medio del día, pídele a tu hermano que te siga de rodillas como un perro negro, y que traiga entre sus patas el alma de nuestra Gran Madre.”
11.

Le respondió Se Akatl: “Mi casa es mi cuerpo y viene conmigo. El fuego de medio día me ilumina, y me acompañan mi sombra y mi pureza, en cuyas manos traigo el favor de mi madre.”



12.

Aceptó el Señor Serpiente esta respuesta y le propuso su quinto enigma, ordenándole: “Hijo, ve al interior del cielo y busca el corazón del divino Señor, Aquel que reposa en un amplio estrado de trece capas y va cubierto por detrás y por delante de una túnica blanca.”
13.

Respondió: “Ya lo he traído padre, aquí está. La piedra preciosa del corazón del cielo te mira conmigo, desde su asiento de muchos hijos y una sola túnica.”
14.

De nuevo le dice: “Hijo, búscame una rama de ceiba que tenga tres cuerdas enrolladas y que se mueva como un bejuco vivo, quiero comerla. ¿Qué opinas, hijo, será difícil de comer el palo de la ceiba?”
15.

Le respondió: “Es difícil, oh padre, pero sabroso, y le da muy buen sabor a la comida. Precisamente, cargo a mi espalda una rama de ceiba ondulante cual un bejuco vivo, con tres cuerdas torcidas en ella. La he preparado para ti, tómala.”
16.

Viendo que el joven respondía a todas sus preguntas, le propuso la serpiente su último enigma, diciéndole: “Ve ahora y tráeme esas cosas redondas que cubren el fondo del pozo. Quiero dos blancas y dos amarillas. ¿Sabes de qué te hablo, hijo mío? Porque, si no sabes, no te será posible pasar.”
17.

Se Akatl le respondió: “Lo sé, padre. He aquí el pozo de que hablas, en mi pecho está. Y en su fondo veo las raíces blancas y amarillas que has pedido. Si quieres comerlas, debes ir por ellas.” Es lenguaje misterioso.
18.

Cuando oyó estas respuestas, se entristeció el Señor Serpiente, pues estaba dicho que quien entendiera, ese alcanzaría el poder y llegaría a la presencia del rey, y sería llamado “grande, verdadero hombre”, y sería el nuevo Señor Serpiente. Grande fue también el sufrimiento de sus servidores, cuando fueron escarnecidos a causa de sus pecados - pues cobraban niños como tributo.
19.

Por sus excesos fue superado de devorador. Así terminó su poder, cuando el corazón del cielo envió contra él a quien pudo devorarlo, al ocelote celeste, el temible Tlalok Ketsalkoatl. De ese modo recayó sobre él la maldición de los enigmas. Y lo vieron y se alegraron todos los habitantes de la ciudad, quienes habían ofrendado sus hijos para él – pues los súbditos cargan siempre con las culpas de los señores.





15

EN LA CASA DE ORACIÓN



1.

Después que Se Akatl entró en el templo de Xochicalco, hizo siete años de penitencia, andando sólo por los montes y sacándose sangre. Cuando cumplió la mayoría de edad, lo llevaron a la guerra contra los del Culhuacan y Cholula. Siete años combatió, y le pusieron el nombre de Oselotl, por ser el ocelote el animal más bravo.
2.

Luego marchó a la ciudad de Tulansinko para ser entrenado como señor del pueblo. Cuatro años permaneció allí, en una casa de escaleras verdes, entregado a sus austeridades.
3.

Todo lo aprendió allí: cómo buscar la divinidad en su interior, cómo invocar al que está dentro del cielo, el que hace aparecer las cosas, el que sostiene la tierra, el que es actividad en todo el Universo. Aprendió a entrar en el Omeyokan, donde las nueve escalas, con Aquel que es la sustancia del cielo y Señor del cerca y el junto. Esto saben los viejos: invocaba al Morador, le hacía súplicas, viviendo en meditación y retiro.

4.

Al cuarto año fueron a buscarlo los toltecas y lo invistieron como sacerdote de Ketsalkoatl, le otorgaron el bastón de caña y colgaron en su cuello la joya del viento. También lo ungieron como señor, para que fuese rey sobre ellos allá, en Tula. Tenía a la sazón treinta y un años de edad.

16

EL REINO

1.

El gobierno de Se Akatl fue justo y prudente. Bajo su mano, Tula gozó de gran abundancia y sus moradores fueron felices, sin conocer tristeza o hambre. Los instruyó Se Akatl, e hizo traer a hombre esclarecidos que engrandecieran el reino; oficiales sutiles y primorosos en todo cuanto ponían las manos, que todo lo hacían bueno, gracioso, útil; conocedores de los oficios mecánicos, pintores, lapidarios, carpinteros, albañiles, encaladores, oficiales de pluma, cerámica, mosaicos y tejidos.

2.

También trajo a personas hábiles en la astrología natural, para que ordenasen las cuentas del año; sabios capaces de interpretar los sueños; conocedores de las estrellas de los cielos, para que les pusiesen nombre y calculasen sus influencias y calidades; hombres buenos, allegados a la virtud; buenos cantores, danzarines, tañedores del tambor y la sonaja, compositores de cantos; hombres devotos y grandes oradores. A todos atrajo junto a sí.

3.

Por entonces no se vendía por precio el alimento básico. Eran gruesas y largas las mazorcas, como la mano del mortero; abultadas las calabazas, que apenas podía ceñirlas un hombre; y por los bledos, semejantes a palmas, se podía trepar. Nada faltaba en sus casas; con las mazorcas mal crecidas calentaban los baños de vapor.

4.

Cultivaban también algodón de mil colores: rojo, amarillo, morado, azul oscuro, moreno, matizado, que todos estos tenían por naturaleza. Criaban aves de rico plumaje y colores brillantes, aves preciosas de todo linaje, de las que cantan bellamente, de las que trinan en la montaña. Se daba el cacao más fino y sabroso, por todas partes se alzaban los cacaos. Y se daban las flores.

5.

Desarrolló se Akatl el arte de los mosaicos y las pinturas. Con plumas finas entregaba sus ofrendas y con plata decoraba las paredes. Refinó la cerámica, comiendo y bebiendo en recipientes barnizados de azul, verde y blanco. Y veló por el arte de componer libros y por los oficios mecánicos, en los cuales preparó muchos y buenos oficiales. Además, tenía piedras preciosas como conchas, y el oro era visto como de poco precio.

6.

Ordenó edificar altares en todas las poblaciones y pintar imágenes en amplias paredes, ante las cuales pudieran hincarse de rodillas los toltecas y besar la tierra con la boca o la mano, en recuerdo de Aquel por Quien vivimos. Y dispuso que las imágenes y los altares fueran destruidos cada cincuenta y dos años, y que, una vez destruidos, se renovaran con mayor esplendor.

7.

Ordenó labrar el mayor tesoro que se haya visto en la tierra: un juego llamado Tlachtli, del tamaño de media sala, en el cual innumerables piezas de oro y finas piedras cumplían funciones ingeniosas. Estaba compuesto por cuatro géneros de piedra: turquesas, granates, jades y jacintos, como muestra de los cuatro tipos de hombres que gobernaba en su reino. Y había una piedra singular, labrada en un carbunclo, que era imagen suya como rey de todos y primero en mandar. Con ayuda de este juego impartía justicia en la tierra.
8.

También envió embajadores a tierras lejanas y adquirió dominios extensos, a los cuales llevó las muestras de todo lo bueno que había alcanzado en su reino, las artes, las dignidades, la escritura. Por todo lo cual, fue reconocido como juez supremo y señor único de todos los reinos.

17

LA CASA REAL

1.

Dijo Se Akatl a sus ayudantes: “Proporcionadme una multitud de gente, pues necesito construir mi casa.” Al punto se le unieron los toltecas. Y les ordenó que acarrearan mucha piedra y la dispusieran en torno al espacio elegido para ello, y que trajeran también mucha cal, conchas, piedras finas, pinturas y oro, todo lo necesario para hacer una buena casa.

2.

Cuando todo estuvo reunido, pidió a los toltecas que marcharan a sus casas y se encerraran todos, asegurando puertas y ventanas, como si fuese a ocurrir una tormenta; que ninguno saliera a la calle por ningún motivo. Y ellos lo hicieron así.

3.

A la puesta del sol comenzó un aire muy fuerte, que fue incrementándose hasta transformarse en tempestad. Y la tempestad rodó por la ciudad, esparciendo los materiales para la construcción y produciendo horribles ruidos que asustaron a los toltecas.

4.

Hacia la mañana se calmó la viento. Entonces se escuchó el sonido de una caracola que convocaba a los vecinos. Salieron todos a mirar y, he aquí, la piedra colocada en su lugar en forma de un hermoso palacio de cuatro cámaras orientadas hacia los cuatro rumbos.

5.

Decoró Se Akatl el interior de las cámaras con colores escogidos. En la primera dispuso ornamentos labrados en jade hasta cubrir sus pisos y paredes; la segunda la tapizó en todo su interior con plumas finas de color de fuego; la tercera cámara estaba cubierta con láminas de oro labradas con dibujos primorosos; y la cuarta, la decoró con nácar rosa y corales.

6.

Edificó también diversos templos de sombra y penitencia donde vivía, apartado de todos, en continua meditación y ayuno. Y puso guardias en las puertas, que a nadie dejaban pasar. Hizo además un gran templo con columnas en forma de serpientes emplumadas, pero lo dejó inconcluso, pues era mucha su grandeza.

18

LAS INSIGNIAS

1.

Con toda su riqueza, no olvidaba Se Akatl a Aquel por Quien vivimos, llevando una vida casta y austera. Cada día, al filo de la media noche, descendía al baño que se había preparado en Shippakoyan y tomaba sus abluciones. Allí ofrecía reparaciones por los toltecas, por si alguno había pecado en público o en secreto, punzándose las orejas con espinas de jade y ofreciendo su sangre en plumas de quetzal. Todas sus ofrendas iban rociadas con inciensos y sahumerios.

2.

Hablaba cotidianamente con Aquel que mora sobre los nueve cielos, cuyo nombre es Viento y Tinieblas, y le decía: “¡Ven, deidad de los cuatro rumbos, ser infinito, tú, el de las nueve regiones, espíritu que ilumina, esencia y fuerza Nuestro Señor Ketsalkoatl!” De este modo esperaba su divinidad.

3.

También hablaba con su pueblo, escuchando sus súplicas e impartiendo justicia. Cualquiera de los moradores de la tierra podía llegar hasta él, y eran sus juicios justos y sabios.

4.

Y al juzgar, colocaba sobre sus hábitos de penitente las insignias de su condición. Sobre su cabeza ponía una mitra cónica de piel de ocelote, y en sus mejillas, una barba de plumas verdes y azules. Su rostro y miembros decoraba con rayas negras y amarillas, y sobre sus hombros colgaban orejeras de oro torcidas en espiral. Un pectoral de caracoles le ceñía, y sobre este, el collar de la joya del viento. Sus cabellos adornaba con plumas de guacamaya y quetzal.

5.

Usaba un vestido de bordes rojos que cubría sus caderas y sus muslos. Bajo sus rodillas, campanillas atadas con lazos de piel de ocelote. Blancas eran sus sandalias, y su escudo rojo y negro, adornado con la cruz de los cuatro rumbos. Y su bastón era una caña curva de un codo. Así era visto por todos y así hablaba. Pero luego, en su casa de recogimiento, tornaba a su hábito negro y soltaba sus caballos.


SEGUNDA PARTE

“He bebido vino de hongos y mi corazón se atormenta.”

Cantares de los Señores de Nueva España.

1

TESKATLIPOKA

1.

He aquí, se descuidó el corazón de Se Akatl y, en medio de su opulencia, el pueblo de Tula se tornó negligente. Pues ciertos seres sombríos que envidiaban el reino incitaron sus corazones a cometer el mal, a ser adúlteros y a ofender al cielo con impías ceremonias. A causa de su descuido, los toltecas comenzaron a padecer calamidades, pues Aquel por Quien Vivimos también los olvidó a ellos.
2.

Viendo esto, los enemigos de Tula se concertaron y vinieron con un gran ejército. Aún los pueblos salvajes que permanecían arrinconados en las fronteras, penetraron en la tierra y se establecieron por diversos lugares, cometiendo iniquidades e introduciendo un culto nuevo que nadie había visto.
3.

El iniciador de toda esta decadencia fue Teskatlipoka, un hechicero muy sabio y valiente que dominaba vastas regiones de la tierra, el cual era asistido en sus perversidades por su ayudante Yaotl, enemigo. Muchas veces quiso persuadir a Se Akatl para que permitiera los sacrificios humanos, pero aquel nunca consintió en ello, pues amaba a su pueblo. Esta actitud enojó a los perversos, de modo que resolvieron hacerle abandonar la ciudad.
4.

Para conseguir su propósito, Teskatlipoka tentó a los toltecas con palabras razonables y los adormeció con su aliento, persuadiéndolos a hechos feos y abominables. Por todas partes fue, exhortando y amenazando a la gente para que abandonasen las buenas costumbres. Y adoptó diversas personalidades, transformando su cuerpo en figura de animales y seres monstruosos, y haciéndose pasar por mujer ramera. También rasuró sus cabellos, lo cual nunca había sido visto hasta entonces.
5.

Cuentan los viejos que este dios descendió del cielo por una cuerda tejida con hilos de araña, y que vino al mundo con el propósito de destruir al pueblo de Ketsalkoatl, a fin de erigirse él mismo como rey y deidad.





2

EL HAZ DE LEÑA

1.

El comienzo de estas señales fue así: se hallaba un leñador tolteca ejerciendo su oficio en la montaña. Había recogido un gran atado de leña y estaba a punto de retornar a su casa, cuando apareció ante él un viejo muy arrugado que le dijo: “¡Tolteca! ¿Conoces por ventura a Se Akatl, el Penitente?” Aquel respondió: “Si, señor mío.”
2.

De nuevo le dice el viejo: “¡Tolteca! Es preciso que vayas corriendo hasta su palacio y le digas: ‘Ha llegado un anciano sacerdote, el cual quiere que vayas tú solo a encontrarlo en la cima del monte Shikoko. Allí, él te dará un recado de la mayor importancia’.”
3.

El tolteca respondió: “Eso no puede ser, oh abuelo, pues es ayunante y se oculta, y su palacio está custodiado por muchos guardias.”
4.

Pero el viejo le animó diciendo: “No temas. Cuando te pregunte quién te ha enviado, le dirás que vengo del otro lado del mundo, y que le traigo un mensaje de su padre. Oyendo esto, te dejará pasar.”
5.

De nuevo se negó el tolteca. “Eso no puede ser, a menos que me des una señal de tu identidad.”
6.

Le preguntó el viejo: “¿Qué es eso?” Respondió el leñador: “Leños secos que tu servidor ha ido recogiendo por aquí y por allá.” Entonces Teskatlipoka extendió su mano sobre la leña, la cual se cubrió de brotes verdes y flores. Luego dijo al tolteca: “Lleva estas flores al Penitente y él te escuchará.”
7.

El leñador se fue, asustado, y contó a Se Akatl cómo había aparecido un mago en la cima del monte, el cual quería hablarle, a él solo, sobre un asunto de gran importancia. Al escuchar este mensaje, el rey respondió: “Está bien, iré. Pero no puedo ir solo, no ocurra que sea acechado o hechizado; por fuerza han de acompañarme mis ministros.”
8.

Subieron, pues, al monte y vieron al anciano. Se adelantó el rey a saludarle y le dijo: “Venerable abuelo: ¿eres tú quien me busca? ¿Acaso tienes para mí un mensaje de mi padre?”
9.

Pero aquel respondió: “No te burles de mí, oh Señor. Yo sólo soy un pobre viejo caminante, pues no tengo casa, y voy por el mundo buscando algún mendrugo. No sé de qué me hablas.”
10.

Al escuchar esta respuesta, Se Akatl quedó desconcertado y regresó a la ciudad, preguntándose qué tipo de aviso sería aquel. Este fue el principio de las señales predichas.



3

LAS RAMERAS

1 Cierta noche descendió el rey a su baño en el acueducto, y en el precinto encontró dos mujeres que le estaban esperando. Les preguntó: “¿Quiénes sois?” A lo que ellas respondieron: “Somos tus siervas, oriundas del país de Sapotlán. Por causa de ciertos agravios, hemos venido a reclamar tu juicio y consejo.”

1.

Les responde: “Muy bien, señoras. Pero no ha de ser aquí, sino en mis aposentos. Antes, es preciso que solicitéis audiencia.” Y como ellas le insistieron, dio órdenes a sus guardias para que las dejasen entrar.
2.

Al día siguiente, las mujeres se adornaron como rameras y se llegaron a las puertas del palacio, donde fueron admitidas. En realidad, ellas eran Teskatlipoka y su ayudante, quienes de tal modo se habían transformado a fin de escarnecerle, dando licencia con su mal ejemplo a los habitantes de Tula para que se dejasen corromper.
3.

Viendo que el rey comenzaba a recibir mujeres, ciertas señoras principales de la corte también comenzaron a asistir a los templos y santuarios, mas no en romerías ni para ofrendar, sino para revolverse con los sacerdotes en exceso de pecados, mancillando los votos y cometiendo delitos graves y abominables.
4.

Entre ellas estuvo una dama de la casa real, princesa muy noble y cercana a Se Akatl, quien, yendo de visita al gran templo de la ciudad de Cholula con motivo de su aniversario, participó en tales actos con graves consecuencias. Pues entre los sacerdotes había uno llamado Wistli, espina, el cual, siendo requerido por ella, le concedió su amistad. Ella parió de allí a su tiempo un niño que recibió el nombre de Kolotl, escorpión, y fue ocultado en el templo desde su nacimiento.
5.

Ante estos hechos, Se Akatl no sabía qué hacer. Permaneció encerrado en su palacio, entregado a sus austeridades. Sólo salía para asistir a su baño nocturno o para llegarse al campo del juego de pelota, donde oraba.





4

LOS HIJOS DE TLALOK



1.

Cierto día fue el rey a su adoratorio en el juego de pelota y Teskatlipoka envió contra él a los hijos de Tlalok, quienes lo desafiaron. De modo que jugó contra los hijos de Tlalok sin saberlo.
2.

Le preguntaron: “Si ganamos, oh príncipe, ¿qué nos darás por el juego?” Él respondió: “Si podéis derrotarme, os daré mis piedras preciosas y mis guirnaldas de quetzal.”
3.

Ellos le aseguraron: “Eso mismo te daremos nosotros si nos ganas: nuestras piedras preciosas y nuestras plumas verdes.”
4.

Jugó Se Akatl y ganó. Al exigir su pago, los hijos de Tlalok le trajeron lo que habían acordado; pero en lugar de turquesas le dieron granos de maíz, y en lugar de guirnaldas de plumas le dieron las hojas verdes y tiernas de la mazorca, y le dijeron: “Aquí tienes tu ganancia, oh príncipe; estas son nuestras joyas.”
5.

Pero él no quiso aceptarlas. “¿Acaso es esto lo que he ganado? ¿No fueron piedras preciosas y plumas finas? ¡Yo no acepto esto, mentirosos!”
6.

Entonces los hijos de Tlalok tomaron sus hojas y sus granos de maíz y le dijeron: “Está bien, ya que así lo deseas, esconderemos nuestras preciosas joyas, nuestras guirnaldas.” Y lo arrojaron todo a una corriente de agua que allí había. Luego se volvieron a Se Akatl y le advirtieron:
7.

“Ahora pasaréis trabajo a los toltecas. El rigor del hambre será vuestro pan durante cuatro años, años de lucha violenta, de fuego en el mundo. Iréis del pozo a la caverna y vendréis por las calles solicitando un mendrugo, vuestras voces recorrerán la noche pidiendo un sorbo de agua. ¿Dónde beber agua? ¿Dónde comer siquiera sobras de maíz? Sobrecogidos estarán vuestros corazones en su banquete de piedras y leños. Esto te prometemos, oh príncipe: espanto tomaréis como alimento en toda la extensión del reino.”
8.

Tras hablar sí, los hijos de Tlalok se arrojaron al agua y desaparecieron. Se Akatl quedó apesadumbrado y confuso.





5

EL HAMBRE

1.

Seguidamente comenzó la sequía, cuatro años estuvo sin agua la tierra. Cayó primero un hielo hasta las rodillas que perdió los frutos y semillas. Luego ardió el Sol y todos los árboles, nopales y magueyes se secaron. A causa del calor, las piedras saltaban en pedazos. Pasaron muchos trabajos los toltecas como castigo, pues sus pecados se acumulaban delante del Cielo.
2.

Cierto día, un mensajero se llegó ante la presencia de Se Akatl y le dijo: “Príncipe, hermano nuestro: la ira de Ometeotl ha caído sobre nosotros, sus rayos nos consumen. Piedras, dardos, flechas: eso ha enviado sobre los miserables de este mundo Aquel por Quien vivimos.
3.

“Vengo a informarte de la necesidad que tiene los humildes de tu pueblo, pues pasan la noche sin nada que comer, y nada tienen cuando se levantan al alba. ¡Contempla! Tus hermanos menores padecen gran pobreza, y con trabajo apenas si consiguen lo necesario para sostenerse un día, recorriendo las montañas y los páramos.
4.

“Andan espantados, cara y cuerpo cual imagen de muerte. Se sientan, muy tristes, contra las paredes, mordiéndose las uñas y mirando las bocas de los que pasan, esperado una palabra buena. Sus hijos andan desnudos, con los rostros amarillos y color de tierra, y en las noches tiemblan de frío. Ahora están llorando y se pueden contar, ¡oh dolor!, todos sus huesos.”
5.

Así habló el mensajero. Al escucharlo, Se Akatl cayó sobre su rostro, abrumado de pena, pues comprendía que era su culpa y su descuido lo que de tal modo había ofendido a Ometeotl.





6

PETICION A TLALOK

1.

Al día siguiente, aún oscuro, se encaminó el rey al templo de Tlalok; en su rostro había huellas de vigilia y tormento. Al llegar, ordenó al sacerdote guardián: “Haz que preparen el santuario y pide conmigo, pues el pueblo tiene urgente necesidad de Dios.” Entonces fue dispuesto el santuario e incensada la imagen, y cayendo de bruces ante ella, Se Akatl oró:
2.

“¡Oh tú, Señor nuestro, bondadoso y magnánimo, deidad de la vegetación y la frescura, dueño del paraíso de las aguas! ¡Tú, el oloroso, el florido, Espíritu del incienso! Contempla nuestro dolor de hombres humildes que se pierden de hambre, nuestras orejas de muerto, nuestras bocas secas como esparto. Mira cómo los animales de cuatro patas desfallecen y lamen la tierra, mira las aves y conmuévete, que es angustia grande verlas, con sus alas caídas y sus bocas abiertas de sed.



3.

“¿Qué es esto, Deidad del alimento? ¿Ejerces tus curvos colmillos sobre el pueblo débil, tan flaco como una caña verde? ¿Qué ha determinado tu corazón? ¿Está dicho que perezca el tolteca, que el sitio donde habita se vuelva monte y pedregal desolado? ¿Caerán los templos? ¿Se agotarán en nosotros los dardos de tu ira? ¿Es posible que este azote no sea para nuestra corrección, sino para la total destrucción de tu pueblo?
4.

“Ya que tu castigo así ha prevalecido sobre nosotros, sea como de madre y padre que educa a sus hijos. Bien sabes que el pueblo es como niño, que no carga agravio por las reprensiones. Recoge ya la muerte, mensajero, que tiene hambre y sed de cuantos aquí vivimos.
5.

“Si mi pecado ha sido tal que no merece redención, concédeme esto, al menos: que los inocentes, los que no saben andar y van por ahí jugando con pedrezuelas, sean provistos de pan. Ten misericordia de los pobres, de los que nunca supieron lo que es un día bueno. Perdona a tus guerreros, que en su momento van a dar la vida por tu nombre.
6.

“Si mis ofensas han subido al cielo y bajando al inframundo, y el hedor de mis faltas se ha dilatado hasta los fines de la tierra, sea yo destruido, pero ten a bien consolar a los que viven sobre la faz del mundo. Disipa ya tu humo, apaga tu fuego, venga la clara serenidad, canten las aves y salgan a tomar el Sol, dales tiempo calmo para que te conozcan, y llévame a mí por todos mis pecados.”
7.

Tras hablar de ese modo, Se Akatl tomó una copa con agua y la derramó como ofrenda hacia los cuatro rumbos, y clamó: “¡A vosotros, hijos de Tlalok, espíritus de las aguas que soportáis las esquinas del mundo y vivís en las grutas y entre los altos montes! ¡A vosotros que tenéis el poder sobre las fuentes y las tempestades, desde mi corazón os llamo! ¡Venid a regar la tierra! Mirad que los ojos de quienes aquí habitamos están prendidos de vosotros. ¡Os lo ruego, venid!”





7

LA EXIGENCIA DE SANGRE

1.

Cierto día aparecieron los hijos de Tlalok en una fuente que brota junto a Chapultepec. Estaba allí un varón tolteca, sentado a la vera del agua, el cual, viendo salir desde el fondo de la fuente un recipiente lleno de maíz tierno molido, se inclinó sobre el maíz, lo tomó y comió.
2.

Dentro del agua apareció un sacerdote verde que le dijo: “¡Tolteca! ¿Conoces lo que es esto?” Contestó aquél: “Sí, señor mío, pero hace mucho tiempo que acá lo perdimos.”
3.

Habló de nuevo el hijo de Tlalok y le dijo: “Bien, siéntate y come, en tanto yo voy y hablo con mi padre.” Diciendo esto, se introdujo en el agua y desapareció de su vista. Pero no tardó mucho en volver, portando esta vez una brazada de excelente maíz tierno, y dijo al tolteca:
4.

“¡Tolteca! Toma esto y llévalo a Se Akatl, el señor de Tula. Y al entregárselo, así has de decirle: ‘¡Príncipe! El Cielo ha tenido a bien suspender la condena que por tu culpa pesaba sobre tu pueblo. Pero esto pide a cambio: la carne de la hija del rey de los aztecas. En tanto el Cielo la come, llegará el sustento y vosotros también comeréis’.”
5.

El tolteca fue inmediatamente al palacio de Se Akatl y le transmitió la orden de Tlalok. Quedó espantado aquel al escucharlo, y amargamente dijo: “¡Así ha de ser! Sólo la muerte puede darnos la vida. Mas, por esa causa, ¿no nos acabaremos a nosotros mismos?” Muy confuso estaba, presintiendo que la exigencia de sangre era la señal del fin de su pueblo. Y volviéndose al mensajero, le pidió que no contase a nadie lo sucedido.





8

EL SACRIFICIO DE LA DONCELLA



1.

Pero la noticia no quedó oculta por mucho tiempo, pues Teskatlipoka conocía el pedido de los hijos de Tlalok y fue a pregonarlo por todas partes, seduciendo al pueblo con promesas de pan. Los toltecas estaban sedientos y dispuestos a todo por aplacar al cielo.
2.

Cierto día despachó el hechicero a dos de sus ayudantes hasta el monte de Culhuacan, donde estaban asentados por entonces los aztecas en sus casas de ramas, y les ordenó que pidiesen a la hija de su rey, la doncella llamada Ketsalli, pluma fina, la cual era apenas una niña.
3.

Al llegar, dijeron los mensajeros: “Toshkuekuesh, jefe de los nómadas: hemos venido por orden de Se Akatl, rey de Tula, pues aparecieron los hijos de Tlalok y piden una doncella a cambio del alimento. Es preciso que nos des a tu hija.”
4.

Muy tristes se pusieron los aztecas con la noticia, pero como eran un pueblo débil y esparcido, no pudieron oponerse a las órdenes reales. De modo que ayunaron durante cuatro días, llevando luto por la muerte de la doncella, y transcurrido ese tiempo la enviaron con los mensajeros. Vino acompañándola su padre.
5.

Al llegar a Tula, ordenó Teskatlipoka a sus ayudantes: “¡Tomadla de inmediato y sacrificadla allá!” Ellos lo hicieron así. De ese modo fue ofrecida la doncella por los pecados del pueblo. Este fue el comienzo de la matanza de seres humanos como ofrenda.





9

LA ELECCION DE LOS AZTECAS



1.

El jefe de los nómadas estaba muy triste y amargado su corazón. Pero los hijos de Tlalok se le aparecieron esa noche y le dijeron: “¡Toshkuekuesh! ¿Por qué estás apesadumbrado? Ven con nosotros al sitio donde ha sido inmolada tu hija, y trae contigo una copa.”
2.

Al llegar al templo, los hijos de Tlalok buscaron entre las ofrendas, tomaron el corazón de la doncella y lo pusieron en la copa, junto con granos de maíz y de incienso, y entregaron la copa a Toshkuekuesh, diciéndole: “He aquí lo que comeréis en adelante vosotros, los aztecas: maíz y sangra humana. Pues ya acabó el tiempo de los toltecas, y se acerca nueva ley y nuevo gobierno.”
3.

Entonces el jefe de los nómadas volvió con su gente y, tras relatarles todo lo ocurrido, trasladó su campamento hacia los límites de Tula, sabiendo que ya se acercaba su momento.





10

LA VENDEDORA DE BANDERAS



1.

Al día siguiente, una nube cubrió la tierra; después llovió. Día y noche sorbió agua la tierra, pues estaba seca y sedienta. Brotaron luego diferentes frutos y reverdecieron las plantas. Sembraron los toltecas, y al llegar a los veinte y a los cuarenta días, se abultó la mazorca. Muy pronto se dio el maíz ese año.
2.

Los toltecas se pusieron muy contentos; agradecidos del cruel Teskatlipoka, comenzaron a ir tras sus cómplices y a participar en sus ceremonias. Pues aquel les instruyó diciendo: “Sólo de este modo mantendréis calmados a los dioses: si son abiertos los hombres y despojados de su piel.”
3.

Se dice que en un lugar llamado El Despeñadero fue donde por primera vez perpetraron sus prácticas. Estaba allí una mujer de la nación otomí que preparaba en el río hojas de maguey. Tomándola Teskatlipoka, la sacrificó y desolló, y revistió con su piel a Shiu’masatl, venado precioso, uno de sus seguidores, quien de ese modo fue el primer sacerdote de Shipe Totek.
4.

Por todas partes se regó el culto, pues los pobladores habían sufrido en exceso y estaban persuadidos de que, mediante ofrendas de sangre, habrían de conjurar el hambre. Era tal su entusiasmo, que muchos se ofrecían voluntariamente para ser inmolados.
5.

El primero en ofrecerse fue un pobre guerrero que andaba penando por la ciudad. Él gastó el resto de sus bienes en un banquete de aves y panes para sus amigos, y luego se llegó hasta la fuente de Chapultepec, donde estaba una viejecilla que vendía banderas de papel, le compró una bandera y fue con ella a ofrecerse en sacrificio. Entonces le cortaron su cabeza y la clavaron en una estaca. La viejecilla era el propio Teskatlipoka, quien de tal modo seducía a los hombres con promesas de perennidad.
6.

Aleccionó también a ciertas mujeres, quienes se dieron a sí mismas el nombre de Madres de las Inmundicias. Estas aparecieron primero en la tierra de los cuextecas, donde capturaron a varios hombres y los trajeron en peregrinación a la ciudad de Tula. Y sus cautivos les servían por maridos.
7.

Cuando estaban llegando a la ciudad, hablaron con ellos y les dijeron: “Ya llegamos a Tula. Con certeza entraremos en la tierra y haremos una fiesta. Hasta ahora nunca ha habido flechamientos humanos como ofrenda, pero nosotras iniciaremos la costumbre, nosotras os flecharemos.” Al escuchar esto, los cautivos rompieron a llorar.
8.

Llegadas a la ciudad, las mujeres celebraron una fiesta en honor a la Madre de la Inmundicias. Y tomando a dos de sus cautivos, les tiñeron los cuerpos de azul, les adornaron con ricas joyas y los ataron a un madero. Luego danzaron en torno a ellos y cantaron una canción que decía:
9.

“¡Fléchalo, fléchalo, fléchalo otra vez! Y eso sin dejar de danzar, porque así es propio de los buenos guerreros, de los escogidos para servir al hermoso Señor. Como el Sol asoma sobre el bosque, al Oriente, así asoma el guerrero flechador. De sí lo da todo el guerrero.”
10.

En tanto cantaban, flecharon repetidamente a sus cautivos, hasta que estos murieron desangrados. Era la primera vez que se veía este culto en la tierra.
11.

Tales fueron las señales pronosticadas por el astrólogo Hueman como aviso del fin de los toltecas. Fue advertido el rey de todo lo ocurrido, pero él no supo cómo proceder, únicamente se dedicó con redoblado vigor a sus austeridades.





11

EL ROBO DEL ESPEJO



1.

Otra señal ocurrió. En un templo de Tula se guardaba una gran estatua de piedra en cuyo pecho había un espejo de obsidiana que los toltecas apreciaban mucho, pues por su medio era posible hablar con Ometeotl. Este oráculo estaba custodiado por guardianes.
2.

Cierto día entró en el templo Teskatlipoka, y haciendo uso de su arte mágica, sopló sobre los guardianes y los durmió con un profundo sueño. Luego se llegó a la sala del oráculo, golpeó la estatua, la derribó por tierra y la hizo pedazos. Finalmente, tomó el espejo de obsidiana, lo echó en su morral y lo llevó consigo a ciertas habitaciones subterráneas donde moraba.
3.

Al despertar, los guardias buscaron el espejo por todos lados. Estaban muy ocupados, cuando entró una anciana en el templo y les dijo:
4.

“Hijos míos, lo que buscáis yo sé donde está. He aquí, lo tienen mi Señor Teskatlipoka, el cual me ha enviado para que os muestre el sitio. ¿No lo veis? Pues se encuentra guardado en lo profundo, debajo de esta sala.” Con burlonas palabras se mofó la vieja, y antes de que pudiesen capturarla, ya había desaparecido.







12

EL NIÑO BLANCO



1.

Otro prodigio realizó. Había al poniente de la ciudad un cerro en cuya cima apareció un niño blanco, muy rubio y hermoso, de gran tamaño, el cual permanecía sentado sobre una peña. Se asombraron al verlo los comarcanos y se dijeron: “¡Hermanos! ¿Qué es esto?” Le espiaron, hasta que lograron capturarle. Entonces lo llevaron a Tula para mostrarlo al rey.
2.

Pero, al ponerlo en medio de la ciudad, el niño comenzó a cambiar, su belleza se transformó. Abrió su boca, la cual era extraña y sin dientes, y de ella comenzó a salir una sustancia de olor penetrante, como suciedad. Viendo lo cual, Se Akatl ordenó: “¡Llevad esa aparición, por cualquier medio, hasta el lugar de donde fue tomada!”
3.

Pero, al tratar de moverlo, aquel ser comenzó a rebelarse con la fuerza de un dios, arrojando al suelo a sus captores, y creció más aún. Entonces lo mataron, lo abrieron y lo observaron por dentro. No tenía corazón, nada de entrañas ni de sangre. Y al punto comenzó a pudrirse su cabeza, de modo que un gran hedor salió de ella y se expandió por la ciudad, contaminando a los toltecas.
4.

Al ver esto, lo ataron con una red e intentaron arrastrarle, mas no pudieron. Aunque estaba muerto, el ser rompió las cuerdas con que lo sujetaban, se levantó de la tierra y comenzó a caminar por la ciudad, hollando y arrastrando a todos cuantos encontraba a su paso.
5.

Por en medio del aire se oyó entonces una voz que gritaba: “¡Es preciso enterrar este muerto! ¡ Sea arrastrado, pues su fetidez causa la muerte!”
6.

Fueron los toltecas con cuerdas nuevas e hicieron intentos por capturarle, pero no lo consiguieron, pues el peso y el tamaño del niño iban en aumento. Muy fácil había sido traerlo a la ciudad, pero sacarlo de ella era ahora imposible.
7.

De nuevo dio voces el pregonero, diciendo: “¡Venid todos, hermanos, tomemos este ser! ¡Traed con vosotros vuestras redes para echar lejos la muerte!”
8.

Se congregaron todos los ciudadanos, jóvenes y ancianos, y a gritos se animaron a capturarle, lo ataron con ocho cuerdas gruesas y tiraron con fuerza. Pero las cuerdas se rompieron, y aquellos que tiraban de ellas rodaron por el suelo, atropellándose entre sí. En la confusión, algunos perecieron.
9.

Por tercera vez se escuchó una voz en el aire que aconsejó a los toltecas de este modo: “¡Hermanos! Para que la muerte sea arrancada de nosotros, es preciso cantarle su canción.” Y Teskatlipoka, que andaba en medio de la multitud y era quien daba las voces, dirigió el canto que decía: “¡Átalo, muévelo, échalo al mar! ¡Sea arrojado lejos el comedor de inmundicia!”
10.

A fuerza de cantos lograron al fin moverle. Entonces lo arrastraron hacia la laguna que está junto al Cerro de las Peñas, con el propósito de echarlo en ella. Y eran muchos los curiosos que se habían congregado para asistir al paso del gran niño.
11.

Pero, una vez llegado al agua, aquel ser se animó nuevamente, dio un salto sobre el suelo y se despegó de la tierra. A lo alto ascendió, llevando enredados entre las cuerdas a muchos que, por arrastrarlo, se habían aproximado.
12.

Y un gran número de quienes olieron la fetidez que emanaba del ser, cayeron luego enfermos y murieron. Por todas partes se regó la epidemia, pues el olor había abrumado a todos con su hediondez. Por donde el viento lo llevó, pasó la muerte, y quedó grandemente desolada la tierra.





13

EL NIGROMANTE



1.

No contento con el mal causado, urdió el hechicero otro plan para engañar a los de Tula. Aprovechando que era día de mercado, se detuvo en la mitad de la plaza, de modo que todos le vieran, y en su mano izquierda apareció un pequeño hombrecillo artificial que bailaba. Viendo esto los comerciantes, se agruparon en torno al mago para admirarle. Por ver el prodigio acudían en tal confusión, que unos a otros se pisoteaban y magullaban.
2.

En cierto momento una voz cruzó por el aire, increpando a la multitud: “¿Qué significa esto, hermanos? ¡Es magia lo que hace bailar a ese ser! ¡Mirad, es un hechicero! ¡Matémosle, golpeémosle de inmediato!”
3.

Así lo hicieron. Todos se alzaron y, con golpes de piedra, hicieron perecer al mago. Allí donde cayó, junto con su hombrecillo, allí lo lapidaron. En su ardor, no comprendieron los toltecas el mal que hacían.
4.

Entonces se oyó de nuevo la voz que gritaba: “¿Qué hacéis, pecadores? ¿Por qué habéis hecho mal a ese sabio anciano? ¡Enloquecidos os tienen los dardos del demonio!”
5.

En ese momento se oyó el aletear de un ave en el cielo, y pasó sobre la plaza una garza blanca cuyo cuerpo estaba atravesado por una saeta. Volaba algo lejos de tierra, pero era visible para los mercaderes, los cuales miraban asombrados hacia arriba.
6.

Al mismo tiempo, vieron arder a lo lejos la gran cadena de montes que se llama Zacatepec, la cual se incendió por sí misma con grandes llamas.
7.

Se alborotaron los toltecas al ver estas cosas, y dando gritos, se decían: “¡Oh, hermanos! ¡Ya se acaba nuestra fortuna, ya perecemos! ¡Se va el mundo de la cultura, regresa para nosotros la barbarie! ¡Ay de nosotros, desdichados! ¿Adónde iremos para estar a salvo?”





14

INUNDACIONES Y PLAGAS



1.

Pocos días después, cayó sobre Tula una enorme piedra, y llovieron innumerables pedrezuelas sobre sus moradores, lo cual tuvieron por milagro.
2.

Mientras esto ocurría, se desató una tormenta y comenzaron a caer muchos aguaceros, con tal violencia, que destruyeron grandes edificios. Casi cien días estuvo lloviendo sin cesar, por lo que pensaron los toltecas que había llegado la hora de su destrucción.
3.

Oraron a Tlalok, pidiéndole que, en su gran misericordia, aplacase las aguas. Entonces escampó.
4.

Pero, tras el agua, una plaga de langostas se abalanzó sobre la tierra y devoró toda planta verde. Y tras las langostas cayeron gusanos, gorgojos y sabandijas, que por todas partes lo devoraron todo.
5.

Por causa de estas plagas, todos los graneros del reino quedaron destruidos. En cuanto al resto de los alimentos, los que no habían sido devorados por las sabandijas, se volvieron acedos y fermentaron, que nadie los podía comer. Y cundió el pánico por causa del hambre. Gran engaño y burla hizo Teskatlipoka, y costó muchas vidas a la nación.





15

LAS MIGRACIONES



1.

En medio de estas calamidades, se escuchó la voz de un sacerdote que iba por las provincias del reino con su báculo y a todos exhortaba de este modo: “¡Hermanos! Estas son las señales de los dioses, quienes están airados contra nosotros porque no les hemos dado suficiente alimento. ¡Condenado está el reino, corrompida la tierra! ¿Adónde ir en este día aciago?
2.

“Desamparemos las milpas, sellemos nuestras casas y salvemos la vida. Porque si permanecemos atados a la ciudad, sólo males, calamidades y ruinas podrá traernos el tiempo. No es posible escapar de la ira del Cielo ni conjurar las palabras de la profecía.”
3.

Con tales palabra atraía a los toltecas, convenciéndoles para que le siguieran y ofreciéndose como guía para ponerlos a salvo en tierras de descanso. Viendo los afligidos moradores cómo su calamidad crecía, muchos tomaban por bueno su consejo y, abandonando sus bienes, iban tras el sacerdote – quien no era otro que Teskatlipoka -, unos hacia el norte, otros por el rumbo del poniente.





16

LA DANZA DEL JARDÍN



1.

Viendo que sus propósitos no se consumaban, dispuso el hechicero una maldad final. Tenía el rey unos jardines en las inmediaciones de Tula que se llamaban Shochikalko, casa de las flores, los cuales estaban a cargo de un oficial llamado Tekiwa, trabajador. Este hombre fue emboscado por Teskatlipoka, quien le mató y ocultó su cadáver entre las cañas.
2.

Luego, adoptando la apariencia de Tekiwa, envió un heraldo a los toltecas con el siguiente anuncio: “¡Ciudadanos, poneos en movimiento! Os esperan en la región de los jardines Tekiwa y sus jardineros, a fin de trabajar en los mantenimientos. Una vez terminada la obra, habrá panes y vino, y danzaremos al ritmo del tambor.”
3.

Se juntaron prontamente muchos toltecas y acudieron a la propiedad del rey con sus instrumentos de labranza. Con ellos iban sus esposas y sus hijos, todos acudieron. Cuando hubo terminado el trabajo, los jardineros repartieron vino y tocaron sus tambores, y todo el pueblo comenzó a danzar.
4.

El ardor de la danza fue creciendo bajo las instrucciones del hechicero. Era su canto un canto nuevo, cuyas palabras se alargaban en una lengua que nadie comprendía. Subía el canto haciendo olas, el canto del sueño, deslizándose como un embrujo sobre la muchedumbre, y todos lo seguían.
5.

Comenzó la danza hacia la puesta del Sol, y a la media noche resonaron las trompetas. Entonces el movimiento de los hombres se hizo más frenético. Bailaban los toltecas, hechizados, sin tener en cuenta que, poco a poco, iban siendo conducidos al despeñadero. Saltaban, embriagados, sin mirar en lo que hacían. Cuantas veces el jardinero entonaba su canto, se arremolinaban entre sí y se empujaban al hueco.
6.

Había sobre la barranca un puente de piedra en el cual se habían congregado muchos danzantes. En cierto momento, dando un gran grito, quebró el hechicero los cimientos del puente, de modo que cayeron los hombres al abismo y allí quedaron enterrados.
7.

Y viendo que algunos trataban de escapar trepando por los muros, tomó Teskatlipoka una maza con la cual rompió la cerviz de quienes llegaban arriba. Muchos, innumerables hombres murieron por su mano.
8.

Para rematar su obra, fue luego a los diques que protegían la huerta y destrozó sus cimientos, de modo que penetró violentamente el agua en los jardines y perecieron ahogados los toltecas junto a sus instrumentos de labranza.





17

EL CIERVO DEFORME



1.

Informado de estas calamidades, y viendo que era inútil toda la penitencia que de continuo llevaba a cabo en la oscuridad de la noche, pidió Se Akatl consejo a sus ministros. Ellos concluyeron que, para aplacar la ira del cielo, era necesario que se reunieran todos los pobladores, hombres, mujeres, niños y ancianos, sacerdotes, nobles y guerreros, pues todos habían pecado; y que demostrasen con sus lágrimas que estaban arrepentidos de sus transgresiones.
2.

Así se hizo. El día señalado se reunió una gran multitud. Cada uno llevaba, de su miseria, un pedacito que arrojar al fuego. Hacia el atardecer sonaron los tambores, se formó el ejército y los sacerdotes asperjaron los sahumerios. Se Akatl, investido con sus atributos reales, subió a lo alto del templo de Mishkoatl y clamó desde su corazón:



3.

“¡Oh, Señor nuestro, valeroso y humano, bajo cuyas alas encontramos abrigo! ¡Tú, que eres viento y tinieblas, tú que eres la paz! Vengo con dolor a decirte cómo estamos a oscuras aquí, en la ciudad, sin razón ni sentimiento. Ya no se saludan los vecinos entre sí, ya nadie tiene presente a los demás. Todos estamos como ebrios, ofuscados y sin esperanza de ayuda alguna.
4.

“¡Ojalá fuese esta tribulación de guerra, la cual procede del calor del Sol! Pues en ese caso, sintieran los valientes gran placer y danzarían. Pero no, las muestras de tu ira han caído sobre nosotros y nos han atado las fuerzas del mal, bajo cuyo asalto estamos prestos al pecado.
5.

“¡Ometeotl! En tu mano está dar sosiego y dulzura, riqueza y prosperidad, pues tú sólo eres el Amo de lo bueno. Te suplico que tengas misericordia para con tus siervos, danos un poco de tu ternura, que en verdad tenemos necesidad de ella. Te pido algunos días de descanso para el pueblo, goce unas horas, como quien se alegra con la belleza de una flor que en breve tiempo se marchita y muere, y luego hágase como tu corazón ordena. Estamos confiando en tu respuesta, tú, abrigo nuestro, príncipe de las tinieblas, quietud y paz.”
6.

Aun no había terminado Se Akatl su oración, cuando entró en la plaza un ciervo deforme, cuya cola arrastraba por el suelo. Dando bramidos, pasó junto a la multitud, que lo miró espantada, y siguió rectamente hasta donde estaba el rey. Allí, en presencia de todos, desapareció. Esta visión fue tenida como una mala respuesta del Cielo.





18

CONSEJO SECRETO

1.

Viendo estas señales, los ministros comenzaron a desconfiar del rey. Y considerando que era su culpa la destrucción del pueblo, se reunieron en secreto para maquinar su salida de Tula, diciéndose: “¡Ya basta! El gobierno perece. Es preciso que él deje su puesto y que nosotros tomemos firmemente el poder. ¿Cómo lo haremos, oh señores?”
2.

Entre los concertados estaba Teskatlipoka, disfrazando con un hábito de sacerdote. Este tomó la palabra y dijo: “Él es fuerte en sus austeridades. Sea, pues, así: hagamos vino y démosle a beber, para que pierda la seguridad que le sostiene y deje la penitencia. Entonces podremos expulsarle.”
3.

Los ministros estuvieron de acuerdo. Pero el malvado continuó: “Antes, señores, es preciso que lleguemos hasta su retiro y le hagamos conocer su cuerpo.”
4.

¡Cómo repetir lo que mutuamente se consultaron, con el propósito de hacerlo así! Ya les pesaba en su corazón el orden de Ketsalkoatl y labraban, sin saberlo, la ruina final de los toltecas.





19

UN CONEJO EN EL ESPEJO



1.

Seguidamente, fue Teskatlipoka a consumar su maldad. Tomando la apariencia de un viejecillo muy anciano y arrugado, se encaminó al palacio de Se Akatl, llevando envuelto, entre telas, un espejo. Estaba fabricado el espejo en una lámina de obsidiana muy pulida, de una sola pieza y doble faz, y en ambas caras labró el hechicero la figura natural de un conejo ensangrentado.
2.

Cuando llegó al palacio, dijo a los guardias: “Señores, yo os saludo y os pido que aviséis al sacerdote: ‘Ha venido un anciano que desea mostrarte y darte a conocer tu propio cuerpo’.”
3.

Le respondieron: “Vete, viejo, que no lo puedes ver, porque está ayunando y tu presencia tal vez le cause enojo y pesadumbre.”
4.

Pero él dijo: “¡De cualquier manera es preciso que le vea!” Mucho insistió, hasta que los guardias accedieron. “Aguarda aquí, que se lo diremos.”
5.

Fueron, pues, a avisar a Se Akatl: “Señor, un anciano ha llegado y desea verte. Le echamos para que se fuera, mas no quiere, diciendo que te ha de ver por fuerza. Asegura que ha venido para mostrarte tu cuerpo.”
6.

“¡Mi cuerpo! – preguntó aquel - ¿Qué significa eso? ¿Qué es mi cuerpo? Observad primero lo que trae, entonces entrará.”
7.

Fueron al viejo y le ordenaron: “Antes de entrar, muéstranos lo que traes.” Pero él no quiso. “No vine a mostrarlo a todos, sólo debe verlo el Penitente. Id y decidle: ‘He aquí, el anciano insiste en venir en persona para darte a conocer tu propio rostro’.”
8.

De nuevo fueron a Se Akatl llevando esta respuesta. Entonces él ordenó: “Sea, entre acá y llegue hasta mi, que hace muchos días espero a un mensajero.”
9.

Fueron los guardias y llamaron al viejo. Llegó este a la presencia del príncipe, se inclinó ante él y le y dijo: “Hijo mío, sacerdote, yo te saludo y vengo a mostrarte tu cuerpo, tu propia carne.”
10.

Saludó Se Akatl: “¡Sé bienvenido, abuelo! ¿De dónde vienes? Cansado estás, rendido. ¿Eres acaso el mensajero que espero?”
11.

El anciano respondió: “Hijo mío: vengo de la Montaña de los Extranjeros. Soy tu siervo y esclavo, y he venido para mostrarte tu imagen.”
12.

Preguntó el príncipe: “¿Qué es eso de mi imagen? ¡Muéstramela, que yo la vea!”
13.

Entonces Teskatlipoka desenvolvió el espejo y se lo entregó diciendo: “Este es tu cuerpo. Míralo bien, que del espejo sale. Reconócete a ti mismo, sacerdote, pues has de ver tu propia forma.”
14.

Pero, al mirarse en el espejo, Se Akatl vio el conejo ensangrentado que en su interior estaba. Lleno de espanto, arrojó el espejo y gritó: “¿Acaso soy así? ¿Es posible que en esa forma me haya visto mi pueblo? ¿Podrán contemplarme sin espantarse o sin burlarse de mí? Antes, huirían asustados, pues feo es mi aspecto, viejo y arrugado mi rostro, hundidas las cuencas de mis ojos, hinchada mi carne y deforme mi figura.”
15.

Entonces se amargó Se Akatl en su corazón y, tras quedar en silencio largo rato, decretó: “¡Nunca más me verán mis súbditos! Aquí, en el templo, quedaré encerrado para siempre. La oscuridad será mi velo y los sótanos mi refugio, no volveré a ver la luz. ¡Vete, viejo! Me has apesadumbrado.” Al escuchar estas palabras, Teskatlipoka se despidió de él y salió.





20

EL TOCADO REAL



1.

Se rumoró la noticia de que el príncipe ya no salía de su palacio ni para cumplir con sus obligaciones, y que pasaba los días en la oscuridad de los sótanos. Los toltecas se sintieron desamparados y comenzaron a reclamar su presencia.
2.

Se concertaron entonces los ministros con el propósito de obligarle a salir, y Teskatlipoka, que estaba entre ellos, les dijo: “Ha llegado el momento de avisar al oficial de pluma para que componga el maquillaje real.”
3.

Notificaron, pues, a Omekoyotl, dos coyote, el oficial de pluma: “El Señor tiene necesidades de tus oficios. Ve y ayúdalo a aparecer en público.” Él respondió: “Sea en buena hora, señores. Voy a verle.”
4.

Fue luego al templo donde Se Akatl se ocultaba y le dijo: “Príncipe mío, sugiero que salgas a fin de que te vean tus súbditos.”
5.

Pero él respondió: “No, porque no quiero que me miren y huyan espantados.”
6.

Insiste el oficial: “Eso tiene remedio, yo he de componer tu imagen con afeites y plumas. ¡Te verás radiante!” Mucho insistió, hasta que el rey accedió. “¡Has como dices, abuelo!”
7.

Entonces Omecoyotl le ciñó su insignia de plumas, puso sobre su rostro una máscara verde y, tomando pintura roja, tiñó sus labios. También tomó amarillo para decorar sus mejillas y le pintó unos colmillos. A continuación, adornó su barba y sus cabellos con plumas preciosas, le puso una túnica fina y calzó sus pies. Finalmente, hizo traer un espejo.
8.

Cuando Se Akatl se vio, quedó muy contento de sí y al punto abandonó la habitación donde se ocultaba. Entonces Omekoyotl envió a decir a los nobles: “Ya hice, señores, conforme a vuestra voluntad.”
9.

A los que respondió Teskatlipoka: “¡Excelente! Ahora me encargo yo.” Y, poniéndose de acuerdo con uno de sus ayudantes, apodado Toltekatl, artífice, ambos se pusieron en movimiento.





21

LA EMBRIAGUEZ



1.

Tenía Se Akatl una propiedad en Shonapakoyan, en el ángulo del río, donde se preparaban los alimentos que eran consumidos en la corte, la cual estaba a cargo de su mayordomo, Mashtlaton, braguerito.
2.

Teskatlipoka y su ayudante fueron a la casa de Mashtla y pernoctaron allí. Tenía este dos hijas vírgenes dedicadas al servicio de Ketsalkoatl, y era muy celoso respecto a su crianza. Al ver llegar a los forasteros, las encerró en un aposento y luego atendió sus negocios. Pero este hecho no quedó oculto para Teskatlipoka.
3.

Los mensajeros le pidieron provisiones; tomando verduras, tomates, chiles y mazorcas de maíz, aderezaron diversos platillos. También le pidieron leche de maguey, y en solo cuatro días compusieron vino y lo recogieron. Y le echaron dentro unos panales de miel de abeja y ciertos hongos embriagantes.
4.

Luego ambos adoptaron la apariencia de unos santos peregrinos y fueron a Tula llevándolo todo: las especias, las frutas y el vino reforzado. Al llegar al palacio real, pidieron ser introducidos. Dos veces, tres, volvieron, sin ser recibidos.
5.

Por fin, los guardias les preguntaron de dónde eran, a lo que respondieron: “Del Monte de los Sabios procedemos, ¡oh señores!, y traemos un presente para el Penitente.” Oyendo este recado, Se Akatl ordenó: “¡Que entren!”
6.

Ellos entraron a las habitaciones reales, lo saludaron y le pusieron delante su presente. Se Akatl preguntó: “¿Quiénes sois, abuelos? ¿Por qué habéis venido? ¿Acaso portáis con vosotros cierta respuesta del Cielo que espero desde hace muchos días?”
7.

Le respondieron: “Somos artífices de la Tierra del Arte, ¡oh sacerdote!, y hemos venido para darte un mensaje. Pero antes, debes comer.”
8.

Dudaba Se Akatl en comer, pero al fin probó un bocado y quedó muy contento. Cuando hubo comido, le pidieron los peregrinos nuevamente: “Bebe. Hemos preparado para ti este néctar de blanco color. Bebe, te rogamos, el vino.”
9.

Pero él se negó: “No beberé, ¡oh ancianos!, pues soy ayunante y no estoy acostumbrado. Quizá este néctar sea embriagante o mortífero, y mi cuerpo, como veis, está débil, mis miembros apenas sostienen.”
10.

Entonces ellos le dijeron: “Precisamente, Señor, esta es buena medicina, muy saludable y sabrosa. Se alegra el corazón de quien la bebe.” Y como el príncipe se resistió aun, le rogaron: “¡Pruébalo al menos con tu dedo meñique y verás que cesará tu tristeza! Es vino bueno.”
11.

Probó Se Akatl con su dedo y quedó incitado a beber. Dijo: “¡Abuelos! Os acepto tres raciones más.” Pero le respondieron los pérfidos: “Has de beber cuatro, sacerdote, pues así se usa en nuestra tierra.”



12.

Bebió el rey y, llamando a sus pajes, les ordenó que ellos también bebiesen. Cuatro libaciones sirvieron a cada uno, y al presentarles la quinta, les rogaron: “¡Servios aún, en honor a vuestra grandeza!” De ese modo tomaron vino de hongos hasta quedar enteramente borrachos.





22

LOS CAMPOS DEL SOL



1.

Perdió el sentido Se Akatl y quedó como desvanecido. Su alma en éxtasis experimentaba el más profundo gozo, y en su alegría cantó: “He bebido, señores, vuestro licor reforzado. Mi corazón saborea la espuma de las flores. Embriagada está mi alma con gozo de hierba que transporta el sentido. ¡Oh, viejos que tenéis flores y banderas de plumas! Sois en verdad dueños de tesoro escondidos. ¡Cautiváis los corazones, oh abuelos!”
2.

Viéndolo así, Teskatlipoka le dijo: “Señor, has bebido, te has embriagado; ya está curado, ya no tiene forma tu corazón. ¿Recuerdas ahora tu trabajo y tu fatiga, tu muerte y tu partida al Mundo del Esplendor?”
3.

“¡Mi muerte! – exclamó Se Akatl - ¿Qué palabras son esas? ¿Adónde debo ir?”
4.

Le respondieron: “Por fuerza has de pisar aquel país, el mundo del color rojo, del negro color. Allá te espera desde el comienzo del tiempo un anciano señor, tu verdadero padre. El te dará en herencia un reino nuevo, mejor que este que aquí posees.”
5.

Se admiró grandemente Se Akatl por las palabras del anciano y quiso saber más. “¿De qué hablas, abuelo? ¿Qué rey es este y de qué reino? ¿Y por qué es preciso que vaya yo con él? Una vez allí, ¿qué será de mi pueblo?”
6.

Le respondió Teskatlipoka: “Mira, príncipe: ese señor es el Sol que nos alumbra, y su reino, el campo mágico de las infinitas mariposas, allí donde sus músicos y sus danzantes le alaban de continuo. Cuando llegues a su presencia, entre vosotros hablaréis y os comprenderéis. Cuerpo tendrás entonces de mancebo, y como niño, así te tornarás.”
7.

Al oír estas palabras se asustó el corazón de Se Akatl. “¡Viejos, no deseo ir allá! ¡Ya no quiero más de vuestra medicina!”
8.

Pero le insistieron, diciendo: “Señor, bebe aún un poco. Mira que es néctar de Dios, y si no lo bebes, después tendrás ardiente anhelo y no podrás satisfacerlo.
9.

“Mira, Penitente: tus súplicas han sido escuchadas. Yo sé cuánto deseas la partida a aquella tierra tan lejana de la nuestra. Por ello vives en penitencia y tienes esta falta de ánimo. Con la medicina que te hemos dado triunfarás en tu intento y tendrás la vitalidad necesaria para emprender la gran jornada. Y como premio, olvidarás todas las fatigas y trabajos de esta vida, los males que sufriste junto con tu pueblo y tu condición mortal.”
10.

Dudaba el rey, preguntándose en su interior si acaso era esta la respuesta que había estado esperando. Pero, viendo descubiertos sus íntimos pensamientos, confesó: “Es cierto, abuelos, no sabéis cuanto lo anhelo. Es mi ardiente esperanza hacerme inmortal y emprender la jornada de la vida perpetua. Y para ese fin, me he concentrado en inimaginables empeños.”
11.

Entonces le ofrecieron de nuevo: “¡Toma un poco más de vino! Pero si no quieres ya probarlo, al menos ponte un poco de él sobre la frente.” Y así que estuvo del todo ebrio, le pidieron: “Sacerdote, canta ahora tu canto.”
12.

Estas fueron las palabras que cantó: “Mi casa de plumas de quetzal, mi casa de doradas plumas, el templo de las caracolas he de dejar.”





23

EL RAPTO DE LA PRINCESA



1.

Entonces recordó Se Akatl a su hermana, la princesa Ketsalpetlatl, estera preciosa, la cual estaba recluida en el templo de las mujeres. Y ordenó a los ancianos: “¡Id y traed con vosotros a mi hermana mayor, para que juntos bebamos y cantemos!”
2.

Fueron, pues. Entrando Teskatlipoka en la habitación de la doncella, echó su aliento sobre ella y le dijo: “¡Yo mismo, cuyo nombre es Tinieblas, el de las nueve regiones de lo profundo, te lo ordeno! ¡Ven, sueño encantado, duérmela, llévate a mi hermana a las nueve regiones! Te lo exijo yo, el ser doble, que tuerzo mis coyunturas y levanto mi voz temible a todas partes.”
3.

Cuando la princesa estuvo dormida, Teskatlipoka llamó a su ayudante y le ordenó: “¡Ven, sacerdote Se Tekpatl! Verifica si la princesa duerme y llévala contigo, pues no ha de amar a otro ni sentirá deseos de ninguno, sino de su propio hermano.
4.

“Llévala al centro de la tierra, a los sitios profundos, y rodéala de nieblas, para que nada sienta, aunque la muevas hacia los cuatro rumbos, para que no sepa reconocerme a mí, la guerra, para quien todo es burla, que a todos escarnezco, convirtiendo a unos en otros y haciéndoles quedar insensibles. Pues al que quiero, le entrego, borracho, a las tinieblas del sueño.”
5.

Entonces el ayudante tomó a la doncella de la mano y ella le dijo mansamente: “Sea como quieras, abuelo y paje mío; vamos allá.”
6.

En cuanto a los guardias que custodiaban la casa de las doncellas, Teskatlipoka invocó sobre ellos el sueño y todos cayeron en profundo letargo.





24

KETSALPETLATL



1.

Cuando llegó la princesa, saludó a Se Akatl y le dijo: “Hermano, vengo de los ceibales del ocelote, del palacio de los tormentos. Soy Ketsalpetlatl y he traído un canto para mi señor.”
2.

Él le devolvió su saludo, diciéndole: “¡Alégrate, doncella! Da placer a tu risa, pon bondad en tu corazón, porque hoy es momento de gozo para todos, tiempo de dar color a nuestros sentimientos.”
3.

Entonces le fue asignada una preciosa estera junto al rey, le dieron de comer y le ofrecieron cuatro tazas de vino, reservando la quinta en honor a su grandeza. Y para dar música a su alegría, los viejos cantaron: “¡Oh tú, estera florida, hermana mía! ¿Adónde fuiste en un día de ayuno? ¡Olvídalo, embriágate ya!”
4.

Después de embriagarse perdieron toda razón. Ya no pensaron: “Somos ascetas.” Ya no recordaron la hora del baño nocturno, las espinas, la estera de serpientes, el silencio. Ya nada hicieron, en soledad, al alba.
5.

Se desató entonces lengua de Se Akatl y cantó: “En el cristalino seno donde nacen los deseos te anhelo, oh mujer. Fatigado estoy por la pena de tu amor. ¡Ven en mi ayuda, hermana mía, divina, con tu falda de serpientes! Eres hermosa, en verdad, como diosa. Quiero tenerte, no mañana ni pasado mañana, ¡ahora!
6.

“Yo, el joven guerrero, esplendente como Sol, con la hermosura del alba, ¿acaso soy un ser cualquiera? ¡No! Yo nací, yo viví por el florido, por el transparente sexo femenino. En verdad, tú eres digna de ser reverenciada como diosa, madre, hermana. Eres bella cual ninguna en el mundo. Este anhelo de amor me ha hecho llorar. ¡Te quiero ahora!”
7.

Por fin el sueño les rindió. Entonces los hechiceros entonaron la segunda parte de su canción: “¡Ved! El de las joyas de turquesa, el de las piedras azules, el Hombre, aquí yace, yace, yace sin sentido. ¡Ved! Con su mano enlaza una mujer.”
8.

Y para burlarse de Ketsalpetlatl, cantaron su tercera canción: “¿Qué has hecho, estera florida, mi hermana mayor? ¡Tú, la guerrera, corazón de piedra, mujer incapturable! ¿Has tomado prisionero, has atado al hijo de los dioses?”





25

EL DESPERTAR



1.

Cuando amaneció, Teskatlipoka dijo a su ayudante: “Es hora de que despierten”. Entonces se acercó a los durmientes y pronunció sobre ellos este conjuro:
2.

“He aquí, os llamo desde el centro del mundo y desde los cuatro rumbos, para que cese el encantamiento con que os transformé y dominé, y salgáis de las profundidades del sueño y la niebla. ¡Regresa, regresa! Ya se va vuestro sueño, ya regresáis. Os lo ordeno yo, embriaguez de la noche.”
3.

Se ensombreció el rostro de Se Akatl al despertar, y exclamó: “¡Desdichado de mí! He transgredido. ¿Cómo hacer para volver atrás? ¿Cómo limpiar la mancha que eché sobre mi cuerpo?”
4.

Se lamentó también la princesa: “¡Oh, hermano mío! Con vino blanco de maguey nos transportaron estos preciosos viejos. ¿Dónde estoy? ¿Qué hemos hecho? En manos ajenas he estado yo, avecilla, collar de jades. Sólo soy una mujer, y tú no me estimaste. ¡Ojalá mi corazón disfrutara y fuese bienvenido el placer! Sólo vine a cantar, y tú me has embriagado.
5.

“¡Muera yo ahora! Ya nada sé. Envíame, pues, al abrigo de mi madre, para que esté en paz y pueda descansar.” Entonces él la envió de vuelta al templo de las doncellas.
6.

Al llegar al templo, la joven cayó sobre su rostro y dijo a su madre: “Vengo de arriba, madre, del palacio de las piedras preciosas. Allí he sido engañada, allí fue menospreciada mi alma. Al hablar en mi interior, sólo pienso: he aquí, soy como mujer de venta. Hastiado de mí está mi corazón. ¿Acaso los que viven en abominación comiencen a pasar por aquí? ¡Castígame por ello, madre mía!”





26

LA DIOSA DE LAS AGUAS



1.

En un muro de la casa real estaba pintada una imagen de Chalchiu’tlikue, la señora de las aguas. Inclinándose ante ella, Se Akatl oró: “¿Qué harás conmigo, madre, oh tú, vestida de jades? Limpia mi ser humano en algún lugar de remolinos, allá, donde se depositan las corrientes y fluye el movimiento. Purifícame, ¡oh espíritu de las ondas!
2.

“Vengo ante ti con mis miembros abatidos. ¿No he de merecer tu compasión? Mira la piedra embrutecida, el leño embriagado. ¿Acaso quieres dañar para siempre a tu hijo?”
3.

En ese momento se animó la imagen sobre el muro, y con sonido de corrientes que chocan, envuelta en sus resplandecientes vestiduras, apareció la diosa en todo su esplendor. Se Akatl, abrumado, cayó a sus pies.
4.

La aparición, mirándolo fijamente, le dijo: “¡Mi varón, tú, el dueño de un rostro! ¿Cómo no te avergonzaste de burlar a tu pueblo? ¿Acaso olvidas, ignora tu corazón que he sido yo quien te rompió la abstinencia? ¿No sabes que allá, en tu cámara de jades, conmigo, con Shochiketsal, dormiste?
5.

“Vine yo como hermana, vine a felicitarte, ¡y mansamente aceptaste mi cuerpo humano! Arrojé sobre ti mis vestidos, ¡y te dormiste, manso, entre mis brazos!
6.

“Mi varón, ¿cómo no te dio pena atarte a un cuerpo humano? Ahora, por ello has de partir. ¡Si, te irás! Aquí sólo vine a capturarte, a interrumpir tu vida. Aquí concluye para siempre tu poder; ¡no pasarás!”





27

LA EXPULSIÓN



1.

La noticia de la embriaguez circuló rápidamente por la ciudad, pues Teskatlipoka fue por todas partes, levantando los ánimos con fingida vergüenza. Y los ministros del reino, escandalizados, acordaron poner fin al agravio. Todos estuvieron de acuerdo en que, para que no siguiese contaminando con su ejemplo a los toltecas, era preciso arrojar a Se Akatl.



2.

Fue avisado al rey para que viniese a toda prisa a la sala del consejo. Entró cabizbajo y doliente, y fue a sentarse en la silla real. Pero el gran ministro Chikomeshochitl, siete flor, interceptó sus pasos y le dijo:
3.

“¡Detente, sacerdote! ¿Dónde nos has herido? Precisamente en el lugar más íntimo. Hemos perdido la inocencia en tu pecado, ¡oh Nakshitl el florido! , en el pecado carnal de tus compañeros.
4.

“Ahora, ¡sal de nuestros límites! Te lo ordeno yo, el ministro Siete Flor. ¡Vete rápido, afrenta de tu pueblo! ¿Acaso ha olvidado tu corazón que rompiste tu voto allá, en la cámara de turquesa, junto al altar de piedras talladas? Allá te divertiste, allá fuiste embriagado, disipado. ¿Qué puedes alegar?
5.

“¡Ve lejos, a mofarte de otras gentes! Y acompáñalo tú, Madre nuestra, Señora de la tierra. Ve a estorbar el camino de este sacerdote con estorbos de fuego. ¡Sal sin protestas, mansamente deja el sitio! ¿Acaso hemos de esperar a mañana o a pasado mañana? ¡Enseguida, ahora te irás! Si no te alejas, nosotros ya sabemos lo que contigo hemos de hacer.”
6.

Al escuchar estas palabras, Se Akatl se retiró. Pero los ministros permanecieron reunidos a fin de determinar qué harían con las responsabilidades del reino. Y Teskatlipoka estuvo conspirando, persuadiendo a unos e intimando a otros, a fin de que colocasen en el trono a cierto partidario suyo, un joven llamado Wemak, mano fuerte, el cual era pariente de Se Akatl.





28

EL ATAUD



1.

Al abandonar la sala del consejo, Se Akatl recorrió la casa real, despidiéndose en su corazón de las casas que amaba. Cuando llegó a sus habitaciones, encontró que sus servidores y amigos se habían reunido allí con el fin de consolarlo. Lleno de vergüenza, les confesó:
2.

“Triste, abuelos, desolado está mi corazón. Ved a este mísero niño. Cual nube que se borra, así fue disipado. Pasé por los jardines, penetré en los salones, con flores se adornan los nobles entre sí. Mas, he aquí al mísero niño, disipado, esparcido, cual abanico de plumas en el viento.
3.

“He bebido vino de hongos y mi corazón se atormenta. Me siento solo en medio de la tierra. Me pongo a meditar y veo que no hay gozo, que no soy feliz. Sólo muerte, sufrimiento en torno. ¿Qué me resta por hacer? Ya nada, en verdad, sólo morir.
4.

“¡Oh, vosotros, mis amigos y parientes! Aunque unidos estuvimos en el mundo cual flores en una guirnalda, aunque fuimos como cuentas en un mismo collar, todos, en verdad, estamos solos.
5.

“¿Cómo ir allá, cómo entrar al mundo de Ometeotl? ¡Difícil, difícil! ¿Qué camino lleva a la casa común, donde descansan quienes vencieron su cuerpo? Abandonado con mi tristeza he sido aquí. ¿Acaso hay vida allá, en el camino que lleva a la paz? ¿En verdad mi corazón lo cree?
6.

“Tú, Autor de la Vida, nos atrapas en un cofre. Tú amordazas al hombre con ligas de espanto y le obligas a venir, aunque nadie le espera. Abandonados nos dejas aquí, acompañados tan solo de nuestra incertidumbre.”
7.

Entonces dio órdenes para que la fuese preparado una caja mortuoria. Y viendo que sus servidores se resistían a obedecer, les pidió: “Amigos, ya basta, debo dejar la tierra. Haced que traigan para mí el cofre de piedra.”
8.

Prontamente fue traído el cofre. Se tendió Se Akatl en su interior y ordenó que fuese puesta su tapa. Con esto dispuso su espíritu para partir, por si algún dios quisiese tomarlo.
9.

Descansó en el cofre durante cuatro días; en tanto, sus amigos estuvieron velándolo. Pasado ese tiempo, y viendo que la muerte no acudía a su llamado, clamó en alta voz: “¡Divinidad, poder, escucha mi voz! Nadie en mi silencio. ¡Yo os invoco, deidades, auxiliadme! Nadie escucha mi voz.” Oyéndolo gritar de este modo, sus servidores acudieron y le sacaron de la caja.





29

DESPEDIDA DE TULA



1.

Decidió Se Akatl abandonar para siempre la ciudad y el reino, a fin de llevar en tierras extrañas una vida errante. Seguidamente compuso las palabras de la canción que para salir de Tula cantó:
2.

“Mala cuenta de un día fue en mi casa. Que los ausentes de aquí se conmuevan, lo he tenido por difícil y peligroso. Permanezca y descanse sólo aquel que tiene un cuerpo de tierra. En cuanto a mí, ¡yo no nací para la servidumbre de las obras groseras!”
3.

Cuando cantó el Penitente, todos sus amigos se conmovieron y cantaron también: “En casa ajena aún no se había entristecido mi Señor. Serpiente Emplumada ya no lleva su cabellera de piedras preciosas, ¿qué ha ocurrido? Mas, ¿quizá en alguna parte permanezca puro el madero? ¡Ah, qué tristeza!”
4.

Después volvieron a cantar: “¡Oh, Ketsalkoatl, nuestro príncipe! Jamás se perderá tu nombre. Sola quedará en pie tu casa de jades, el templo de las serpientes. Sola quedará, erguida, la gran ciudad. Por eso sentimos deseos de llorar. Príncipe nuestro, Ketsalkoatl, ¡jamás se olvidará tu nombre!”
5.

Entonces él les pidió: “Basta, abuelos, ya me voy. Seguiré el camino ancho, el que se divide en dos, el que no tiene principio ni fin, y encontraré el motivo por el que ayer lloró mi hermana. Buscaré, llamaré, tomaré lo que me pertenece, no mañana ni pasado mañana, ¡enseguida, ahora!”
6.

Y les dio instrucciones respecto a sus propiedades. “Cerrad por todas partes, ocultad para siempre las riquezas que hemos descubierto. Tended un velo sobre nuestro recuerdo.”
7.

Entonces ellos escondieron las cosas de valor en el precinto de las abluciones nocturnas y enterraron todas las joyas de plata y coral en lugares secretos. Ordenó también quemar los libros que no pudiesen transportar consigo, obras maravillosas, lo mejor del arte tolteca. Todo lo ocultó allá, en las barrancas de los montes, donde permanece.
8.

Asimismo, dio libertad a las aves preciosas que guardaba en su casa para que volasen por el cielo. Y les pidió que, adelantándose a su partida, fueran a esperarle junto al límite de las grandes aguas.
9.

Luego tomó unas flautas de caña y cantó las segundas palabras de su canción: “Aún ha poco me llevaba en su seno mi madre - ¡ella no fue cortesana de un dios! Hoy lloro.”





30

A LA SALIDA DE TULA



1.

A la salida de Tula se detuvo y se sentó a descansar. Muchos habían ido a despedirle, pero él pidió a todos que regresasen a sus casas, excepto un grupo de amigos que siempre le seguía.
2.

También algunos vecinos, incitados por Teskatlipoka, se habían reunido para escarnecerle, e hicieron violencia sobre sus seguidores, mofándose de ellos y apedreándoles. Viendo esto, se acercaron a Se Akatl y le preguntaron cómo debían responder.
3.

Él respondió: “¿No me lo pregunto yo, acaso? La inquietud invade mi pecho. ¿Dónde está nuestro refugio, dónde nuestro mejor amigo? Consideradlo: ¿hay algo que no perezca sobre la tierra? Aquel por Quien Vivimos parece cansarse. No se atormente vuestro corazón, amigos, no me inquietéis más, que, en verdad, apenas si me queda razón.” Entonces dio la orden de marchar.
4.

Estaba entre sus seguidores el joven llamado Wemak. Viéndolo dispuesto a partir, Se Akatl le empujó suavemente con la mano y le dijo: “¡Detente, amigo! ¿Adónde vas? Este mundo es la casa de las víctimas. Yo he llegado a la sala de armas, tú apenas te asomas a la puerta. ¡No sigas, permanece allí!
5.

“Solitario me voy; he sido tomado cautivo, como un pato, ¡lejos debo ir! Siguieron la pista de este pequeño pato. ¡Ah, con la hoja afilada se dieron gusto!”
6.

En ese momento se le acercó un anciano de humilde aspecto, el cual, mirándole fijamente a los ojos, le preguntó: “¿Qué esperas, sacerdote? ¡Ponte ya en movimiento! En la tierra del rojo y el negro, ¿no eres allá esperado? Allá encontrarás la paz.” Al escuchar este consejo, Se Akatl partió.













TERCERA PARTE

“Así conocerán que sois toltecas: si procuráis conocer por vosotros mismos el perfume del incienso,

el color de las flores. Haceos toltecas: hombres de experiencia propia.”

Olmos, Wewetla’tolli.



1

LLANTO SOBRE TULA



1.

Así comenzó el exilio de Se Akatl, príncipe de Tula. Con él se fueron sus servidores, llevando el precioso legado de las artes toltecas: las sonajas, los tambores, las joyas y los libros que pudieron transportar consigo. En tanto marchaban, con flautas se iban acompañando.
2.

A una jornada de camino encontraron un sitio elevado donde había grandes piedras; allí hicieron alto para pasar la noche. Trepó Se Akatl a una peña para sentarse sobre ella y apoyó sus manos sobre la cara de la peña. Y dicen los viejos que en el sitio donde se reclinó, pueden verse sus huellas hasta hoy.
3.

Desde ese lugar era visible, a lo lejos, la ciudad de Tula, donde ya comenzaban a arder las antorchas. Al verla, se conmovió el Penitente y exclamó: “¡Cómo quedarán, desolados, tus patios y tus huertas! ¡Cómo quedarán, vacíos, tus aposentos! ¡Oh Tula, ciudad de la recta palabra: huérfana has de quedar!
4.

“Solitarios estarán tus palacios de maderas finas. Callados, tus monasterios de columnas labradas. Tus pavimentos de turquesas se romperán en pedazos y los templos de serpientes no serán terminados. Al verte, dirá la gente: ‘¡Se fue, la dejó abandonada nuestro príncipe!’ ¡Oh Tula, ombligo del mundo: huérfana has de quedar!”
5.

Al decir esto, no pudo contener su llanto. Grandes sollozos lo sacudieron y dos hilos de gruesas gotas, cual granizo, escurrieron por su rostro. Rodaron las lágrimas y perforaron la piedra. Cual si fuese lodo, cual si su esencia se hubiese reblandecido, quedó estampada la piedra. Y aseguran los viejos que las marcas pueden verse hasta hoy; por eso el lugar es llamado Iksatepetl, cerro de la huella.





2

EL NAGUAL



1.

Toda la noche meditó sobre las cosas ocurridas. En tanto, sus servidores dormían, extenuados por el camino del día. Hacia la madrugada, sintió que el sueño le vencía. Entonces tomó Se Akatl su estera, la extendió sobre la tierra y le dijo:
2.

“Estera, mi asiento de ocelote, tú que abres tu boca hacia los cuatro rumbos, pues tienes hambre y sed como yo, te conjuro por si se acerca el perverso, el burlador de hombres, ese agente de malos consejos, ¡despiértame, protégeme! ¿No ves cuán solitario y pobre he quedado, cuán sin sentido vivo y en completa miseria?” Diciendo esto, se echó sobre su estera y se durmió.



3.

Pero su nagual apareció en su sueño y le dijo: “¿Te quejas, corazón? ¡Has nacido! ¿Acaso crees que por siempre permanecerás sobre esta tierra, o eres tu propio amigo y quieres vivir tan sólo para ti?”
4.

Le respondió Se Akatl: “¡Oh, nagual, sé un dios para mí! ¡Hazme a tu imagen, dame tu fuerza y alegra en mí tu vida, sé mi dios!
5.

“¿Adónde voy? Ya se corta mi estancia sobre la tierra. Mi vida me es preciosa, yo existo, soy cantor, oro y guirnaldas esparcí, ¡y tengo que abandonarlas! Allá está la casa en que viví. En hileras, ordenadas, han quedado las columnas. ¿Acaso he tomado como premios plumas y jades? ¡No! La soledad es mi premio.
6.

“Era reconocido, tuve amigos, amaba. Pero ha llegado la hora de abandonarlo todo. ¿Podré dejar mi alma como recuerdo a alguien? ¡No! Solitario me marcho, cubierto mi corazón de espinas.
7.

“¡Oh dolor! Las plumas y los jades, las pinturas, cosas hechas con primor, ¡todo se ha perdido! Me voy, y en ninguna parte sobre esta tierra encontraré mi modelo.”
8.

Entonces su nagual le levantó del lecho, le mostró el horizonte oriental, donde ya comenzaba a amanecer, y le dijo: “¡Deja de cavilar, corazón mío! Allá, en el lugar de la cuenta final, en la tierra donde sin ira, sin sufrimiento, se vive una vida perfecta, ¿acaso hay memoria? ¡Levántate, vuelve tu rostro hacia la región de las espinas, al rumbo del nacimiento de la luz! Allá te espera el agua divina, la hoguera. Allá adquirirás el poder y el reino, la flor hermosa.”
9.

Al escuchar estas palabras, Se Akatl despertó, y su corazón se sintió reconfortado.





3

LA ENCRUCIJADA



1.

Al día siguiente les condujo el camino a una encrucijada. Se Akatl y sus seguidores se sintieron cansados y determinaron pasar allí la noche.
2.

Pero sus seguidores comenzaron a discutir, pues unos querían rodear las montañas, y otros pensaban en retroceder hacia alguna aldea o ciudad en busca de alimentos; no se ponían de acuerdo. Viendo esto, Se Akatl tomó la palabra y les dijo:
3.

“Compañeros guerreros, yo os pregunto: ¿adónde iremos? ¿Qué rumbo hemos de seguir? En verdad, incierto es nuestro destino. Respetables abuelos, yo os advierto: marchita ha de quedar la flor de nuestra insignia; la tenemos sólo en préstamo, y nadie se detendrá a mirar cómo se extingue.
4.

“Nos han pedido que nos echemos a un lado, que dejemos a otros nuestro sitio en la tierra. Nos han dejado solos en la encrucijada, frente a la indecisión y el desconcierto. ¡Estamos en préstamo!
5.

“El rumbo de la sabiduría se torna escabroso ante nosotros, ¿y ya pensáis en volver sobre vuestros pasos? Meditadlo, amigos: en ningún sitio sobre esta tierra encontraremos descanso.”
6.

Después de hablar así, se retiró al bosque para orar. Toda la noche batalló. Hacia la octava hora se le acercó sigilosamente un hombrecillo muy flaco, con el cuerpo cubierto de cenizas, el cual le dijo:
7.

“¡Animo, caminante! Tú que te atormentas, tú que tienes dolido el corazón, ¿qué ganas con ello? Reflexiona: aquí se viene a penar. Si perecemos, ¿no sería ello preferibleAunque te abandones tus amigos, aunque te nieguen tus guerreros, determina qué deseas hacer y hazlo. ¿Quieres tomar otro rumbo? ¡Tómalo! Tómalo y vete al sitio del dolor, al campo de batalla, allí donde logran los decididos la victoria. Ese es el premio de vivir en la tierra.”





4

CANCIÓN DE TIMAL



1.

A la mañana siguiente, Se Akatl reunió a sus seguidores y les avisó: “Señores, ya me voy, regreso a mi casa.”
2.

Entonces el príncipe Itimalli, comedido, tomó la palabra y le dijo: “¡Yo también iré! Penetraré en el país, barrenaré las montañas. ¡Yo también conoceré la sede de la sabiduría!” Y, tomando su atabal, cantó:
3.

“¡Timal, Timal! Yo he renacido, yo, el príncipe guerrero, la copia fiel del venerable anciano, de la serpiente nocturna. Mi madre es la Mariposa de Obsidiana y mi padre es el Señor Sol.
4.

“Yo pregunto a mi dios: ¿adónde voy, errabundo? Y mi interior grita: ¡yo también quiero ir, yo quiero penetrar! ¡A donde vaya el Penitente, quiero ir!
5.

“Yo mismo, Timal, enalteceré al Creador del mundo allí donde las águilas, donde los ocelotes. A tierra lejana iré, me haré un peregrino, seré extranjero, pues mi interior clama: ¡que yo también vaya, que yo también penetre!”
6.

Al escuchar las palabras de Itimalli, sus compañeros se animaron a continuar su viaje. Entonces Se Akatl ordenó sus pasos hacia el Sur, y puso sobre ellos a Matlakshochitl, diez flor, quien era el más anciano.





5

EN LA FUENTE



1.

Muchas jornadas caminaron rumbo al país de la sabiduría. Cierto día llegaron a un sitio donde brotaba una fuente junto a la cual moraban ermitaños. Por su causa, la fuente era llamada Koameyalli, manantial de serpientes. Allí se detuvieron.
2.

Los pajes se divertían con música y cantos, pero Se Akatl se apartó a un bosque cercano para orar. Estando allí, se le acercaron los ascetas del lugar para probarlo; iban desnudos y flacos, que era lástima verlos, y en sus cuerpos ostentaban las huellas de innumerables austeridades.
3.

Saludaron a Se Akatl con amables palabras y le dijeron: “¿Adónde te encaminas, joven príncipe? ¿Por qué has huido a estas soledades, abandonando tu ciudad? ¿Acaso de la tierra se hastió tu corazón?”
4.

Les respondió: “No estoy huyendo, ancianos, pues he sido llamado. Mensajeros de mi padre me señalaron el rumbo, y voy al Sur, en busca de sabiduría.”
5.

De nuevo le preguntan: “¿Y qué harás, una vez que llegues a esa tierra? ¿Acaso encontrarás allá lo que no pudiste alcanzar en tu propio reino?”
6.

Respondió: “Voy a acercar el agua a mi canal, voy a poner el agua frente al rostro del agua. Voy a trastornar la tierra y el cielo, oh ancianos. A la guerra voy, allá, donde pinta con colores a los héroes nuestra Madre.
7.

“Anhelo el rojo del ocelote, el estremecimiento del águila en el campo de batalla. Busco la flor de las fieras allí donde se abre, donde vuela una mariposa de obsidiana frente al rostro del agua. Voy al sitio donde toma a quienes quiere Aquel por Quien Vivimos, y al que toma, lo reconoce y hace suyo.”
8.

De nuevo le dicen los ascetas: “Aquí tenías un reino grande y hermoso, pero allá, ¿qué has de encontrar? ¿Acaso renunciarás a tu deber? Reflexiona, oh caminante; ¿quién sostendrá ahora a tu pueblo y tu ciudad? ¿Quién hará por sus pecados penitencia? ¿Quién será cual baluarte cuando quieran devorar los impíos? ¿Quieres ya renunciar?”
9.

Mucho le insistieron los ascetas para que regresara a Tula. Pero Se Akatl les respondió: “¡Basta, ancianos! De ningún modo me es posible volver. Por fuerza he de seguir.”
10.

Viéndolo así resuelto, le bendijeron. “Muy bien. Ve en buena hora y que los dioses te concedan el éxito. Pero antes, debes dejar aquí toda cultura, porque no te es posible llevarla a donde quieres ir.”
11.

Todo se lo pidieron: las artes de labrar la piedra y la madera, de fundir la plata y ordenar la pluma, de componer libros y pintar caracteres, las joyas, las leyes, las medidas; con todo se quedaron los ascetas.
12.

Se Akatl volvió junto a sus seguidores y les dijo: “Amigos, escuchadme: es preciso que dejemos la cultura. Las plumas y los jades no entrarán a la casa del misterio. Despojaos, pues, de vuestras bellas joyas, de vuestros cascabeles y guirnaldas, y aún de vuestras ropas. Desatad vuestros cabellos y presentaos tal como llegasteis a este mundo: vírgenes, impolutos, niños.”
13.

Ellos, obedeciéndolo, arrojaron a la fuente todos los objetos de la herencia tolteca, los cuales al momento se hundieron en le agua. Por eso el lugar fue llamado desde entonces Shiu’atl, agua de ricas joyas.





6

LA HELADA



1.

Subieron los peregrinos el paso que está entre los montes Popocatepetl, cerro humeante, e Iztacihuatl, mujer blanca. Esa noche hizo frío y cayó la nieve, y como estaban desnudos y cansados, algunos de ellos murieron allí.
2.

Al amanecer, Se Akatl vio los cuerpos helados de sus músicos, de sus cómicos, de los cantores que con él habían ido. Lleno de dolor, se arrodilló ante los cadáveres y clamó:
3.

“Tú, que solitario allá, en los íntimo del cielo, pronuncias la sentencia, ¿conoces acaso el precio de la vida? Tú, que en tu nicho de eternidad te cansas de este sueño de una noche y un día, ¿cómo no te cansas de hacernos llorar?”
4.

Y volviéndose a los sobrevivientes, les dijo: “¡Oh amigos! El Dador de Vida se burla, perseguimos un sueño. Nuestros corazones confían en él, pero, en verdad, él se burla. Conmovidos, vivamos por un instante el esplendor de esta pintura.” Entonces dio órdenes para que enterrasen los cadáveres.





7

LOS DISCÍPULOS



1.

Sólo ocho de sus seguidores entraron con él al país: Ilwitimalli, apodado Kopinalli, el imitador, Oselotl, ocelote, Osomatl, mono, Kuau’tli, águila, Witsillin, colibrí, Chikomekoatl, siete serpiente, Shiu’koatl, serpiente celestial, y Matlakshochitl, diez flor, quien, siendo el más anciano, era el de mayor autoridad.
2.

Y reuniéndolos, Se Akatl se comprometió ante ellos con un juramento: “Compañeros, no temáis, en adelante ya no os causaré pesadumbre ni dejaré que os cubráis de sombra. Pues mucho habéis padecido junto a mí. ¿Os olvidaré, acaso, os borraré?”
3.

A continuación les encomendó que llevasen, como él, una vida de penitentes, viviendo en comunidades y retirados de las multitudes. Que ayunasen y guardasen castidad, y que no olvidaran las cosas aprendidas en Tula. Ellos adoptaron hábitos de peregrinos, vistiendo ropas negras y dejando crecer sus cabellos.
4.

Por todas partes caminaron, siendo generalmente bien recibidos, pues las noticias de su expulsión de Tula y de las asechanzas de los hechiceros habían volado delante de ellos y eran conocidas. Poco a poco se les fueron aproximando seguidores, hasta completar unos cuatrocientos hombres y mujeres.





8

EN EL REINO DEL SUR

1.

Entonces Ulil, caracol, el rey de Uxmal, ordenó que fuese limpiada la plaza de su ciudad para preparar el descenso del poder del Cielo. A continuación vistió sus mejores galas e invitó a Se Akatl para que entrase en la ciudad, reconoció su condición como rey de todos los reinos y le otorgó el título de Precioso Pájaro Azul de los Cielos.
2.

También los itzaes lo recibieron con honores, pues creían que Se Akatl, por su condición real, tenía poder para curar las fiebres. Muchos enfermos se llegaban a su retiro para que les impusiera las manos. Dicen los viejos que allí hizo numerosas curaciones y milagros.



3.

Por todas partes corrió la fama de su presencia. Muchos reyes venían a verle en busca de consejo, pues era bueno el recuerdo de su reinado. Otros enviaban embajadores para aprender de él las artes y el gobierno tolteca.
4.

En la isla de Cozumel, que está junto a la tierra firme, hizo erigir un santuario de cal y canto, de diez palmos de altura, en medio de un patio muy pintado con almenas, y también un templo muy solemne donde se daban cita muchos devotos. Sobre este santuario puso una cruz en memoria de los hijos de Tlalok, señores de los cuatro rumbos, y la dejó allí para que los moradores se acordaran de él.
5.

Llegaron a ser tantos los que le seguían, que los señores de la tierra le pidieron que se estableciera aparte. Entonces eligió un parque cercano a la ciudad de Tiho e hizo preparar un asiento muy bueno para fundar su campamento. Y lo cercaron de una pared muy ancha de piedra seca, como de medio cuarto de legua, dejando sólo dos puertas angostas para entrar.
6.

En este patio hicieron templos en recuerdo de los que había en Tula. Al mayor llamaron Templo de la Serpiente Emplumada. E hicieron otro redondo y con cuatro puertas, diferente de todo cuanto se habían hecho hasta entonces en el país, y lo dedicaron al culto del viento. También hicieron casas para ellos, y un gran juego de pelota donde se ejercitaba Se Akatl con sus amigos.
7.

Instituyó que los señores de la tierra se reunieran en aquella ciudad cada cuatro años para discutir los asuntos del reino y llegar a un consejo de paz. Hasta entonces habían estado divididos los reinos entre sí, pero cuando él marchó, los dejó en mucha paz y amistad.
8.

Y recomendó a los señores de la tierra que fueran por los pueblos buscando a los mancos y los ciegos, y que les proveyeran de lo necesario; que velaran por la educación de los niños y el socorro de los viejos y los pobres; que buscaran personas aptas para gobernar y les confiaran el buen tratamiento de la gente menuda; y que trabajaran mucho por su sustento propio y por el mantenimiento de sus deudos.
9.

Y vinieron a buscarle los Cacchiqueles para que fuese rey sobre ellos, pero él no quiso, sino que les encomendó a Ilwitimalli. También vinieron a buscarle los pipiles para que les confirmase, y él fue con ellos y estableció los límites de su reino. En cada lugar a donde fue, dejó aprendices suyos para que lo representaran, con el encargo de que transmitieran el modo de vida tolteca.
10.

Y buscó a los sabios para aprender de su sabiduría. Ellos le confiaron los conocimientos secretos, le abrieron las puertas de la casa de los cuatro rumbos y lo consolaron de todas las tribulaciones que había sufrido en Tula.





9

EL POZO



1.

Cuentan los viejos que Teskatlipoka envió tras él a sus secuaces para espiar sus acciones y estorbar su camino con intrigas. Y algunos hombres viles que vivían en la tierra se alzaron contra él y trataron de acecharlo. Pero Ometeotl guió sus pasos en todo momento, y él pudo escapar ileso de quienes le perseguían.
2.

Entonces los hechiceros urdieron otra estratagema. Había en la ciudad de los itzaes cierto pozo reputado como muy sagrado, y venían a él peregrinos de todas las regiones de la tierra para ofrendar y llevar un poco de sus aguas. Se Akatl tomó la costumbre de descender por las mañanas a la boca del pozo para meditar sobre sus buenas y malas acciones.
3.

Cierto día, los secuaces de Teskatlipoka llevaron un niño hasta el pozo y lo arrojaron a sus aguas, donde se ahogó enseguida. Dos, tres veces repitieron esta ceremonia, y el pueblo comenzó a murmurar.
4.

Tales hechos llenaron de espanto el corazón de Se Akatl. Tomándolos como señal de Ometeotl, se determinó a continuar su camino. De modo que, reuniendo a sus amigos, se despidió de ellos, exhortándole a permanecer fieles a su recuerdo, y luego partió.

10

EN CHOLULA

1.

De regreso a la tierra del Norte, se detuvo en un lugar llamado Champotón, donde hizo construir dentro del mar un edificio bueno, a un tiro de piedra de la orilla. Así dejó perpetua memoria suya en aquel reino.

2.

Luego fue a la ciudad de Tenayokan y permaneció allí durante algún tiempo. Siguió hacia Kulwakan, y de ahí subió a Kuau’kechollan, cuyos moradores les recibieron como amigos y erigieron un templo y un altar en su honor. Allí dejó a Matlakshochitl como representante suyo, y siguió adelante.

3.

Grandes fatigas pasaron los peregrinos a su regreso, pues los toltecas habían olvidado el culto de Ketsalkoatl y muchos, dejándose seducir por los partidarios de Teskatlipoka, ya comenzaban a tributar a los enemigos de Tula. Por todas partes marchaban los ministros del hechicero, obligando a los hombres con amenazas y promesas para que le siguieran. Las familias se dividieron y cada cual ofrendaba a quien mejor le parecía.

4.

Pero en medio de tanta confusión, la ciudad de Cholula permaneció pura, pues en ella era fuerte el culto de Ketsalkoatl y sus sacerdotes establecieron allí un buen gobierno. Hacia Cholula, pues, se dirigió el Penitente.

5.

Cuando llegó, fue tan bien recibido, que decidió quedarse con los cholultecas. Ellos habían levantado un templo en honor a la Serpiente Emplumada, bien construido y bello y de mucha grandeza , en cuya cercanía había unas galerías subterráneas. Le ofrecieron las galerías, donde él se refugió con los suyos.

6.

En Cholula comenzó Se Akatl a impartir sus enseñanzas, según el Cielo le aconsejaba que dijera y según lo que había aprendido durante su estancia en el reino del Sur.

11

LAS ENSEÑANZAS

1.

He aquí las palabras con que instruyó Se Akatl a los cholultecas. Les dijo: “Dios es Uno. Ketsalkoatl es su nombre. Nada exige. Sólo serpientes, mariposas, eso le ofreceréis.

2.

“Nuestros padres y abuelos nos exhortaron diciendo que él nos creó, él, cuyas criaturas somos, Nuestro Señor Ketsalkoatl. También creó los cielos, el Sol y la divina tierra.

3.

“Así fue, en verdad: por su merecimiento y su sacrificio él inventó a los hombres y nos hizo seres humanos. De ese modo llegó a ser la Serpiente Emplumada, el Doble Precioso, Señor y Señora de toda dualidad. Así transmitió su aliento y su palabra.”

4.

Y les dijo: “Trece son los cielos, múltiples los peldaños. Allí vive el Dios verdadero, esencia del Cielo, Señor y Señora de la dualidad. De allí recibimos la vida nosotros, los merecidos. De allá cae nuestro destino cuando se escurre un niñito hacia la tierra.

5.

“Porque él lo dijo, porque lo ordenó en su interior, por eso existimos. No lo olvidéis ni de día ni de noche; invocadle en suspiro, en aflicción.”

6.

Y les decía: “El tolteca es sabio, es una lumbre, una antorcha, una gruesa antorcha que no ahuma. Hace sabios los rostros ajenos, les hace tomar un corazón. No pasa por encima de las cosas: se detiene, reflexiona, observa.

7.

“El verdadero discípulo es abundante, múltiple, inquieto, hábil, capaz; a sí mismo se adiestra, dialogando con su corazón, encuentra respuestas dentro de sí. Un tolteca todo lo saca de su corazón; por eso obra con deleite, hace las cosas con calma, con tiento, como un artista, compone lo defectuoso y hace convenir lo disperso, por él las cosas ajustan.

8.

“Por el contrario, el falso tolteca obra al azar, es una burla a la gente, opaca las cosas, les pasa por encima y las hace sin cuidado; en lugar de crear, imita, defrauda a los demás y es un ladrón.

9.

“De este modo os convertiréis en toltecas: si adquirís hábito y costumbre de consultarlo todo con vuestro propio corazón. Haceos toltecas: hombres de experiencia propia.

10.

“Conoced experimentalmente las estrellas, sus nombres e influjos. Sabed cómo marcha el cielo. Conoced también la duración del año y de sus signos.

11.

“Conoced los símbolos, las palabras. Cantad bien, hablad bien, conversad bien, responded bien, orad bien. La palabra no es algo que se compre.

12.

“Conoced la condición honorable, lo que es bueno: no cometáis adulterios, no os embriaguéis inmoderadamente, no os sometáis al juego ni al azar, no mencionéis vuestro linaje ni vuestra condición viril, no seáis indiscretos ni cobardes, ni procuréis los primeros lugares.

13.

“Evitad los extremos y manteneos en el medio, porque sólo en el medio existe la condición social, la condición honorable. Así os convertiréis en toltecas.”

14.

Y les dijo: “El sabio es luz, es tea, es espejo horadado por ambos lados. Suyas son la tinta negra y la roja, suyos los códices. Él mismo es escritura y sabiduría, camino y guía veraz para otros; conduce a las personas y las cosas, y es una autoridad en los asuntos humanos.

15.

“El verdadero sabio es cuidadoso, guarda la tradición, posee la doctrina y la transmite, sigue la verdad y es un maestro. Un maestro es quien no deja nunca de amonestar. Así hace sabios los rostros ajenos, nos hace a los demás tomar un rostro y desarrollarlo, abre nuestros oídos, nos ilumina. Es guía de guías y ofrece un camino. De él, uno depende.

16.

“Él pone un espejo ante nosotros, nos hace cuerdos y atentos, nos obliga a cobrar identidad. Se concentra en sus obras, regula su camino, dispone y ordena, aplica su luz sobre el mundo. Por eso conoce lo que hay sobre este mundo y la región de los muertos.

17.

“Gracias a él todos somos corregidos, enseñados. Por él, el niño humaniza su querer y recibe una estricta educación. Conforta el corazón de quienes le rodean, dando ayuda, remedio y curación.

18.

“El falso sabio, en cambio, es como un médico que ignora su oficio o un hombre sin cordura: dice que sabe acerca de Dios, que tiene la tradición y la guarda, pero es sólo vanidad. Dificulta las cosas, es jactancioso e inflado, es un torrente, un peñascal. Amante de la oscuridad y los rincones, es un ‘sabio’ misterioso, un ‘chamán’ con secretos, un ‘ensoñador’ que roba a su público, pues le despoja de algo.

19.

“Es un hechicero, pues tuerce los rostros ajenos y los extravía, haciendo que los demás pierdan su identidad. Es falso, pues encubre las cosas, tornándolas más difíciles de lo que son, metiéndolas en dificultades y destruyéndolas. Hace perecer a quienes le siguen a fuerza de misterios, acaba con todo.

20.

“Conoced ahora al médico. El médico verdadero es un sabio: da vida; prueba las hierbas, piedras, árboles y raíces. Ensaya sus remedios, examina, experimenta, alivia las enfermedades, da masajes, concierta los huesos, purga a la gente, hace que se sientan bien, les da brebajes, los sangra, corta, cose, hace reaccionar, cubre con ceniza.

21.

“El falso médico, en cambio, se burla de su prójimo, y en su burla, mata a la gente con medicinas, provoca indigestión y empeora las enfermedades; se esconde en sus secretos, pues es hechicero; posee semillas y hierbas maléficas; es un brujo, un adivino que, en lugar de experimentar, echa suertes; mata con sus remedios, empeora, ensemilla, enyerba.
22.

“Y he aquí al padre verdadero: es raíz y principio de linaje de hombres. Bueno es su corazón, recibe las cosas, es compasivo y se preocupa. De él es la precisión, el apoyo, con sus manos protege. Cría y educa a los niños, les amonesta y enseña a vivir, les pone delante un gran espejo agujereado por ambas caras, una gruesa antorcha que no ahuma.

23.

“Y he aquí al hombre maduro: un corazón firme como piedra, un rostro sabio. Es dueño de su rostro y de su corazón. Hábil y comprensivo, buen componedor de textos, es un tolteca de la tinta negra y roja, un entendido. Dios está en su corazón y diviniza con su corazón las cosas; dialoga con su propio corazón.

24.

“Y el verdadero artista: un conocedor de colores; los aplica, sabe de matices y armonías; dibuja pies, caras, les da sombra y relieve, logra efectos. Como tolteca, pinta los colores de todas las flores.”

25.

Y les dijo: “Bueno es que os mantengáis por vosotros mismos. Cread, trabajad, recoged leña, labrad la tierra, sembrad nopales. Con eso beberéis y vestiréis; pues honra, enaltece el trabajo duro.

26.

“Pero, ¡cuidaos de las obras mundanas! Porque mucho crece, muy rápido engorda lo que enferma, lo que atormenta, lo que fatiga, lo que causa espanto.

27.

“Correcto es si junto a ti es dicha la buena palabra, la que no causa daño. Si la transmites, no le excedas ni le quites: sólo lo justo dirás.

28.

“Pero, ¡cuídate de las palabras distraídas! Porque sólo pervierten, no son serenamente rectas; precipitan al hueco a quien las pronuncia, nos llevan a la trampa y al lazo, a la piedra y el palo.

29.

“Acercaos al sauce y al sabino, al que es modelo y ejemplo, pauta, dechado y señal, libro y pintura, al hombre honorable y de buena fama, a la condición social, a la luz, la antorcha y el espejo. A quienes por todas partes hacen lo excelente, dando brillo, dejando lo bueno, imponiendo un orden con prudencia, alegría y serenidad. A quienes son cofre y caja, sombra y buen abrigo, gruesa ceiba, sabino generoso que da brotes y se yergue poderoso, firme.

30.

“Acercaos a quienes no se quedaron dormidos ni se ocultaron en el sueño, a quienes no desgarraron su labios (con calumnias), a quienes en paz llevan sobre sus piernas, en sus brazos y espaldas, a aquel (pequeñín) que va jugando y se divierte con tierra y duerme en la redecilla.

31.

“Recordad al anciano, la anciana, el indigente, el desdichado, al que no se alegra, al que no es feliz, al que tiene pegado el intestino (de hambre), al que no encuentra su casa y vive en confusión, al que derrama sus lágrimas y muerde sus uñas (de desesperación), al que lleva las manos atadas a la espalda,

32.

“A quienes donde las fieras, en las cárceles de la miseria y la indigencia van penando, a quienes por los desiertos y los montes se fatigan tras el chile y la sal, las verduras y el agua, a quienes son engañados en las plazas y tienen los labios resecos.

33.

“En cambio, huid de estos sitios: el festín, el río y el camino. No os detengáis allí, porque allí está, allí habita el gran devorador, (que es) la mujer ajena, el esposo ajeno, la prosperidad, la falda, la camisa ajena.

34.

“No busques en exceso una buena apariencia, pues él te acepta así, discretamente. En cualquier sitio, en cualquier momento, tus adornos y tus joyas podrán arrojarte al torrente.

35.

“Que vean en ti, en cambio - pues el que instruye a otros fundamenta el modo de no dar vueltas en vano - al que enseña y se preocupa.”

36.

Y les dijo: “Hay uno que vive en embriaguez y en sus manos se babea. Ha manchado su cuello, se apresta a difamar, se apropia de las cosas y da alaridos, pues la hierba y el vino les han atado.

37.

“Ese ya no sale por su salida ni vive su propia vida, ya no corre su carrera, no tiene rostro ni orejas, no canta, no dice, no se expresa; a la hora del grito, ya no grita. No tiene camino ni conoce el orden, pues no presta atención a la palabra buena, aquella que eleva, que expresa.

38.

“Sólo, sin reflexión vive, moviéndose de continuo, cayendo de repente. Desgarrado, revolcándose en su inmundicia, así vive. No se levanta en paz ni se acuesta en alegría. En ceguedad vive y no sale de ahí, ya no quiere crecer.

39.

“Como conejo se inquieta, como venado huye. Únicamente anhela escabullirse, tan sólo rechaza con el pie. Nada comprende ni retiene, no es civil. Se arroja contra sí mismo y se abandona a las dudas, da golpes, gruñe, lanza mordidas.

40.

“Ese violó la voluntad de Ketsalkoatl. Por eso ya no extiende su brazo cuando debe extenderlo, ni va al sitio a donde debía ir. Ya no entrará a donde debe entrar, ni morirá cuando deba morir.”

41.

Se Akatl se sentaba en las escalinatas del templo de Cholula y venían a él personas de toda la tierra para consultarle sobre los modos de vida tolteca. Y él les enseñaba, diciendo:

42.

“Amaos los unos a los otros, ayudaos en la necesidad con la manta y el braguero, la joya, el salario y el alimento. Pues no es verdad, no es cierto si despreciáis a quienes os rodean.

43.

“Dad limosna a los hambrientos aunque tengáis que quitaros vuestra comida. Vestid al que va en harapos aunque vosotros mismos quedéis desnudos. Socorred al que os necesita aún a costa de vuestra propia vida. Pues una es vuestra carne y una vuestra humanidad.

44.

“Poned junto a vosotros a quienes son las manos y los pies del pueblo; no con indiferencia los saludéis ni con negligencia soportéis recíprocamente vuestras cargas. Pues vosotros sois (guerreros) águilas, ocelotes, sois el sostén y el remedio.

45.

“Si alguno os sobrepasa, vaya delante. En la entrada, no seáis los primeros. Cuando sea el momento de hablar, que comiencen los demás. Y si Dios no os señala, no toméis la delantera.

46.

“Además, si os diesen aquello de que tenéis necesidad en último lugar, no os enojéis luego. Y si no os diesen nada, agradeced por ello. Así lo quiso el cielo: es merecimiento.

47.

“No con prisa anheléis vuestra comida; antes, sed moderados y austeros, y verificad que los demás coman primero. Entonces tomad agua y lavad sus manos y sus bocas. Que no por ser nobles perderéis vuestra nobleza, ni caerán los jades, las turquesas, de vuestras manos llenas.

48.

“En cualquier sitio podéis encontrar a quien trabaja, a quien se expresa, a quien está creando algo. No estorbéis entonces, no causéis problemas a causa de vuestra ignorancia.

49.

“En cualquier sitio podréis tropezaros con ellos: un anciano, una anciana, un enfermo, un niño. Por lo tanto, no tenéis excusa.

50.

“En cualquier sitio podéis inadvertidamente romper una cabeza, violentar a alguien, arrojar orina sobre otro, hacer que pierda la buena palabra con que habla, ignorar un consejo. Permaneced alertas.

51.

“Que tu corazón no sea tu madre, tu padre. Que la ceniza esparcida y la encrucijada no te den órdenes. Que tu deseo no devore tu pie. Que una falda no te mueva ardientemente, pues envilece, desgasta, ensucia al hombre.

52.

“No te envanezcas de tus propias fuerzas. Que tu entendimiento no sea tu apoyo, ni de tu convicción te jactes. No construyas tu casa sobre tus propias opiniones, pues eres tan sólo un pajarillo, una cuenta de jade, apenas una pluma.

53.

“En cofre ajeno no te metas. En el plato de otro no te reclines. No te invites por ti mismo al convite. Que tu suerte no dependa del azar. Es peligroso, es una trampa.

54.

“No obres sin reflexión ni te entregues sin tomar medidas. No comiences tu trabajo sin analizar, y sin considerarlo serenamente no te impongas. No aceptes lo que no mereces, ni reclames lo que no es tuyo, ni abuses de lo que no has creado.

55.

“No te hagas de rogar ni busques siempre que te ofrezcan. Y no dos veces seas advertido, pues corazón tienes dentro de ti (para entender).

56.

“A la hora de sembrar, no sólo vayas y siembres: prepárate bien, selecciona bien, planta bien, para que bien eches raíces. Cultiva bien tu sementera, tus campos, tus nopales. Constrúyete allí una casa buena, firme, con ayuda de todos, y déjala en herencia a aquellos a quienes educas.
57.


“Cuanto puedas produce, ambiciona las flores de Aquel que te dio la vida, de Aquel por Quien vivimos. Puedes vivir a Su lado en este día que en préstamo has venido a pedirle. Regresa junto a él, ten consciencia de tu dueño, pues se duele, se enfada cuando le olvidas y, puesto que sois uno, devuelve a tu corazón su pena y su olvido.
58.


“Mas aún: disfruta la riqueza de Aquel que te atormenta, Aquel que te hace puro. Su agua de intenso azul, su agua de jades, su vaso de turquesa ha depositado en ti, para lavar tu vida y merecerte.”

59.

Uno de los que se habían acercado a escuchar le pregunta: “Maestro: ¿qué ritual he de hacer para agradar a los dioses?”

60.

Le responde: “Pide con entera humildad, suplica con justicia: he ahí concentrado todo el ritual. Pues satisface, compensa el labio que se manifiesta en súplica.”

61.

Otro le dice: “Maestro, ¿cómo se mueven los dioses en el cielo?”

62.

Le responde: “¿Es que ya lo sabes todo sobre la tierra? ¿No estás acaso tanteando con los pies? ¿Te conduces a ti mismo? ¿No eres aún llevado, cargado? Mañana o pasado mañana, ¿quizás llegaremos a saber aquello que sólo él y únicamente él conoce?”

63.

Se había acercado a escuchar un rico mercader. Reconociéndolo, Se Akatl comentó: “Con llanto y preocupación hay que recibir la herencia y la fortuna. Pero, cálido es el hogar del pobre, y están tranquilos su esposa y sus hijos.”

64.

El mercader replicó: “Buena es tu palabra para con los pequeños. Pero, ¿qué puedes decirnos a nosotros, que sostenemos la carga del pueblo?”

65.

Le contestó: “Sed honestos. Pagad vuestro tributo. No tengáis miedo del trabajo fuerte. Amad a quienes os mantienen. Rogadles, no vayáis sobre ellos. Tened para con ellos tan sólo gestos de reverencia y acatamiento. Más aún: ayudadles, sostened sus manos y sus pies, que ya es mucho el trabajo que os dan como servicio.”

66.

Otro le pregunta: “¿Qué debo hacer para seguirte?”

67.

Le responde: “Concéntrate únicamente en Ometeotl. El nombre y la gloria de Aquel que todo lo puede es lo único que causa gozo. Él reparte su gloria allá, en lo alto, para todos, y cuando un hombre bueno la recibe, se vuelve cual un ave excelente; de su cola, de sus alas, brotan padres y madres, brotan aquellos que nos guían en cualquier parte del Universo en que existamos.”

68.

A los sacerdotes les dijo: “¿Habéis recibido su aliento, su palabra? Guardadlo en vuestro corazón como algo secreto. Que no os aturda ni embriague ni os cause orgullo. Ya comprenderéis cómo a nada, a nadie olvida Nuestro Señor.”

69.

Un joven de la nobleza le pregunta: “¿Debo renunciar a mi condición social?”

70.

Le respondió: “¿Naciste noble? Teme por ello; podría embriagarte o hacerte presuntuoso. ¿Has alcanzado la nobleza por tu merecimiento? He aquí lo que nos hace nobles: tomar la antorcha y el jabón, el chile y la cal, el azadón y la semilla. Esto, en verdad, es linaje y merecimiento.

71.

“Se dice que hay heredero al trono. He aquí como mostrara su condición: si accede en bajar la cabeza y se inclina con humildad, si mira al pobre con especial consideración, si le infunden respeto su mísero ceñidor, su manto raído, si encontrando en el camino una anciana, un anciano, le dice: ‘Padre mío, mi abuela: que la paz te encamine, que no tropiece tu pie’.”
72.

Un joven cholulteca le preguntó: “¿A qué se deben el dolor y la miseria humana?”

73.

Respondió: “De nuestra pobreza no te aflijas, no te enfermes por ello ni tus entrañas adelgacen, ni desfallezca tu corazón ante lo retorcido, ante lo que no es recto. ¿Es que sólo tibieza, bondad, ha de ser nuestra suerte?

74.

“Sé un guerrero. Arrójate ante el Ser del Cielo, Aquel que nos da vida. Con toda tu fuerza, con todo tu aliento, átate a lo alto, ve junto a él, arrójate a él. Y ocurrirá que él mismo llegará a ser raíz de tu existencia.

75.

“Concéntrate en él donde estás, acércalo a tu rostro, a tu corazón. Busca y reconoce qué es lo que se pide de ti sobre la tierra. Como cuando buscamos algo a tientas, como cuando pintamos un libro, ve así: lento, pero sin detenerte.

76.

“Identifica en qué consisten el infortunio y la desdicha, la inhumanidad y la pérdida, y así no vivas. Sólo en tu propia paz, en tu prudencia, ve adelante, sin descanso ni dudas, para que de ese modo no entristezcas mi corazón. Con toda tu atención, serenamente, así vive.”

77.

Otro de sus presentes le alabó diciendo: “Oh Señor, te has vuelto como un bastón, por eso vengo a descansar junto a ti. Eres árbol de sombra, remedio y bálsamo. En tus manos reverdeceré y echaré renuevo, pues me has limpiado, me has hecho puro. Únicamente ahora, que te adopto como mi madre y mi padre, encuentro reposo y sanación. He venido para aliviarme contigo, para curarme junto a ti.”

78.

Le responde: “Ahora que Ketsalkoatl te ha mostrado su bondad, ahora que dentro de ti se agita, no lo desprecies. No juegues con un poco en tu interior para devolvérselo luego, hastiado, pensando: ¿en verdad he sido sanado? Ahora que te has acercado a la riqueza que de su presencia viene, ¿lo ofenderás de nuevo? ¿Volverás a ensuciar tu ser, tu alma?

79.

“Con todo, aún cayendo muchas veces, si de nuevo recuerdas a tu Dios y te limpias sinceramente frente a él, arrojando tu mancha en su presencia, una vez más él tendrá piedad de ti y te mirarán sus ojos. Ve, disfruta de tu tesoro, que viene del seno de Nuestro Señor.”

80.

Otro tenía dificultades para hablar con su propio corazón. Se Akatl lo sentó junto a sí y le dijo: “Ven: entra en la bienaventuranza de Ometeotl. Baja tu cabeza, flexiona tus rodillas, adopta una postura atenta, acostumbra tus piernas. Resbala, deslízate hacia nuestro Señor. Y si algo te atormenta, si algo interfiere tu fluir, disípalo en su dicha y afirmarás tu vida.”

81.

“Amigos, esto que os doy a comer es alimento puro, comprendedlo. Lo que es para comer aquí en la tierra, acercadlo a vuestro rostro. No os hagáis semejante a piedras, pues ya sabéis que si una piedra es dura, no sólo una vez se le golpea hasta que se quiebra.

82.

“Ved al venado cuando lo persiguen: va asustando, ignora a dónde va: al hueco, a la muerte. Y vosotros, ¿acaso sois venados para que no sepáis a dónde vais? Pues os ha sido mostrado el camino; por vuestra propia voluntad os traicionaríais si lo perdéis.

83.

“Ved: como el árbol florido ya no retoña ni echa brotes (pues sólo retoña y reverdece si resiste la helada, que de otro modo se marchita y seca), así vosotros, si no retoñáis y echáis ramas a la hora del verdor y del renuevo, por vuestra propia voluntad os habréis arrojado a la boca de las fieras.”

84.

Con estas palabras aprendieron los toltecas. Todo lo que les dijo Se Akatl que hicieran, eso hicieron, sin defraudarlo ni omitirle. Creyeron en él y se hicieron sabios, se hicieron ricos en amor y fueron felices. Muy cuidadosos fueron en las enseñanzas divinas. Sólo un Dios tuvieron, el Dios Único, a quien invocaban y suplicaban, y su nombre era Ketsalkoatl.

12

EL BANQUETE

1.

En cierta ocasión, se reunieron en Cholula los principales señores del país convocados para una gran cena. Y Tlakatsin, humano, el rey de la ciudad, quiso que también Se Akatl estuviese en el banquete, de modo que envió a llamarlo con un mensajero.

2.

Se Akatl se presentó en el palacio real con sus pobres hábitos de penitente, pero los guardias de la puerta lo confundieron con un mendigo y lo arrojaron a la calle.

3.

Transcurridas algunas horas, y viendo que Se Akatl no llegaba, envió el rey de Cholula un segundo mensajero para que lo apremiase a asistir al banquete. Entonces él hizo envolver sus vestidos e insignias reales en un atado, y lo envió con el mensajero.

4.

Esta respuesta disgustó al rey de Cholula, el cual envió por tercera vez a un mensajero hasta el sitio donde pernoctaba Se Akatl con este mensaje: “Te ruego que asistas tú en persona, porque es conveniente para los asuntos del reino.” Entonces Se Akatl fue con él al palacio.

5.

En la sala del banquete había muchos invitados. Al ver al Penitente, todos enmudecieron. Y Se Akatl, tomando la palabra, dijo: “Hoy, que nos favorece el Hombre, el Ser divino, el portentoso, principio de toda existencia, perfecto en serenidad, Aquel por Quien vivimos; hoy, que nos ha hecho cautivos su corazón, ¿acaso callaremos?

6.

“Tú, cholulteca: ¿te sientes duro, fuerte? ¿Tal vez eres de piedra? Cuando se canse, cuando se enfade, cuando se aburra de ti nuestro Dios y te olvide, ¿te meterás en el hueco de una piedra, o tal vez te subirás a un árbol? ¿Entrarás debajo del agua, o huirás al cerro y en la caverna querrás esconderte?

7.

“¿Me viste feo, sin adornos? Todos somos así: un polvillo, puro lodo. Lo que nos engalana no es mas que una apariencia. Cuando nos toque pisar aquella tierra, donde reina el misterio, ¿cómo serán nuestros restos, qué forma tendrán nuestras calaveras?

8.

“¡Oh rey! Ometeotl nos gobierna como él quiere. Asume tu elevación y tu caída, tu apariencia y tu esencia, tu fealdad y tus adornos, pues eres nadie.

9.

“Sueña que escoges, hasta el día en que tú mismo seas cogido de la tierra. Porque es un sueño es la esencia del Cielo, la flor de oro del centro del cielo es un sueño.

10.

“No te concentres en las plumas y en los jades, que perecen. Mira arriba, a lo que nos excede. Allá está el verdadero tesoro, el Hombre, el amigo, el amado, el que otorga y determina, el que da y quita y hace crecer.

11.

“Ve al regazo de Dios, donde de veras se es alguien, donde de veras se crece. Quizá él se conmueva por tu causa y te avise cuando se canse, permitiéndote colocarte a sus pies.

12.

“Tú, que eres llevado en preciosa litera, escucha bien: no olvides lo que es apreciable, lo que puede colmarte, lo que tú necesitas y hoy pongo yo en ti. Aprovecha aquello que te han concedido, lo que te compromete, lo que te hace subir. ¡Te conmino a recibirlo!”

13.

Al escuchar estas palabras, el rey de Cholula cayó sobre su rostro e hizo confesión pública de sus pecados, diciendo: “Vocero divino: he aquí, tu presencia me ha movido y ante ti quiero poner mi falta y suciedad, pues robé, mentí, cometí adulterio y viví sin consideración hacia los demás.

14.

“Ahora, Señor, te pido tu alivio y tu remedio, pues ando solo y, ciertamente, al precipicio caigo. En verdad, siento que sobre mí se arroja el granizo y el viento me golpea. ¿A quién otro podré encomendarme?”

15.

A partir de ese momento, el rey de Cholula se hizo muy amigo de Se Akatl, atendiendo en todo momento a sus necesidades y concediéndole su favor. Además, creó retiros para los sacerdotes de Ketsalkoatl, a los cuales atrajo a la ciudad desde todos los rincones del país. Repetidamente pidió ser aceptado con los aprendices, pero Se Akatl no se lo concedió, en atención a los intereses del pueblo.

13

LOS SACERDOTES DEL DIOS DE LA MUERTE

1.

En cierta ocasión, llegaron a Cholula los emisarios de Teskatlipoka, quienes predicaban ideas nuevas sobre la muerte. Vinieron contra ellos los sacerdotes del dios de la muerte, cuyo salario dependía de las tradiciones fúnebres. Y discutieron con tanto ardor, que no pudieron llegar a un acuerdo.

2.

Fueron a Se Akatl para que él fuese árbitro en la discusión. Lo hallaron en el campo del juego de pelota y le preguntaron: “Maestro: ¿cuál es tu enseñanza respecto a la muerte del hombre?”

3.

Él respondió: “Antes de contestaros, quiero escuchar vuestra exposición.”

4.

Los adeptos de Teskatlipoka explicaron: “Hemos aprendido que el cuerpo es una flor y la conciencia es su perfume. Cuando muere la flor, todo recuerdo perece. También comparamos al cuerpo con un libro y a la conciencia con una pintura. Cuando el libro cae en las llamas, todo arde y desaparece.

5.

“Pero hay un camino para escapar de ese destino: si cada cual se ofrenda en su corazón y, adelantándose a la muerte, la burla en sacrificio. Así llegaremos a ser dioses.”

6.

Luego tomaron la palabra los sacerdotes del dios de la muerte y dijeron: “Debéis saber que hay dos mundos y dos tipos de gentes. En el primero, los hombres eran dioses y todos fueron instantáneamente transformados. En el segundo, que es el nuestro, ha de ser la transformación según los méritos de cada uno. Y así como hay muchas formas de merecimiento, son múltiples nuestros destinos.

7.

“Está determinado que los pecadores desciendan a las nueve profundidades, donde dan vueltas entre vientos tempestuosos y agujas de hielo hasta que son limpiados por el fuego. Por eso se nos ha ordenado quemar sus cuerpos, para que el Señor de la profundidad les permita levantarse nuevamente.

8.

“Pero los cuerpos de los leprosos y los enfermos crónicos, los que fueron tocados por el rayo o murieron ahogados, esos no han de ser quemados, porque fueron señalados por Tlalok y su memoria irá a lugares de regocijo.

9.

“Y tampoco han de arder los cuerpos de los guerreros y los sacrificados, los santos, los niños y las mujeres muertas al parir. A estos se les enterrará con honores, y su memoria irá a los campos del Sol, donde le acompañan con cánticos y flores. Y después de cuatro años, regresarán como pájaros y mariposas para revolotear por un tiempo antes de partir.”

8.

Oyendo sus exposiciones, exclamó Se Akatl: “Mi corazón se entristece y se conmueve, porque vosotros, mis amigos, aun no lo entendéis: ¡no por segunda vez seremos engendrados, no por segunda vez seremos hechos hijos! ¡Y ya estamos a punto de salir de esta tierra!

10.

“Consideradlo y sacad de ello provecho: no dos veces se vive, no dos veces se muere, única es nuestra vida y la tenemos en préstamo. Seamos nobles, sabios, guerreros o esclavos, todos conoceremos la región del misterio.

11.

“¿Acaso no habéis escuchado a los mayores, cuando disponen de sus muertos, decir de esta manera: ‘Ya es Dios’? ¿Y no habéis escuchad esta canción: ‘Despierta, que ya amanece, ya empiezan a cantar las aves de oro, ya van volando las múltiples mariposas’?

12.

“Comprendedlo: los muertos no mueren, despiertan. Aquí no vivimos, soñamos. Los muertos despiertan del sueño de esta vida, y morir es hacerse dios.”

14

EL SUEÑO

1.

Cierta noche tuvo un sueño. En su sueño vio un collar hecho con granos dorados de maíz que giraba sobre sí mismo en el espacio. Pero se rompió el collar y sus granos fueron dispersados. Se asustó Se Akatl y gritó, y el sonido de su voz le hizo despertar. Entonces se incorporó sobre su estera, llamó a sus amigos y les dijo:

2.

“¡Escuchad, amigos, el sueño de una palabra! Cada primavera nos hace revivir la mazorca dorada, nos abre los ojos la roja mazorca. El collar de sus granos nos conforta e ilumina.

3.

“Ved: el collar ya se rompe, sus granos se esparcen. Acaba la primavera y llega el verano, el Sol enardece su batalla y comienzan las lluvias. El hombre ha de ser arrastrado, todo el país desolado.

4.

“Es tiempo de que se rompa el cielo, de que las nubes cubran el Sol y a la Luna en toda la extensión del mundo, de que caiga en torrentes el agua de la disolución y acabe la memoria de todos los pecados.

5.

“Hora de barrer, de acumular el polvo y echarlo fuera, de romper la túnica y pisotearla, y de que no portemos ya la máscara encubridora. ¿Quién os protegerá entonces, huérfanos de madre y padre? ¿A quien acudiréis por refugio?”

6.

Sus seguidores se entristecieron, comprendiendo que les hablaba de su partida, y le preguntaron cuándo ocurriría eso. Él respondió:

7.

“Cuando se junten el Sol y la Luna. Cuando sea la noche y al mismo tiempo el día. Cuando os hundáis hasta el abismo y allí os amanezca. Cuando el nueve se junte con el trece. Cuando veáis movimiento arriba, movimiento abajo, y nazca de la serpiente de luz vida sin fin, aún sobre esta tierra. Entonces ocurrirá la voluntad del Uno, y vosotros lo veréis. Del corazón del Cielo desciende la consagración de una vida nueva.”

8.

Tras hablar así, les pidió que ordenasen todos sus asuntos a fin de disponerse para la partida.

15

LA EMBAJADA

1.

Cuando lo Cholultecas supieron que Se Akatl deseaba continuar su camino, le enviaron a los principales sacerdotes a fin de disuadirle. Pero él no quiso escuchar sus razones. Les dijo:

2.

“Amigos, ha llegado el momento. Sólo tengo una vida, y mi vida sufre. Fui burlado, acechado, mas vosotros me ofrecisteis refugio. Mi corazón fue destinado al sacrificio y vosotros, por un momento, me habéis consolado.

3.

“Pero el tiempo termina, he escogido marchar adelante. ¡No me retengáis, aumentando mi pena! Ya me voy a la casa del misterio, a la escala preciosa, allá, donde los verdes jades, a la orilla del agua divina. La madre llama, el hijo ha descendido. Es tiempo de volver.

4.

¡Alegraos conmigo, venid! Acercaos vosotros, los de corazón oprimido, abrid conmigo el cofre de vuestras almas, derramad el vino florido de vuestra vida. No temáis, mis amigos: es la primavera de Aquel por Quien Vivimos. Muy pronto sus cantos adornarán este templo.”

5.

Pero los cholultecas no quisieron escucharle. Uno de ellos le tomó de la mano y le dijo: “Doble Precioso, tú que haces brillar las cosas: por tus merecimientos has venido. Piensa ahora y de ti mismo compadécete. También nuestros abuelos se fueron a la casa del misterio, y sólo heredamos su ausencia.

6.

“En vano emprendes esta guerra, ¡oh Penitente! En verdad, Aquel por Quien Vivimos ha trastornado tu juicio. Rompiste los jades, las ajorcas, desgarraste los anchos plumajes. Hubo lluvia de llantos por tu casa. ¿Y aún has dispuesto que seas tú mismo destruido? ¿Acaso perecerá también tu corazón?”

7.

Con palabras de queja le reprochó el sacerdote, pues mucho le amaban en Cholula y no querían perderlo. Pero Se Akatl interrumpió su discurso:

8.

“¿Qué es esto que dices? ¿Acaso en verdad me habéis tenido? Reflexiona, sacerdote: a nadie tienes, por siempre en la tierra estamos solos. Con angustia se vive sobre el suelo, hacia acá se ha vertido todo el enojo de Ometeotl. Mas, interroga a tu memoria: ¿acaso es esta nuestra verdadera casa? Observa las señales: en otro sitio se encuentra nuestra existencia.

9.

“No caviléis, amigos, no os engañéis más. Juntos a nosotros brotan ya las bellas flores, el goce de Aquel por Quien Vivimos. A recordar los momentos pasados sentimos tristeza. Mas, pensadlo: todos los héroes se forjaron del mismo modo: con angustias y dolor. No lloréis por los príncipes partidos, aquí nadie quedará para siempre.”

16

LA DESPEDIDA DE CHOLULA

1.

Así determinado, quiso despedirse de los cholultecas. Diez años vivió entre ellos, y en todo momento no recibió otra cosa que afecto. De modo que envió a sus seguidores con mensajes de agradecimiento por la amistad compartida, e intercambió con todos palabras de amor y la promesa de volver a verse.

2.

Al enterarse de su partida, el rey Tlakatsin organizó una ceremonia de despedida y así le saludó: “Mi señor: yérguete ahí, donde por un momento, por un día has estado: al lado del Dueño del cerca y el junto a Quien asistes y representas, de quien es la sandalia que calza y cuya izquierda estás. Pues tú eres su intérprete, tú proclamas y testificas su palabra.

3.

“Eres águila, eres ocelote, eres tu propia dádiva y tu merecimiento, eres intrépido, eres el cantor. No en vano ha florecido el aliento, la palabra de nuestro Dios: ¡en tus manos la confió, en tu seno y tu garganta guardo el libro, la tinta negra y roja! Dardos de águilas, flechas de ocelote, eso nos has arrojado tú en respuesta.

4.

“Tú fuiste allá, donde el gran espejo de doble cara, el que amanece en el mundo de los muertos y en el Cielo amanece. Y viste expandirse la curva del Universo, desde lo profundo hasta lo alto, allá, donde la gruesa antorcha, la que no echa humo ni arroja sombras, la que ilumina en todas las regiones del mundo, manifestando su aurora y su sol a todos los pueblos.

5.

“Nuestro Dios te dio manos y pies, ala y cola que tan bien expandes, te dio un pueblo y una ciudad que tú has guiado, haciendo que le anhelen. Pues te puso pintura y te dio luces, te puso labios, dientes, te llenó distinción, te fortaleció y te mostró su manto, te atavió de blanco y te ciñó con plumas. Así te impuso por encima de todos y te dio el poder.

6.

“Oh, Penitente: tú has honrado este reino e hiciste prosperar el señorío. Mucho te esforzaste aquí, entre nosotros, haciendo un trabajo de esclavo para rectificar y orientar a la estera y al trono.

7.

“He aquí al valiente guerrero, al que de día no reposa ni se tiende ni se da un descanso; el que soporta la uña y el diente (de la condición humana), el hambre y la penitencia, nuestra exaltación y abatimiento, la trampa, el lazo, el agujero.

8.

“He aquí al defensor del jade, la turquesa y la ancha pluma - la que bien mide un brazo, la ondulante, la siempre verde y reluciente -; el águila genuina, el auténtico ocelote, aquel que viene a hacernos crecer y a conservarnos, a darnos renuevo y florecer, al que resplandece y dignifica y merece veneración.

9.

“He aquí, proclamamos tu luz y tu sombra, tu caída y tu renacer. Hemos sido testigos de tu llanto y tu sudor. Vimos tu cuerpo fatigado, tu carne sufriente. Vimos que en paz no vives y en tranquilidad no duermes, cansado está tu rostro, tu corazón lucha entre las olas (de la maldad). El temor te rodeó, sólo miedo a tu espalda. Arrojaste tus riquezas, la comida y el agua se apartaron de tus labios.

10.

“He aquí, proclamamos tu exaltación y tu abatimiento. Sólo así, tus manos junto a tu corazón, con extrema dificultad y penitencia lograste el poder y el señorío. Sólo así has llegado a ser un verdadero alivio para el pueblo, un consejero al trono.

11.

“Grande es hoy tu solaz, amplia tu responsabilidad. Eres ceiba y sabino, techo y abrigo, descanso y medicina. Dentro de ti y a tus lados nos refugiamos tus súbditos, los que somos tu sangre y tu color, tus brotes y renuevos, los que seguimos tu huella y buscamos tu guía, los que somos de condición dispuesta y raza noble.

12.

“¡Oh, conductor de hombres, fortaleza de gentes! Tú, el de amplias espaldas y pasos seguros: como huerta de frutales te has hecho. Te elevas con dulzura, con gracia brotas. Junto a ti liban los pájaros multicolores y en tus manos se protegen del Sol. Pues en tus manos está el vaso de jade, junto a las aguas verdes y azules donde elevas la caña cubierta de rocío que sacudes sobre nosotros. Así nos lavas, así nos limpias.

13.

“Y en tus manos está el grueso pincel, el ancho peine, y también el alacrán y la ortiga, el agua helada y la vara de azotar, el taladro, la arena fina y el denso cepillo con que desbastas, adelgazas, pules. Así nos corregiste.

14.

“Porque tú escoges y haces que concuerden el espigado jade, el bien engastado y mejor perforado, la ancha turquesa, bien pulida y redondeada. Tú ordenas el collar y despliegas la guirnalda. Tú seleccionas todo lo que es valioso, lo colocas en su sitio apropiado, lo guardas en su refugio, gratuitamente nos lo estás ofreciendo.

15.

“Tú pintas y das color al libro y la escritura, dispones la tinta, la plantilla y el patrón de medida; tú esculpes y defines. Por eso nunca se olvidará tu nombre ni se borrará tu fama.

16.

“¿Quizá en tu interior han venido a morar los príncipes partidos para dejar su guía y condición? ¿Encarnaron en ti las señales que esperábamos, para tenerte como rey y como dios? ¡Yo te saludo, oh sacerdote!

17.

“Ahora que Ometeotl te ha llamado y es momento de llanto y despedida, no dejes que tu pueblo se quede rezagado. Guíanos por tu buen sendero donde quiera que vayas, y yo haré que no te enfermes ni te contagies, y no dejaré que te lleve la peste. Ve en paz, mensajero divino, y permite a tus aprendices que te acompañemos. ¡Esfuérzate, oh mi Señor!”

17

LAS RELIQUIAS

 1.

Cuando se alejaba de la ciudad, ciertos ancianos le salieron al encuentro y le dijeron: “Señor: puesto que hemos visto que estás persuadido de marchar adelante, hacia la tierra donde habita tu padre el Sol, y puesto que tenemos miedo de no volver a verte nunca más, nada te pedimos, sino que dejes un recuerdo tuyo entre nosotros, para que, viéndolo de continuo, no te olvidemos. Así también, al ver tu legado, nuestros hijos sabrán qué tan divino señor recibió nuestra hospitalidad, y aún nuestros enemigos sabrán respetarnos en el ejercicio de la paz.”

2.

El no quiso consentir con ellos en dejarles reliquia alguna, temiendo que, al tener algo que ver y tocar, olvidasen sus palabras. Pero los ancianos le insistieron tanto que, compadecido, se vio forzado a aceptar.

3.

Tenía Se Akatl ciertas piedras verdes talladas a semejanza de aves y serpientes, una de ellas con una cabeza de mono muy bien imitada del natural. Les entregó, pues, las piedras. Ellos las tomaron con gran veneración y las guardaron como cosa de mucho precio en una bolsa de piel de ocelote, junto a otros objetos que en la ciudad veneraban.

4.

Y le pidieron algunos cabellos de su barba, los cuales tuvieron en mucho y les llamaron “las barbas del Sol”. Este recuerdo permaneció en el templo de Cholula, y era tal su autoridad, que desde entonces ningún enemigo se atrevió a ir en guerra contra la ciudad.

5.

También instituyeron los cholultecas una fiesta anual, en el aniversario del natalicio de Se Akatl, durante la cual ofrecían a Ketsalkoatl muchas flores. Y los sacerdotes vestían unas ropas largas hasta los pies, blancas y sembradas de flores negras, y colocaban diademas en sus cabezas. Era esta una fiesta muy suave y nada costosa, y venían gentes desde todos los rincones de la tierra para celebrarla.


CUARTA PARTE

“¡Que permanezca la tierra, que estén en pie los montes!

¡Que se esparzan por el mundo las perfumadas flores del cacao!

¡Que permanezca la tierra!”

Cantares de los Señores, Ayokuan de Wetsotsinko

1

LA PARTIDA

1.

Cuando Se Akatl se marchó de Cholula, muchos de sus moradores se fueron con él. Abandonando sus casas, le confiaron a sus mujeres, sus hijos, sus enfermos, se pusieron en pie, su pusieron en movimiento. Aún los ancianos y las ancianas quisieron acompañarle.

2.

Al momento de partir, él invocó sobre ellos la protección del cielo, diciendo: “¡Vosotros, dioses de los elementos, y tú, Ometeotl, Ser único, y tú, Señora de la tierra, madre amparadora! Reparad en lo incierto de nuestro rumbo y dadnos ayuda.

3.

“No nos ofenda en el camino ningún tipo de dolor, dolores verdes, pardos, negros. Y si nos acometen aquellos que corren sobre sus manos y sus pies, los divinos de la jungla, venid en nuestro favor. Mirad que os lo ruego yo, el Penitente.

4.

“Y tú, Señor Nanawatsin, Sol que nos guía: ayúdanos, para que nos adelantemos y recorramos primero el camino que tú has de seguir, para que, antes de que tú acabes tu marcha divina, hayamos pasado ya por los valles y las barrancas, y no nos queme tu gloria.
5.

“Que no nos dañe la aspereza del suelo ni nos devore el rostro de la tierra. Que caminemos contigo por el centro del cielo, para que no tropiece nuestro pie ni sea espantada nuestra alma. Y envíanos a tus cuatrocientos hijos para que nos protejan. Mira que no tenemos sangre ni color, pues somos ascetas.
6.

“Ven con tus hojas cual alas, ser de la frescura, pues nos llegó la hora de salir a caminar, la hora de conducir a los que han ganado un rostro y un corazón, a quienes tienen hambre y sed por tu causa, oh Señor. Ven, llévanos sobre ese cerro, pásanos sobre ese barranco, y ven cantando. ¿Quién lo ha creado, quién lo forjó? No yo.

7.

“Y tú, diosa de la faz pisoteada, Madre Tierra, no nos muerdas ni lastimes. Sé cual coneja que se tiende y duerme apaciblemente, vuélvete boca arriba y déjanos abatir con suavidad tus innúmeros pechos.”

8.

Así favorecidos con la invocación, los peregrinos se dispusieron a marchar hacia el rumbo del nacimiento del Sol. Rodeaban lentamente las montañas, pues era grande su número.

9.

Con frecuencia, se detenían en diversos parajes y compartían con los moradores de la tierra, dándole noticia de las grandes cosas ocurridas con los cholultecas. Y por los lugares donde pasaban, encontrando algunos poblados, cerros, ríos, fuentes y quebradas, cambió Se Akatl los nombres tradicionales que tenían y les puso otros nuevos, con su significación apropiada. Son los nombres que conservan hoy.

2

EL LIBRO

1.

Pasando por una ciudad pequeña que se llama Ocuituco, fue recibido con canciones y lágrimas por sus habitantes. Viendo que sus corazones estaban acongojados, pues todos presentían su próxima desaparición, les pidió:

2.

“¡Animaos vosotros, mis verdaderos amigos! Sólo por un instante, por un mandato nació nuestro amor. Recordadlo y cesará vuestra turbación.”

3.

Y como ellos también le pidieron un legado, ordenó registrar y darles en un libro todas sus palabras, consejos y canciones, así como sus hechos. Este permanece entre los viejos de Ocuituco hasta hoy, y es un libro grande, como de cuatro dedos de grueso.

4.

El resto de sus hechos, su llegada a la orilla del agua divina, la hoguera y su ascensión como lucero que acompaña al Sol, todo está registrado en glosa aparte.

3

EL PUENTE

1.

Siguiendo su ruta, llegaron a un paraje donde la tierra se quiebra y baja a lo profundo. Por allí pasaba un río grande y ancho, lleno de agua. Buscaron los caminantes un paso, mas no lo hallaron. Muchas veces lo intentaron, pero retrocedieron, asustados, pues las olas chocaban produciendo un gran estruendo.

2.

Viendo que no habían un paso transitable y que la corriente era impetuosa más allá de medida, comenzaron a lamentarse por su vida. Se disgustó Se Akatl por su falta de ánimos y les reprendió:

3.

“¡Cobardes! ¿A qué teméis? Mañana o pasado mañana, ¿no habremos de partir? ¿Por qué vaciláis en exceso, precipitando el final? ¡Esforzaos! Todos conoceremos el misterio.”

4.

Había en la orilla del río un promontorio de piedras; y golpeó Se Akatl la piedra con el pie, al tiempo que pronunciaba una gran voz. La piedra se quebró y cayó sobre el agua, formando un puente sobre el cual pasaron. Ese puente puede verse aún en aquel paraje, que por su causa se llama Tepeshiweloa, peñas desgajadas.

4

LOS MEDITANTES

1.

A otro sitio llegaron donde moraba un grupo de anacoretas que permanecían en soledad, olvidados del mundo, alimentándose tan sólo de sus cavilaciones. Dos de ellos estaban sentados al Sol sobre un tronco caído.

2.

Al verles, se adelantó Se Akatl para saludarles y les preguntó: “¿Qué hacéis, abuelos? ¿Qué buscáis en estas soledades, apartados de la vida?”

3.

El más anciano de los ascetas abrió su boca y le respondió: “Señor: buscamos el poder de los Trece, la flor hermosa. ¡Ven con nosotros!”

4.

Observó Se Akatl: “Abuelos: a nadie tan precioso ha hecho Aquel por Quien vivimos como al águila que va volando, a nadie tan perfecto como al ocelote, corazón de la montaña. ¡Y aún ellos se someten al deber de sus obras!”

5.

Replicó el anciano: “Hijo mío: algún día el águila ha de callar sus gritos, el ocelote renunciará a sus colores. En la casa del misterio, donde nadie nos espera, ¿acaso alguien diferenciará nuestros rostros? ¿Llevarán allá la cuenta de nuestras acciones?

6.

“Mira, peregrino: quienes andan por el mundo pronto se cansan; la belleza se marchita y el goce se agota. Si es cierto que para alimentar a la muerte hemos venido, esperémosla así: en inmovilidad y silencio. Esa es la razón por la que estamos aquí.”

7.

Retrocedió Se Akatl para marcharse de allí. Pero el espíritu de Teskatlipoka entró en los meditantes y los movió a tentarlo con preguntas. Le dijeron: “Y tú, peregrino: ¿puedes decirnos quién eres, de dónde vienes y a dónde quieres llegar? En verdad, ¿puedes decirnos lo que buscas?”

8.

Respondió Se Akatl: “Viejos: soy el solitario. He partido, he venido. Si me fue fácil, consideradlo vosotros, que permanecéis al margen de los hombres. Mi corazón, como un jade, fue quebrado. He de extinguirme, es la orden de Aquel. Voy, pues, donde las aguas se dilatan, a entregarme.

9.

“¿Tal vez vosotros conozcáis de qué os hablo? ¿Tal vez habéis descubierto por qué perecen los pueblos, cómo llega el hombre a la orfandad sobre la tierra? ¿Recordáis el estandarte de oro, la luz de la casa de la aurora? Allá me dirijo yo, pecador. Aún por breve tiempo se me oculta Aquel por Quien existo, y apenas puedo soportarlo.”

10.

Escuchando estas razones, los ascetas quedaron callados. Después de contemplarlos con tristeza durante un momento, Se Akatl sacudió la cabeza y exclamó:

11.

“¡Obráis en vano, os angustiáis sin sentido vosotros, los que buscáis vuestro lugar por medio de exceso de austeridades! ¡Oh, vosotros, los cavilantes, los amargados! ¿Cómo podéis callar, estando de fiesta? Una vez pasa nuestra vida, sólo una vez. En la mañana aparecemos y a la noche siguiente ya no estamos. ¡Venid a reposar en mi amistad vosotros, los cansados del mundo! ¡Aliviad vuestro dolor aquí!” Así dijo.

12.

Pero los ascetas nada respondieron. Quedaron en silencio, absortos en sus pensamientos, con sus rostros petrificados y sus miembros recogidos cual bultos funerarios. Viendo que no daban señales de haberle escuchado, Se Akatl se apartó de ellos y retornó con su gente.

5 - JUNTO AL ARBOL

1.

A otro lugar llegó que llamaban por entonces Kuau’nawak, junto al árbol. Había en aquel paraje un viejo sabino, muy corpulento y alto, cuya sombra se extendía sobre la tierra. Y muchos pájaros venían a refugiarse en él.

2.

Se Akatl se detuvo por un momento para refrescarse y apoyó su cuerpo contra el tronco del árbol. Pero de pronto sintió un gran cansancio, vio sus miembros magullados y vencidos, contempló sus manos, se ensombreció y dijo: “¡En verdad, estoy viejo!” Y salió huyendo de allí.

3.

Exclamó Se Akatl: “¡Este árbol ha visto demasiado! He de derribarlo”. Entonces tomó un hacha de cobre y así le dijo:

4.

“Ponte en mi lugar, tú, nueve veces golpeado, hijo de nuestra madre común, la de falda de estrellas, tú que bajas al infierno y subes al cielo; ponte en mi lugar y piensa: ¿soy yo acaso alimento para ti? ¿No me ves flaco y magullado, peregrino sin rumbo y penitente? ¿No tienes compasión?

5.

“Ahora, ¡estremécete!, pues he venido yo, el sacerdote tolteca, el príncipe de los naguales. Traigo conmigo a aquel a quien tu ves como un demonio, al rudo y afilado, al que relumbra como un espejo rojo.

6.

“Porque me has deseado, porque casi me llevas tú, que te deleitas en las aguas, ha llegado el momento en que arroje tus espinas al rumbo de la izquierda, al reino de ese demonio salvaje, rojo, que tanto temes.”

7.

Diciendo esto, hirió Se Akatl el árbol, quebró su cuerpo de un golpe de hacha. Luego tomó piedras y las arrojó en la herida, abrumó su tronco con piedras. Y las piedras se incrustaron en él y quedaron allí adheridas; aún pueden verse hasta hoy, comenzando desde su base y subiendo hasta la copa. Desde entonces aquel lugar fue nombrado Kuau’wewe, árbol de la vejez.

6 - LOS MÚSICOS DEL SOL

1.

Siguiendo su camino, le salieron al encuentro unos danzantes, con sus cuerpos rapados y pintados de amarillo, portando cascabeles y sonajas. Se detuvieron frente a los peregrinos, saltando, retorciéndose, dando gritos y haciendo mil visajes graciosos, como alimañas.

2.

Con mucho placer los contemplaron los peregrinos, pues locos eran sus movimientos y risibles sus palabras. Unos caían como viejos, otros andaban como borrachos, giraban con frenesí o quedaban inmóviles durante largo rato en las más extrañas posturas, o encarnaban los aires de los dioses, o se echaban en la tierra, o se paraban sobre sus cabezas. En todo seguían tan sólo las leyes de su corazón.

3.

Quedó admirado Se Akatl cuando los vio y preguntó a los bailarines: “¿De dónde sacáis vuestra alegría, amigos? ¿Qué modales son esos en la tierra de Dios?”

4.

Uno de ellos, que era el conductor, le respondió: “¡Nos enloquece, nos ha embriagado el Dador de vida! Estos que han logrado encontrarle, son quienes en verdad conocen el amor.”

5.

Esta respuesta intrigó a Se Akatl, quien quiso saber sobre el origen de esta embriaguez. A lo que le respondió el danzante:

6.

“¿Acaso ignoras lo que dijo Teskatlipoka a mi Señor: ‘Viento, ve a través del mar hasta la casa del Sol, donde sus músicos y cantores le alaban de continuo, y tráelos contigo, junto a sus instrumentos, para que sirvan al hombre y me alegren y veneren’? También le ordenó: ‘Di a mis siervos que se enlacen el uno con el otro frente a la costa del mar, hasta formar un puente por el cual puedas tu llegar al Sol’.

7.

“Llegó el viento y comenzó a llamar, cantando y dando saltos en su alegría, y nadie le respondió. Pero, he aquí, uno de los músicos del Sol oyó su voz y, contagiándose en su gozo, descendió con él a la tierra. Este es el que, al llegar entre nosotros, nos dio la danza y los cantos con que ahora tus siervos se regocijan.”

8.

Terminó su relato el bailarín. El espíritu de Se Akatl quedó transportado de gozo al escucharlo y, desatando sus pies, entró en la danza y danzó con ellos. Y levantando su voz, cantó:

9.

“Tú, que moras en la infinidad del Cielo, tú, que sostienes la ciudad, tú, que tienes al mundo en tu mano, como cuentecilla de jade, tú, precioso entre lo precioso. Por ti existe todo lo que existe, por ti brotamos como frutos en la tierra. ¡Cuán grande es la riqueza de tus flores, de tus guirnaldas! ¿Cómo lograrlas?

10.

“Ahora sé que por siempre te esperaba. Tu gloria he buscado, tu nombre he pronunciado. Estar donde tú estás, sentarme junto a ti, en tu estera real, gozarme en tu alegría es todo lo que anhelo.

11.

“Donde los caracoles hacen eterna música, donde resuenan las trompas y vibra el atabal, donde danzan los músicos del Sol en su alegría, ¡allá quiero ir, contigo, madre y padre mío!”

7 - EL MONTE

1.

Habiendo llegado cerca del mar, se estableció en una llanura con todos sus seguidores. Los seguían como ocho mil personas. Pero el mar no era visible, porque estaba guardado por un monte muy alto, llamado Tlilistakteskatl, espejo del blanco y el negro, el cual se extendía por la orilla del agua hacia el Norte y hacia el Sur.

2.

Se Akatl se retiró al monte para cumplir con su costumbre. Se detuvo sobre una roca y compuso sus instrumentos de penitencia. Las espinas afligieron su carne, con flores rojas se adornó la piedra. Las estrellas se estremecieron en lo alto, pasó un águila dando gritos y un ocelote le respondió en las tinieblas. Y oró el Penitente:

3.

“Flores vine a regar, oh padre, madre, flores de guerra en campo de batalla. ¡Son tus flores, aquellas que prefieres! No te escondas, Amo del cerca y el junto, ¡permíteme encontrarte! Aunque yo muera, cual quetzal, haz que vuele al interior del cielo, allí donde tú estás. ¿Tal vez así lleguemos a ser amigos? ¿Tal vez logre la vida verdadera?”

4.

Hacia el amanecer descendió. Su corazón saltaba, su rostro estaba transformado. Daba miedo ver sus miembros cansados y la bolsa sangrienta donde guardaba sus espinas.

5.

Sus amigos habían velado. Uno de ellos, viéndole llegar, se adelantó a recibirle y le dijo: “Señor: el límite del agua está ante nosotros, pero nos queda un duro camino por recorrer. Despide a la multitud y dile que se disperse, porque no pongas en peligro a los ancianos y a los niños que han venido acompañándote.”

6.

Pero Se Akatl les respondió: “¿Cómo podría alejar de mí a estos fieles devotos, a estos intrépidos guerreros, ahora que el día de las águilas y la hora de los ocelotes ha llegado?”

7.

Entonces señaló al monte con su mano y ordenó: “¡Que se eleven los valles, que se humillen las montañas!” Al punto, la gran montaña se abatió y quedó como tierra llana y como terreno alisado para el juego de pelota. Con el fragor del terremoto despertó la multitud que le seguía, y un gran temor sobrecogió a todos.

8 - EL TEMPLO DE LEÑA

1.

Entonces dio instrucciones para que fuese construido un templo de leña. Cuatro días estuvieron sus seguidores acarreando leños y disponiéndolos con arte en forma de una pirámide, en un paraje que había no muy lejos de la orilla del mar. Durante todo ese tiempo, él estuvo aparte, ayunando. Sombrías visiones le asaltaron, pero vino su madre para consolarlo.

2.

Y mientras ayunaba, en su corazón suplicaba: “En el ara de fuego, padres míos, ¡no os avergüence yo! Allí donde los dioses encarnaron y los hombres se hicieron dioses, ¡no os avergüence yo! Dame valor para adelantarme hasta tu casa. Pues mi vida se acaba sobre la tierra, y viene nueva estación y nuevo reino.

3.

“¡Madre, mujer, escucha mi oración! Ha bajado la muerte florida, se me acerca ya. En el mundo del rojo color la inventaron aquellos, los antiguos que una vez moraron entre nosotros. La bebida preparada desde antaño se acerca a mi boca, ya la siento. ¡No me abandones, madre, no te avergüence yo!”

4.

Mientras oraba, se escuchó un fragor como de muchas trompas, como torrentes de agua que se encuentran y chocan, y apareció ante él la Reina de la Tierra, envuelta en su traje de brillantes ondas. El resplandor de la visión ofuscaba la vista. Se Akatl cayó a sus pies, sin poder sostenerse.

5.

La diosa le dijo: “De la región de la lluvia y las tinieblas vengo yo, Pluma Florida, Mariposa de Obsidiana. De la casa que está en el mismo límite, en el lugar de los orígenes, de allá. ¿Por qué te lamentas, sacerdote del espíritu? ¿Qué te ocurre?”

6.

Le respondió Se Akatl: “¡Señora! Se me ha dado cita en la casa del Sol, en el ara del fuego, allí donde los dioses fueron engendrados. Pero, he aquí, mi corazón palpita. Amo esta vida. Soy como ardilla del monte, temblorosa, y me aferro a un decir. Por eso lucha dentro de mi alma y mi interior se desgarra. ¡Ah, tarea difícil me han encomendado!”

7.

Pero la visión le confortó: “¡Animo, sacerdote! ¿Es que no ves? Donde las trompas dan alaridos, allá has de ir. No temas al dolor, no te engañes: allá sólo existe el gozo de la divinidad. Deja la tierra, ve allá. ¿Duda acaso el interior de tu pecho? ¿No te atreves, oh Penitente? Si en verdad me amas, a la región de la niebla de turquesas, por el bien de todos, debes ir.”

9 - EL GUERRERO DEL ESPÍRITU

1.

Sus amigos estaban apesadumbrados, porque, al preparar el templo de leños, era evidente para ellos quién se destinaba como ofrenda. Itimalli, impulsado por un sentimiento de amor, abrazó sus rodillas y les dijo:
2.

“¡Oh hermano mayor, príncipe de los presagios! Tú te vas para siempre, por eso lloro. Ahora, ¡envíame contigo a aquel lugar cuya naturaleza es misterio, allí donde tú reinas!”

3.

Se Akatl lo levantó y le dijo: “No llores amigo, sólo soy un ser creado, yo también he de teñirme con el rojo oscuro de la sangre.

4.

“He aquí, he venido para regir montañas. ¿Acaso no está escrito vuestros libros que habría de volverme pintor de almas, dispensador de vida? ¡Despierta, hombre! Ya el cielo enrojece, se levanta la aurora, ya cantan los pájaros de fuego y vuelan por doquier solares mariposas.”

5.

Después de pronunciar estas palabras, reunió Se Akatl a sus seguidores y les advirtió sobre las cosas que habrían de ocurrir, consolándoles y exhortándoles para que fuesen fieles a su memoria. Y les dijo:

6.

“He aquí, en estado de paz vengo yo, Ketsalkoatl, el que se concentra, el dominador de la sensación, a quien nadie puede engañar. Vengo a someter a mi herencia humana. ¡Ánimo, guerrero de la esfera, golpea! Que ya se acercan mis inclinaciones genéticas, llenas de sangre y color.

7.

“He aquí, la tierra va a embriagarse conmigo, porque he adormecido mis manos, mi carne está insensible. Ya no siento las burlas de mi condición mortal, ya no es posible que me hieran, que me ofendan.

8.

“Soy Ketsalkoatl, nada en mi mente. Soy el guerrero del espíritu, nada me causa impresión.”

10 - LA HOGUERA

1.

Había llegado el momento. Toda la tierra se entregó al servicio de la casa de Dios. Banderas de papel con mariposas de fuego se alzaron por todos lados. Hacia los cuatro rumbos estaban en pie los hombres. ¡Nunca antes se había preparado un sacrificio así! El rostro de Se Akatl ya no reflejaba sufrimiento, resplandecía con la señal de un dios.

2.

Entonces dio una orden a sus oficiales. Rápidamente le vistieron con sus insignias reales, le impusieron la máscara verde, le dieron su báculo y colocaron sobre sus hombros un manto maravilloso bordado de serpientes. Así ataviado, se encaminó a la pirámide de leños. Era la octava casa de la noche, la casa de las máscaras. El sol ya salía.

3.

Retumbó el tambor y el clamor de las sonajas rasgó el aire. Tañendo sus flautas, cantaron los sacerdotes: “En el templo del fuego será ofrecido un hombre. ¡Ah!, un hombre debe ser ofrecido.”

4.

Y después cantaron nuevamente: “Con lamento triste te vas a la región donde de algún modo se existe. Fuiste celebrado, divinas palabras pronunciaste, pero vas a morir. Aquel que es todo compasión ha exigido, en verdad, extraña cosa.”

5.

Al llegar a la cúspide del templo, Se Akatl contempló por última vez a quienes le habían acompañado. Un profundo silencio reinó sobre la tierra. Pero, de repente, se escuchó una voz desde el cielo que decía: “La noche del éxtasis ha llegado, ¿por qué la desdeñas? El amanecer de tu triunfo se levanta. ¡Inmólate ya, reviste tu traje de oro!”

6.

Entonces él mismo se prendió fuego. Nadie más lo hizo, él mismo, levantando los brazos, hizo arder todo el templo de una vez y se incendió.

11 - EL CORAZÓN ASCENDIDO

1.

Cuando ardió, al punto se alzaron sus cenizas. Y vinieron a verlas todas las aves hermosas que remontan el cielo, aquellas que había enviado para su hora final: aves doradas y negras, de largas plumas y cuellos flexibles; aves de hermosos cantos, aquellas que serenamente surcan el cielo, y las mariposas. Todas vinieron.
2.

Se escuchó entonces un estruendo como de tormenta que se expandió sobre la tierra. Una sombra ocultó el rostro del Sol; haciendo giros, cayó una lluvia de flores. Sobre la tierra vino a cernirse Aquel por Quien vivimos.

3.

En ese momento, los peregrinos vieron cómo el corazón de Se Akatl se encumbró de entre las cenizas, refulgente cual un jade precioso, y entró en el cielo, escoltado en el aire por los pájaros y las mariposas. Y dicen los viejos que se convirtió en la estrella que sale al alba.

4.

Dicen también que esa estrella apareció solo después de la muerte del rey, quien por ese motivo es llamado Tlawiskalpanteku’tli, señor (que se hace) morada de la luz.

12 - CANCIÓN DE MATAXOCHITL

1.

La hoguera ardió un día y una noche. Después se enfrió y una niebla descendió sobre la faz del campo, oscureciendo el color de las cosas. Pero el cielo estaba iluminando; con escudos de oro, había fiesta allá.

2.

Lloró Matlakshochitl la muerte de su señor, y en su dolor, tomó el teponaztle y cantó. “En Tula había un templo de madera fina; aun se yerguen allí sus columnas de serpientes emplumadas. ¡Se fue, emigró lejos nuestro príncipe, Nakshitl! Y con él partimos nosotros, sus compañeros, en busca de la tierra del saber. Hoy lloramos, ¡hacia la perdición partimos!

3.

“Allá, en Cholula, permanecimos por un tiempo. Luego nos encaminamos a Poyau’tekatitla y atravesamos el agua en Akallan. Hacia el este marchamos, buscando la patria de los hombres sabios. Hoy lloramos, ¡hacia la perdición partimos!

4.

“He venido a vivir entre extranjeros yo, el del penacho precioso, el protector de la corte. Atribulado estoy, pues se fue mi Señor, el precioso guerrero, y me dejó atrás, en orfandad. ¡Ah, pobre Matlakshochitl!

5.

“Lloro, porque se derrumbaron los cerros. Me lamento, porque se arremolinó la arena del mar. Pues él se ha ido, mi maestro, dejándome sólo y en orfandad.

6.

“En la tierra del saber, allá, en el oriente, te esperaban. Allá fue ordenada tu partida, ¡y te fuiste! Oh, mi Señor, precioso guerrero, te fuiste para reinar también sobre las aguas celestes, en el país del pájaro matutino.

7.

“Aquí han quedado tus casas, el puente que construiste, tu mansión señorial. Aquí dejas atrás, en total desamparo, a la ciudad de Tula, convertida en lugar de advenedizos. Mira: sin cesar ha llorado, con el resto de los nobles, el príncipe Timalli.

8.

“Tú pintabas la piedra y la madera allá, donde nos gobernaste como príncipe. ¡Oh, Nakshitl, nunca perecerá tu nombre, por siempre te llorarán tus merecidos! Tú edificaste casas de turquesas, templos de serpientes, allá donde reinabas. Tú dejaste tus cantos para nosotros, impusiste un modelo. ¡Oh, Nakshitl, nunca se olvidará tu nombre!”

13 - LAS CENIZAS

1.

Durante un día y una noche estuvieron velando la hoguera. Luego amaneció. Y viendo los seguidores de Se Akatl cómo la muchedumbre estaba triste y desolada, sintieron compasión de ella. Y, reuniendo a todos, Matlakshochitl subió a una roca y les dijo:

2.

“Creedlo, hermanos, y no estéis apesadumbrados: en lo alto del templo, sobre su escudo, se transformó aquel que había descendido. En el lugar de la recta palabra ofrendó su corazón. ¡Era él, el extranjero, el del collar de jades! ¡Era él, la Serpiente Emplumada!

3.

“Lo habéis visto: como una flor se abrió su pecho, su corazón ascendió. En tierra extraña, en país ajeno se ofrendó con su báculo real, con el libro sagrado, se ofrendó por nosotros y también por los extraños, ¡oh hermanos!

4.

“Partió nuestro Señor. Su cuerpo fue quebrado. Pero su corazón ya vuela a las siete cavernas, al lugar del origen, allá, donde se yergue la acacia, grita el águila y ruge el ocelote, donde sus divinos abuelos, el sitio que infunde veneración.

5.

“¡No lloréis por él! Pues él alcanzó la vida. En el templo del fuego hizo la guerra y venció. De sí mismo nació y se hizo hijo de dioses. Así hemos de recordarlo para siempre.

6.

“Él, ave de fuego, viento del Sol, vuela en medio de la gran llanura, rumbo al misterio. Su corazón ha llegado al corazón del cielo. ¡Resplandezca su luz sobre la tierra! ¡Haya alegría en todo hombre bueno!”

7.

Entonces dio órdenes de recoger las cenizas. Y las echaron en bolsas de piel de ocelote para distribuirlas luego por toda la tierra. Los señores de los estados recibieron estas reliquias con grandes muestras de respeto, y desde entonces las reverenciaron en memoria de Se Akatl.

14 - EN REGIÓN DE LOS MUERTOS

1.

Cuentan los viejos que, cuando murió, sólo durante cuatro días estuvo ausente. En ese tiempo fue a morar a la región de los muertos para conversar con sus antepasados. Y dicen que se acercó Se Akatl al trono del Señor y la Señora de lo profundo, y les dijo: “Vengo a llevar los preciosos huesos que vosotros guardáis, pues tal es mi misión y para ello he sido sacrificado.”

2.

Le preguntó el Señor de los muertos: “¿Qué hará con ellos, Ketsalkoatl?”

3.

Respondió: “Los dioses están preocupados, porque es preciso hacer una nueva creación, una nueva palabra sobre la tierra.”

4.

Entonces el Señor de los muertos le dijo: “Sea. Si haces sonar la caracola de viento cuatro veces, hacia los cuatro rumbos, y da cuatro vueltas en torno a mi círculo precioso, los tendrás”. Pero le dio un caracol sin agujero, no había modo de hacerlo sonar.

5.

Entonces Se Akatl llamó a los gusanos que viven bajo la tierra y les dijo: “¡Hermanos ! Haced un agujero para que yo pueda respirar y echar aliento.” Ellos lo hicieron así. Pero, por mucho que lo intentó, no pudo sonarlo, pues estaba muerto y no tenía aliento.

6.

Entonces llamó a los abejorros y a las abejas que viven en las fragosidades, y les pidió: “¡Venid, amigos, entrad en la joya y haced que suene!” Ellos lo hicieron así.

7.

Al escuchar el sonido de la caracola, el Señor de los muertos accedió y le dijo: “Está bien, puedes tomar los huesos.”

8.

Pero llamó en secreto a sus servidores, los cuales eran semejantes a codornices, y les ordenó: “¡Dioses! No permitáis que Ketsalkoatl se marche con los huesos. Ponedle una trampa y haced que los deje aquí, porque, en verdad, los estimo mucho.”

9.

Pero Se Akatl estaba al tanto de la trampa. Pensó: “No ha de ser así. De una vez me apoderaré del tesoro.”

10.

Y dijo a su nagual: “Doble mío: ve y di a esas deidades del polvo que tomaré los huesos por un momento, y luego he de regresar para devolverlos”. Fue el nagual dando gritos: “¡Vendré a dejarlos…!”

11.

Al mismo tiempo, Se Akatl tomó los huesos, hizo un bulto con ellos y subió a la tierra. Y estaban unidos, confundidos, los huesos del hombre y la mujer; aún no estaban separados.

12.

De nuevo dijo el Señor del inframundo a sus servidores: “¡Dioses! ¿Es posible que se haya llevado Ketsalkoatl mis preciosos joyas? Id a su encuentro, haced un hoyo en su camino, para que caiga dentro, y traedme lo que es mío.”

13.

Fueron los servidores y lo hicieron así. Y cayó Se Akatl en el hoyo, pues las codornices lo espantaron y tropezó su pie, se desplomó como muerto. Y se esparcieron por el suelo los huesos preciosos, mezclándose y fragmentándose. Entonces los tomaron las codornices y los mordieron y royeron.

14.

Cuando volvió en sí, Se Akatl se afligió mucho y dijo a su nagual: “¿Qué ha pasado, doble mío?”

15.

Respondió aquel: “Nada, que tu misión ha salido mal. Tendrás que hacerlo de nuevo, y que resulte como sea.”

16.

Reprendió Se Akatl a los mensajeros del Señor de los muertos, y les dijo: “¡Atrás, pájaros del polvo! ¡Idos a otro rumbo, no molestéis más a quien se ha hecho divino!” Al escuchar su voz, las codornices retrocedieron, espantadas.

17.

Entonces recogió los huesos, los juntó e hizo un bulto con ellos. Pero quedaron mal colocados, astillados; no quedó bien.

18.

Se lamentó de nuevo Se Akatl: “¡Oh tú, codorniz causadora de estragos! ¿Qué has hecho con el atado de huesos, golpeándolo, quebrándolo? He aquí, los voy a componer nuevamente, disponiéndolos con orden, ajustándolos en la carne, para que salga buena la obra. Pues yo soy el sacerdote que bajó a las nueve profundidades y ascendió de nuevo.”

19.

E invocó a los dioses del Cielo para que viniesen a ayudarle: “¡Ven, padre mío, Teskatlipoka! Señálame el camino, para que no ofenda tu rostro, yo, el sacerdote.

20.

“¡Venid vosotros, espíritus que sostenéis las esquinas la tierra y estáis hacia los cuatro rumbos y sois el soporte del cielo! Pues con vuestro consentimiento he llegado hasta aquí, yo, el huérfano de padre, vosotros habéis guiado mis pasos.

21.

“Y vosotros, cerros preciosos orlados de turquesas, en cuyos flancos me he detenido, cansado, más de una vez, tened compasión de estos huesos, que ya se acaba la obra, ya llegó el final.

22.

“Venid en mi auxilio, padre y madre, tierra y agua, cielo estrellado, y tú, Señor de los rayos, Dios que fuiste un ser enfermo y te ofrendaste, y hoy repartes tus jades a la Creación.”

23.

Al escuchar su llamado, acudieron los dioses y le escoltaron en su ascenso por las escalas del cielo.

24.

Una vez arriba, la Madre Tierra tomó los huesos y murmuró: “¡Cuánto daño han hecho esos pájaros de espanto! ¡Quebranto, quebranto! Pero ahora lo arreglaremos.” Entonces colocó los huesos en un molino y los molió. Luego echó la harina en un precioso barreño y la amasó. Y mientras amasaba, ella misma se fue moliendo, hasta quedar enteramente disuelta.

25.

Y vinieron los dioses a sangrarse sobre la masa de huesos, para darle vida. Vino Se Akatl y sangró sobre la masa su miembro viril. Y se sangraron también los cinco dioses: Tlalok, Wiktolinki, Teponkiski, Tlallamanak y Tsontemok.

26.

Después que estuvo preparada la masa, vino Sholotl, el nagual, y modeló con ella figuras de seres humanos, y los nutrió, echando en sus bocas masa de maíz tierno. Y cuando estuvo listo, anunció a los dioses: “Han nacido, oh señores, los nuevos moradores, los merecidos. Por nuestro sacrificio ha sido posible.”

15 - EL DÍA DEL PÁJARO CANTOR

1.

Cuentan los viejos que, después de recobrar los huesos de los antepasados, Se Akatl vagó durante otros cuatro días por las regiones superiores, a donde fue a proveerse de rayos. Y al octavo día vieron salir la gran estrella llamada Ketsalkoatl, la cual se manifestó en el alba y en el atardecer. Dicen que sólo entonces se entronizó como Señor.

2.

Esto ocurrió el último día de la veintena de Xul, entonces subió al cielo con los dioses. E instituyeron sus amigos ese día como vigilia y ofrenda, y le llamaron Día del Descenso del Pájaro Cantor, porque, decían, ese día se acuerda Ketsalkoatl de los hombres y baja entre ellos para verificar sus acciones.

3.

Guardaron su recuerdo y se regaron por la tierra, formando alianzas para defender la memoria de Se Akatl. Y establecieron como ley que, por medio del fuego, alcanzarían los seres humanos honra y excelencia, y llegarían a ser señores del mundo superior.

4.

En muy poco tiempo, muchos de los moradores de la tierra escucharon esta voz y esperanza de excelencia, y vinieron al campamento para juntarse con sus seguidores. Y todos trabajaban en unidad, porque aun era fuerte el recuerdo del Penitente.

16 - EN LA COSTA DE PÁNUCO

1.

Así pasó el tiempo. Transcurridos cuatro años regresó. Ya nadie lo esperaba, nadie pensaba en volver a verlo. De la región del misterio, de la casa del quetzal, del país de la abundancia regresó Aquel que enriquece al mundo.

2.

Caminaba como un dios por la costa de Panuco y fue reconocido por algunos viajeros. Se corrió la noticia con pregoneros, y al escucharla, muchos cayeron en confusión. Se decían: “¿Podrá acaso alguien regresar de entre los muertos? ¿Ocurrió antes algo semejante?”

3.

Fueron enviados a su encuentro algunos oficiales. Pero él, conociendo sus dudas, apareció en su camino y les dijo: “¡No dudéis amigos! ¡Soy yo, el sacerdote, el viajero de la región de los muertos! ¡Reconocedme! He ido delante de los hombres allá, donde los muchos huesos, para buscar la semilla.

4.

“Mis enemigos se reunieron para hacerme la guerra, los hombres despreciables vinieron contra mí. Mucho daño me hicieron esos pájaros del polvo, me rompieron, me quebraron, mancharon mi precioso recipiente. ¡Pero mi blanca bandera sacudió el polvo, arremolinó la tierra allí, en el antro de la penitencia!

5.

“Soy el guerrero, el que hace de los cielos su camino. No en vano revestí la insignia de oro. ¡Por mí se mueve el Sol! He regresado para abrir mi mano, yo, el morador de la región de las alas, el caminante solitario. En la muralla del campo del rigor combatí; allí alcé mi grito y alcancé mi nombre: defensor del hombre.”

6.

Así dijo. Los mensajeros quedaron atónitos y le rogaron que viniera con ellos a su campamento.

17 - CON SUS AMIGOS

1.

Los principales amigos de Se Akatl, en cuyas manos estaba la responsabilidad del pueblo, no quisieron escuchar la noticia; se dijeron: “¿Quién es este que viene a perturbarnos? ¿Con qué autoridad ha tomado su nombre? Vimos su cuerpo arder en la hoguera. ¿Acaso no dijo él: no dos veces se vive en la tierra? No os dejéis confundir, hermanos. No es el Señor, sino un demonio, quien así viene a dividirnos.”

2.

Aun estaban hablando, cuando Se Akatl entró en su asamblea y preguntó: “¿Quién es el que murmura contra mí palabras de desconfianza? ¡Soy yo, el Señor de las transformaciones! He regresado, me rehice, alcancé la vida verdadera y estoy aquí.

3.

“Mi madre divina, la del manto de estrellas, me infundió un nuevo aliento, un aliento inmortal. ¿Quién podrá ahora contra mí levantarse? A la oscuridad de las aguas arrojé mi oscuridad yo, el penitente. ¡Vengo de conquistar mi destino!

4.

“A los mundos que están sobre nosotros, a los nueve escalones fui a descansar. Allá, donde la anciana, fue abierto mi collar, desatada mi guirnalda de plumas. ¡Aplastada quedó la serpiente! Quiso quebrar al pequeño espejo, al mágico reflejo, ¡y condenada fue por siempre a los abismos de perdición!
5.

“Vedme, amigos, soy el Dragón de luz. Conozco al anciano, a la anciana. He vivido en el mundo de los muertos y con los que nunca mueren. Soy mediador, y he vuelto para dormir al sueño y amordazar la muerte, para destruir a aquel que muerde por sus cuatro extremidades. ¿Qué dios, qué poder será capaz ahora de arrojarme al polvo?”

6.

Al escucharle, sus seguidores cubrieron sus rostros y le adoraron, y un gran temor los sobrecogió. Pero él les confortó, diciendo “¡Alegraos, amigos, reconocedme!” Entonces ellos corrieron a su encuentro, muy contentos, y le abrazaron.

7.

Él, sentándolos en un muro, les habló de su descenso a lo profundo y su ascenso a las estancias del Cielo, y les dijo: “Del corazón del mar regreso, de allá, donde el horizonte se tiñe con los tintes de la aurora. ¿Acaso no me esperabais? ¡Soy el quetzal, y he venido volando!

8.

“De pasos difíciles vengo, de la gran guerra. Muy serio estaba mi rostro cuando salí de Tula, enflaquecidos mis costados, vacilantes mis pasos. En flor ansiaba convertirme, y era un conejo ensangrentado.

9.

“Yo no lo sabía, no conocía mi destino, ¡y en el templo de las llamas me fue revelado! No lo entendía, ¡y en la casa de los niños me fue revelado! Después de tanto andar, he visto un paso allá, en el seno del mar, donde el mundo se curva y se esparcen, sin forma, las arenas. Este cofre de jades incendié por mí mismo, y renací.

10.

“Ahora, mi corazón ha llegado a ser perfecto. Solitario, entre colores infinitos, mi corazón vive. He recibido el poder del anillo del agua. ¡En el arte he de vivir eternamente sobre la tierra!”

11.

Embriagado con estas palabras, exclamó Matlakshochitl: “¡Oh tú, caudillo nuestro, príncipe de los naguales! ¡Eres tú, en verdad, Señor de vida y amparador de todo crecimiento! ¡Y nosotros que sólo te causamos pesares!”

12.

Esto dijo, entristecido por las dudas con que le habían recibido. Pero él le aseguró con afecto: “Sólo me ultrajan quienes no me han conocido. Vosotros, empero, sois mis padres, mis hermanos, mis amados sacerdotes. A la gloria del Señor de las corrientes infinitas, en nave de turquesas, allá también iréis vosotros, mis hermanos, mis viejos compañeros.”

13.

El príncipe Itimalli le preguntó: “Señor, ¿qué puedo hacer para vivir contigo allá, donde tú vives? ¿Cómo ganar un rostro y un corazón, cómo cantar tu canto?”

14.

Respondió: “Sólo podrá cantar mi canto aquel que llegue a ser, como yo, dios del crepúsculo y dueño de la luz, quien logre transformar su rostro a voluntad. Mas, no temáis. Yo soy el Dragón de luz y envío mis rayos a todos los seres creados, aun a los que están allá, en el paraíso de las aguas. Y al que quiero, lo tomo y lo hago mío.

15.

“A la encrucijada de todos los caminos he llegado. A mí mismo me hice creador, sostenedor y vida. ¿Qué más he de buscar? ¿A quién debo seguir? Yo, el proveedor del reino de las aguas, hago llover a Dios. A aquel que os colma de bendiciones, yo proveo. ¿Habrá algo imposible para mí? Yo deseo, amigos, que vosotros también cantéis mi canto.

16.

“Por lo tanto, id por todas partes, estableceos aún en el monte de las tinieblas. Con música de nubes esparciréis la gloria de Ometeotl. Id por el mundo y no temáis: eternamente se escuchará mi voz entre vosotros, explicando la palabra de la verdad.”

18 - LAS ORDENANZAS

1.

Entonces llamó a su lado a cuatro jóvenes cholultecas por los cuales sentía un amor particular, y les encomendó que recordasen todo lo que habían visto y oído, a fin de que, yendo por el país, fuesen testigos suyos ante los pueblos de la tierra. Y les ordenó que dividiesen la tierra en cuatro partes, quedando la ciudad de Cholula como corazón, y que propagasen por ellas las noticias de su regreso.

2.

También les dio autoridad para tomar el poder sacerdotal en su nombre, mas no como señores que reclamen la herencia de un reino, sino como servidores y deudores, como quien toma algo en préstamo hasta que llega el momento de devolverlo.

3.

Ordenándolos en comunidades, les dijo: “Viviréis juntos bajo los más ancianos, compartiendo vuestro sustento y sin acumular riquezas. Guardaréis y os transmitiréis las dignidades recibidas. Velaréis con todo el corazón para que se extienda el modo de vida tolteca.

4.

“Mantendréis en orden vuestras comunidades, suprimiendo lo relajado y conservando lo virtuoso. Si hacéis así, os doy poder para que hagáis cosas maravillosas y os hagáis acreedores del nombre que lleváis, y para que transmitáis ese nombre.

5.

“También marcharéis por los valles y las sierras, averiguando por las cosas concernientes a la vida. Y encontrando alguna buena costumbre, traedla a vuestras comunidades y compartidlas con todos, para que de ese modo perfeccionéis el modo de vida tolteca.

6.

“Mas aún, donde quiera que lleguéis, preguntad por las historias y las creencias del lugar, comprendiendo sus cosas oscuras y ayudando en sus ritos y tradiciones. Pero, ¡cuidaos de los sacrificios humanos y de la idolatría!

7.

“Durante el día, estudiad los libros divinos, conversad con vuestro corazón y ejercitaos en las artes y oficios. Por las noches velad, cantad alabanzas hasta el alba y jamás faltéis al baño nocturno.

8.

“Dormiréis y comeréis poco, hablaréis sólo lo necesario. Seréis parcos en vuestros modales y sobrios en el vestir. No pasaréis a navaja sobre vuestras cabezas ni usaréis joyas, sino sólo un collar de piedra o madera. Y no olvidaréis la penitencia.

9.

“Además, trabajad en sementeras para no ser una carga al pueblo. Antes bien, dad de comer a los pobres y los necesitados, a los ascetas y los enfermos, socorriendo en todo momento a las viudas y los huérfanos.

10.

“He aquí el modo como elegiréis a vuestros líderes: el más humilde entre todos será el que mande, y el de más noble cuna será el servidor. Ninguno percibirá recompensa por su servicio. Y quienes deseen ser líderes, que trabajen doble jornada.

11.

“Sólo aquel que tenga corazón puro, un corazón bueno, un corazón firme, un corazón de hombre, sólo aquel que tenga a Ometeotl dentro de sí y sea sabio en las cosas divinas, ese os representará. No importa su nombre, no importa su nacimiento. Aún si fuese de origen humilde, aún si su padre o su madre fuesen pobres entre los pobres, no miraréis su linaje, sino su modo de vida.

12.

“Si encontráis alguno que sea perfecto en sus costumbres y ejercicios, doctrina y buena vida, perfectamente continente y guardador de los preceptos, virtuosos, humilde y pacífico, considerado, cuerdo, no liviano, compasivo, amigo de todos, devoto, temeroso de Dios, esclarecido, a este elegiréis como sumo sacerdote y le impondréis el título de Ketsalkoatl. Este os servirá de guía, os llevará a cuestas y os gobernará.

13.

“Tales guías os dirán cómo venerar a Ometeotl y llevarán las ceremonias. Su obligación será pronunciar discursos, ocuparse día y noche en el incienso, preparar las espinas para la penitencia, mirar y calcular el orden del cielo y la división de la noche, la caída del año y la cuenta de los destinos.

14.

“Ellos leerán y cantarán, volviendo ruidosamente las hojas de los códices; tendrán en su poder la tinta negra y roja, los caracteres, para elevaros y mostraros el camino.

15.

“Y cuando algún hombre o mujer, viendo el buen ejemplo con que os hacéis merecedores, quiera unirse a vosotros, lo admitiréis con gusto. Podréis admitir a todos sin distinción, a condición de que permanezcan vírgenes, que renuncien a sus lazos familiares, que se comprometan con el trabajo común, que sean templados, que se ejerciten en el ayuno, que amen el estudio, que acepten la amonestación con entera humildad, que sojuzguen su cuerpo y no teman a la penitencia.

16.

“Únicamente a estas personas no admitiréis con vosotros: a los niños, los esclavos, a aquellos que carecen de juicio sano o que tienen graves defectos físicos, y tampoco a los viciosos ni a los que no tengan amor a Dios.

17.

“Para determinar la sinceridad de quienes quieran seguiros, les impondréis que permanezcan cuatro años en soledad, en las montañas, alimentándose de raíces y frutos silvestres, para que valoren su intención.

18.

“Y si, aún así, este hombre o mujer insiste en unirse a vosotros, lo tomaréis y lo llevaréis ante la imagen de nuestra madre o ante un arrollo o laguna, y así invocaréis:

19.

“‘Señora, tomo esta agua de tus manos para lavar a este que ante ti ha venido, para limpiar la mancha que heredó de sus padres. La mancha, la culpa, se la lleve el agua y disipe.

20.

“Tú, Señora, ten a bien purificar esta vida que en tus manos entrego. Pues sólo tú eres merecedora del don que tienes para limpiar toda mancha desde antes del comienzo del mundo’. Diciendo esto, arrojéis el agua sobre la cabeza del que os solicita y lo admitiréis con vosotros.

21.

“Y si alguno de quienes así habéis admitido continúa pecando, le pediréis que venga y se confiese con los más ancianos. Y el anciano le dirá: ‘Tú, que fuiste engendrado de nuevo por tu madre y padre, Ketsalkoatl, como cosa purificada y preciosa, de tu libre voluntad te has vuelto a ensuciar. Confiesa ahora, ábrete y manifiéstate ante tu Señor, que es amparador y compasivo’.

22.

“No tengáis a menos este consejo, porque en verdad, la confesión de las culpas nos hace entrar en el puente de la misericordia, que es como agua clara con que Ometeotl purifica nuestras almas, haciéndonos nacer de nuevo, vivir otra vez, dándonos nueva luz y nuevo sol, haciéndonos florecer y lucir con destellos de una nueva vida que sale de nuestra madre, la matriz donde se cría.

23.

“Y cuando aquel confiese sus pecados, le impondréis penitencias y le diréis: ahora trabajarás un año o dos, barriendo por las noches el patio del templo; ahora visitarás desnudo los santuarios, en el frío de la noche, o te confiarás al río hasta donde él quiera llevarte; ahora sacrificarás tus palabras, tus miradas o tu aliento; ahora punzarás tu cuerpo con puntas de maguey, perforando tus labios, orejas, brazos, piernas o el miembro viril, según sea tu pecado de hablar, oír, hacer, o de incontinencia.

24.

“Y estos son los pecados que miraréis: las palabras injuriosas con que afrentáis al prójimo; la ingratitud que tuvisteis hacia los dones de Ometeotl; la inhumanidad que mostrasteis al no compartir los bienes que os dio vuestro Dios; el no comunicar lo que te fue dicho; la falta contra los preceptos divinos o contra las costumbres de la comunidad; el adulterio, el engaño y el sueño.”

25.

Después de pronunciar estas palabras, concluyó Se Akatl su discurso, diciéndoles: “He aquí mi disposición final y aquello que os identificará como mis seguidores, lo que debéis seguir y compartir, pues es alimento escogido.

26.

“Sólo tres consejos deseo encomendaros: el primero, que busquéis con anhelos hacerlos amigos de Aquel que está en todas partes, en todos cuerpos y en cada momento, pues es noche y viento y Dueño del cerca y el junto.

27.

“Y en tal empeño, mirad que no os hagáis orgullosos, desesperados o cobardes, sino más bien, humildes de corazón, poniendo toda vuestra esperanza en Ometeotl y atreviéndose a mantener sus prescripciones.

28.

“Lo segundo que debéis recordar: tened paz con todas los hombres, respetad a todos y a nadie agraviéis. Por nada del mundo avergonzaréis a otro hombre. Calmaos, que digan de vosotros lo que quieran. Callaos aunque os combatan y no respondáis. Así demostraréis vuestra condición viril y vuestra nobleza, y todos sabrán que sois dignos representantes míos.

29.

“Y lo tercero que os pido, es que no perdáis el tiempo que os ha dado Ometeotl sobre este mundo. Ocupaos en lo que es bueno día y noche, no despreciéis el tiempo. Porque no sabéis si volveréis a vivir, o si reconoceréis vuestros rostros allá, donde de algún modo se existe. Aprovechad esta vida.

30.

“Basta con esto, que era mi misión. Haced en lo adelante lo que bien os pareciere. Todo hombre que se atenga a su propio bien, allegará para sí la excelencia y conquistará la vida.”

31.

Así terminó su exhortación. Y sus amigos anotaron sus palabras sobre sus corazones, para compartirlas luego con todos.

19 - LA PROFECÍA

1.

A continuación, pidió a sus seguidores que se congregaran en la orilla del mar para entregarles su bendición. Una vez en la arena, subió a una piedra que por allí había y anunció las palabras de su profecía. Y esto fue lo que dijo:

2.


“Escuchadme, hermanos: yo, Ketsalkoatl, pluma teñida con sangre de serpientes, he renacido. A mí mismo me hice en la batalla, allá, donde se ensanchasen las aguas y el tiempo queda detenido. Así llegué a ser mi propio padre, y llegué a conocer los ciclos del destino.

3.

“Sólo vine a prepararme un camino; ahora he de marchar. Mas, no temáis, no me voy para siempre: eternamente escucharéis mi voz. No lloréis por el príncipe partido, porque os he dejado mis palabras y mis joyas.

4.

“¡Alegraos! Se acerca un nuevo día, el día magnífico, de radiante hermosura, cuando a mi rostro tenga que regresar. ¡Entonces me veréis! En ese día comprenderéis las razones divinas, levantaré mi cosecha y recogeré lo sembrado. Entonces desaparecerá para siempre el animal maligno y vosotros podréis caminar en paz.

5.

“Y se abrirán las puertas de oro, y vendrán en matrimonio los pueblos de la tierra al templo de los cuatro rumbos, donde se os pedirá que no os descalcéis. Y se manifestará la Señal de al unidad en un árbol erguido. El mundo habrá de verlo cuando ocurra, porque es el amanecer de Ometeotl.

6.

“Poder de bondad viene a vosotros para vivificaros, para extirpar del mundo todo temor. Poder de unidad, poder del Corazón del Cielo, de Aquel que, al recibirnos, no recibe sino a su propio ser. ¡Rendid devoción a la verdad, creed en su poder! ¡Avivad la luz de vuestros corazones, oh hermanos! Amanecerá el mundo para quienes comprendan.

7.

“A la distancia de un grito, a la distancia de un día de camino está ya vuestro hombre, vuestro hermano mayor, el de los verdes jades, las barbas y el báculo de peregrino. ¡Recibidlo! El tiempo se acerca, la hora viene, nace la humanidad del nuevo Sol. ¡Contemplad su señal ahora! ¡Erguid el madero!”

20 - LA BALSA DE SERPIENTES

1.

Entonces tomó su manto de serpientes y lo arrojó al agua. Y el manto quedó firme sobre la superficie del mar como un balsa, no se hundió. Luego subió encima y se sentó en él, como si se tratase de una canoa. Mientras se alejaba de la orilla, bendijo Se Akatl a su pueblo con estas palabras:

2.

“¡Que a todos os mire con amor el inventor del hombre, el conocedor del hombre! ¡Que seáis felices y cumpláis con todo lo que os di a comer de mi labio y mi boca! ¡Que permanezca la tierra, que estén en pie los montes! ¡Que se esparzan por el mundo las flores del maíz tostado, las perfumadas flores del cacao! ¡Que permanezca la tierra!”

3.

La balsa de serpientes navegó sobre las aguas del mar rumbo al horizonte oriental, y cuentan los viejos que entró en el cielo. Pero no se sabe cómo y de qué manera llegó al mundo de la luz. Y dicen los que saben que en verdad vive Ketsalkoatl, no murió. De nuevo habrá de volver, habrá de venir a reinar sobre su pueblo.

21 - EL FIN DE LOS TOLTECAS

1.

Muy pronto, la noticia del regreso de Se Akatl desde la región de los muertos entró en la ciudad de Tula, donde fue acogida son gozo por los toltecas. Pues aún vivía entre ellos el recuerdo de su gloria y no se había apagado el amor que le profesaban.

2.


Pero esto llenó de amargura a Teskatlipoka, por lo que, visitando a los enemigos del reino, los incitó para que lo asediaran. También marchó al bando tolteca. Fue de un lado a otro, enardeciéndolos mutuamente, y muchas personas rencorosas se le fueron sumando.

3.

Por fin, vino contra Tula gran ejército que hizo burla de sus habitantes y profanó los santuarios. Los toltecas, que durante muchas generaciones no se habían ejercitado en artes de guerra, se vieron en tal desventaja, que fueron vencidos. Viejos, mozos, niños y mujeres, todos cayeron, nadie fue perdonado.

4.

Los supervivientes huyeron hacia la región de Shikko, dejando abandonados los templos y palacios. Así se cumplió la profecía: “¡Oh Tula, ombligo del mundo! Huérfana has de quedar.”

5.

En cuanto al rey Wemak, huyó con los sobrevivientes y estableció su campamento en Shikko, donde intentó oponer cierta resistencia. Allí parió su mujer, llamada Kuau’ne’ek, en la fronda, por lo cual puso al lugar el nombre de ella. Hasta allí los persiguió Teskatlipoka.

6.

Los seguidores de Wemak llevaban consigo una serpiente a la cual adoraban. La serpiente reclamó una víctima humana, y, viéndose en situación desesperada y casi acabados, accedieron a sacrificarle un hombre.

7.

Enterado el rey de esta abominación, y viendo que de tal modo se habían degradado los toltecas, se retiró a una cueva que hay en el camino de Chapultepec. Allí se entristeció y lloró, y cantó una canción amarga que decía:

8.

“Con suerte lamentosa me angustio hoy. En los campos yacen dardos rotos, hay cabelleras esparcidas; destechadas están las casas, enrojecidos sus muros; por las calles y las plazas circulan los gusanos, las paredes están salpicadas de sesos.

9.

“Roja está el agua como tinta, y cuando la bebemos, es como si hubiésemos bebido salitre. Golpeamos los muros de adobe, buscando alimento, y fue nuestra herencia una red de agujeros. En los escudos quisimos guarecernos, pero ni con escudos puede ser sostenida nuestra soledad.

10.

“Henos aquí, corriendo por la vida. Hemos comido leños de eritrina para llegar hasta aquí, hemos mascado goma salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos… Todo esto pasó con nosotros, yo lo he visto.”

11.


Entonces, pasando una cuerda sobre el árbol que está en la boca de la cueva, se dio con ella la muerte. Mucho sufrió Wemak por el fin de los suyos. Cuando ya no vio a ninguno que le siguiera (pues todos tras de sí se habían acabado), se suicidó el rey.

12.

En cuanto a su hijo recién nacido, el príncipe Pochotl, ceiba, escapó con el ama que lo criaba hacia los desiertos de Nonoalko.

22 - EL MEZQUITE

1.

Los pocos toltecas que escaparon con vida se dispersaron por las montañas y las ciénagas. Sus príncipes y artesanos se ocultaron en las cortes de los diversos reinos, donde generalmente fueron bien recibidos. Entonces Teskatlipoka dejó de perseguirles.
2.

El total muertos en el lado tolteca ascendió a tres millones doscientas mil personas. Este fin tuvo Tula y su reino. En cuanto a la ciudad, nunca más fue habitada.

3.

Y el hechicero, reuniendo a todos su partidarios en torno a un mezquite, subió al árbol y así les dijo: “¡Deteneos, amigos! ¡Que continúen dispersándose los toltecas! Vosotros, mis devotos, no os dispersaréis.”

4.

A continuación los ordenó como nación y le dio leyes. Nombró trece señores sobre ellos y les exhortó a recordar sus deberes, diciéndoles:

5.

“Nunca os envanezcáis, amigos. Recordad siempre cuánto trabajo pasamos en Tula, hasta que conseguimos nuestros fines. Por lo tanto, proceded con humildad y sacrificio. Principalmente tú, Itstekolotl, brujo de obsidiana, no te ensoberbezcas.

6.

“Si os hacéis arrogantes como aquellos toltecas, os destruiré, os haré como a Mashtla, el mayordomo. Recordad cómo a sus dos hijas, a las cuales custodiaba en cofre de piedras preciosas, les hice concebir mellizos, de modo que cada una de ellas parió dos bestezuelas repugnantes.”

7.

Después de aleccionarlos de este modo, los condujo a los valles de Sholtokan a fin de dejar deshabitado el reino tolteca. Así se cumplió finalmente la profecía del anciano Weman.

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NOTA

Obras recomendadas sobre Ketsalkoatl y la religión de los toltecas:

Díaz, Frank, Los Mensajeros de la Serpiente Emplumada (un estudio crítico sobre la ideología tolteca), Editora Alba, 2003.

León-Portilla, Miguel, La Filosofía Nahuatl, UNAM, México, 1959.

Los Antiguos Mexicanos, Fondo Cultura Económica, México, 1972.

Lilith, Quetzalcoatl y el Arte Real (una interpretación alquímica del simbolismo tolteca, de próxima aparición).

Sejourné, Laurette, Pensamiento y religión en el México antiguo, Fondo Cultura Económica, México, 1957.

El Universo de Quetzalcoatl, Fondo Cultura Económica, México, 1962

BIBLIOGRAFÍA

Esta historia fue reconstruida a partir de anécdotas y textos filosóficos contenidos en las siguientes fuentes:

Anónimo, Cantares de los Señores de la Nueva España, UNAM, México, 1963.

Anales de Cuauhtitlan, Imprenta Universitaria, México, 1945.

Cantares de Dzitbalché, UNAM, México.

Teogonía e Historia de los mexicanos, Porrúa, México, 1979.

Leyenda de los Soles, UNAM, México, 1945.

Leyenda del Tepozteco.

Poesía indígena de la Altiplanicie, UNAM, México, 1992.

Benavente, Toribio de, Relaciones de la Nueva España, UNAM, México, 1944

Camargo, Muñoz, Historia de Tlaxcala, Ateneo, México, 1947.

Chilam Balam, Libro de los libros, Fondo de Cultura Económica, México, 1963.

Chilam Balam de Chumayel, Secr. Educación Pública, México, 1985.

Chimalpahim, S. Antón, Relaciones originales de Chalco, Fondo de Cultura Económica, México, 1965.

Durán, Diego, Historia de las Indias de Nueva España, Escalante, México, 1980.

Ixtlilxóchitl, Alba, Relaciones históricas, Sec. Fomento, México, 1892.

Sumaria relación, UNAM, México, 1975.

Las Casas, Bartolomé de, Apologética Historia, Madrid, 1909.

Los indios de México y Nueva España, Porrúa, México 1982.

Mendieta, Fray Jerónimo de, Historia Eclesiástica Indiana, Ed. Chávez, México,1945.

Olmos, Andrés de, Conjuros y encantamientos de la gentilidad.

Huehuetlahtolli, trad. Frank Díaz 1995.

Ruiz de Alarcón, Tratado de las Idolatrías, Ed. Fuente Cultural, México,1953.

Sahagún, Bernardino, Códice Florentino, Madrid, 1906,

Códice Matritense de la Real Academia, Madrid, 1907.

Historia General de las Cosas de Nueva España, CONACULTA, México, 1989.

Suma Indiana, Imprenta Universitaria, México, 1943.

Singüenza y Góngora, Parayso Occidental, UNAM 59.

Torquemada, Juan de, Monarquía Indiana, Chávez 43.

Zorita, Alonso de, Historia de la Nueva España, Madrid, 1909.

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® Frank Díaz

Primera edición, “Evangelio de Quetzalcoatl”, editorial Tomo, México, 2000

Segunda edición, “The Gospel of the Toltecs”, editorial Bear and Co., USA, 2002
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