jueves, 6 de octubre de 2011

Simbolismo e Iniciación en el arte del tiro con arco - Ananda K. Coomaraswamy


El tiro con arco (Simbolismo y Metafísica) - Ananda K. Coomaraswamy - Comentario del libro
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Simbolismo e Iniciación en el arte del tiro con arco - Ananda K. Coomaraswamy

El contenido simbólico de un arte está originalmente ligado a su función práctica, pero no se pierde necesariamente cuando, bajo condiciones cambiadas, el arte no se practica ya por necesidad sino como un juego o deporte; e inclusive cuando un deporte tal se ha se ha secularizado completamente y ha devenido para el profano un simple recreo o entretenimiento es todavía posible para quienquiera que posee el conocimiento requerido del simbolismo tradicional completar esta participación física en el deporte, o en el disfrute mismo como un espectáculo, con una comprensión de su significación olvidada, y restaurar así, para sí mismo al menos, el equilibrio polar de lo físico y de lo "metafísico" que es característico de todas las culturas tradicionales.

La posición con tiro con arco en Turquía, mucho después de que la introducción de las armas de fuego hubiera sustraído al arco y la flecha su valor militar, nos proporciona un excelente ejemplo de los valores rituales que pueden todavía ser inherentes en lo que a un observador moderno podría parecerle un "simple deporte".

Aquí el tiro con arco se había convertido en el siglo XV en un "deporte" bajo patronazgo real, y los sultanes mismos competían con otros en el "campo".

En el siglo XVI, en los festivales de la circuncisión de los hijos de Muhammad II, los arqueros competidores disparaban sus flechas sobre placas de hierro y espejos de metal, o bien las disparaban a valiosos premios colocados sobre postes elevados: los simbolismos involucrados son evidentemente los de la "penetración", y el de la obtención de los bienes solares no dentro del alcance directo del arquero; podemos asumir que, como en la India, la "doctrina" implicaba una identificación del arquero mismo con la que flecha que alcanza su blanco.

Mahmud II, en el primer cuarto del siglo XIX, era uno de los más grandes patrones de los gremios de los arqueros, y fue para él mismo y "en orden a revivir la Tradición",- es decir, en "imitación renovada de la Vía de Muhammad", el modelo de la conducta humana- como Mustafa Kani compiló su gran tratado sobre el tiro con arco, el Taljus Rasail ar Rumah, en el cual se resumen los contenidos de una larga serie de obras más antiguas sobre el tema y se da una cuenta detallada del arte entero de la confección y del uso del arco y la flecha.

Kani comienza estableciendo la justificación canónica y la transmisión legítima del arte del arquero. Citaba cuarenta Hadit, o dichos tradicionales de Muhammad, el primero de éstos haciendo referencia al Corán (VIII.60) "Preparar contra ellos cuanta fuerza podáis"; donde toma "fuerza" como significando "arqueros"; otro Hadit atribuye a Muhammad el dicho de que "hay tres a quienes Allah conduce al Paraíso por medio de una y la misma flecha, es decir su hacedor, el arquero, y el que la cobra y la devuelve", entendiendo aquí el comentador que la referencia es al uso del arco y de la flecha en la Guerra Santa; otra Hadit glorifica el espacio entre los dos blancos como un "Paraíso".

En una otra dirección la "Vía" que conduce directamente desde el sitio del arquero hasta el blanco (solar) es obviamente un "equivalente", en proyección horizontal, del Axis Mundi: y haciendo andadura sobre esta Vía el arquero esta siempre, por lo tanto, en una posición "central" y "paradisíaca" con respecto del "Campo" entendido como un todo.

Kani llega hasta "derivar" el arco y la flecha de los que fueron dados por el ángel Gabriel a Adán, quien había suplicado a Dios que le asistiera contra los pájaros que devoraban sus cosechas. Vinieron a asistirle, Gabriel dijo a Adán: "Este arco es el poder de Dios; esta cuerda es su majestad; estas flechas son la cólera y el castigo de Dios infligidos a sus enemigos".

Desde Adán la tradición fue transmitida a través de la "cadena" de los Profetas (el arco compuesto le fue revelado a Abrahán) hasta Muhammad, cuyo Compañero Sab b. Abi Waqqas, "el Paladín del Islam", fue el primero que disparó contra los enemigos de Allah bajo la nueva dispensación, y es por consiguiente el Pir o santo Patrono del gremio de los arqueros Turcos, entre quienes la y transmisión iniciática nunca se ha interrumpido (a no ser, quizás, muy recientemente).

A la cabeza del gremio de los arqueros está el "sayj del campo". El gremio mismo es una agrupación definitivamente secreta, dentro de la cual solamente hay admisión por cualificación e iniciación.

La cualificación es principalmente un asunto de instrucción bajo un maestro (usdat), en la que la aceptación de un aspirante, o más bien de un discípulo, se acompaña de un rito en el que se dicen plegarias en beneficio de las almas del Pir Sad b. Abi Waqqas, de los imam arqueros de todas las generaciones y de todos los arqueros creyentes.

El maestro transmite al aspirante un arco con las palabras: "Según la costumbre de Allah y la Vía (sunna) de su Evangelio elegido..." El aspirante recibe el arco, besa su empuñadura, y lo tensa.

(...) Cuando el aspirante ha pasado a través del curso entero de la instrucción y se ha vuelto diestro, entonces sigue la aceptación formal del candidato por el sayj.

El candidato debe mostrar que puede acertar en el blanco y que puede disparar desde una distancia no menor de novecientas zancadas.

El sayj está satisfecho, el discípulo se arrodilla ante él y levanta un arco que yace próximo a él, lo tensa, y encaja una flecha en la cuerda, y habiendo hecho esto tres veces lo retira, todo con extrema formalidad y de acuerdo con reglas fijadas.

El sayj instruye entonces al maestro de ceremonias para que lleve al discípulo a su maestro, de quien recibirá la "empuñadura" (gabza).

Se arrodilla delante del maestro y besa su mano; el maestro le toma la mano derecha en señal de una vinculación cuyo modelo es el Corán (XL VIII. 10-18), y susurra el "secreto" en su oído.

El aspirante es ahora un miembro del gremio de los arqueros y un eslabón en la "cadena" que remite hasta Adán.

En Adelante nunca usará el arco a menos de estar en una condición de pureza ritual; antes y después de usar el arco siempre besará su empuñadura.

Ahora puede tomar parte libremente en las contiendas formales y en el caso de que devenga maestro de tiro de larga distancia, puede establecer un record que será marcado con una piedra.

La recepción de la "empuñadura" es el signo exterior de la iniciación del discípulo.

(Ahora)... la "empuñadura" es algo más que un simple asidero del arco: la empuñadura misma implica el "secreto". La empuñadura es de hecho, en el caso del arco compuesto usado por los Turcos y la mayor parte de los Orientales, la parte media del arco, la cual pone en relación sus otras dos parte, superior e inferior. Es por esta pieza media como el arco es hecho uno.

Solamente cuando se intente comprender esto, aparece la significación metafísica del arco, el cual había sido descrito por Gabriel como el "poder" de Dios; la empuñadura es la unión de Allah con Muhammad.

Pero decir esto es formular el "secreto" solamente en su forma más críptica: una explicación más amplia, basada en las enseñanzas de Ibn al Arabi se comunica al aspirante.

Aquí se indica solamente que lo que constituye el eslabón entre la Deidad-arriba y el profeta-abajo es el Qutb en tanto que Axis mundi, y que éste es una forma del Espíritu (ar-Ruh). (*)
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(*) Fuente: Ananda K. Coomaraswamy, El tiro con arco, Barcelona, Biblioteca de los símbolos de Ediciones Obelisco, 1991.
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El tiro con arco (Simbolismo y Metafísica), de Ananda K. Coomaraswamy

Comentario del libro

Esta obra muestra cómo tras la aparente dimensión deportiva y guerrera del tiro con arco, se esconde un ancestral y riquísimo simbolismo.

Nada es superfluo en el tiro con arco, cada gesto obedece a una razón trascendente.

Un símbolo no es una alegoría o una metáfora, es decir, no es una ficción que da a entender exclusivamente una cosa expresando otra diferente.

Un símbolo no es un signo o una mera convención; es decir, no expresa un significado previamente convenido. Un símbolo es, según la definición menos restrictiva, un estímulo capaz de trasladar a quien lo recibe del plano de lo fenomenológico y existencial al de lo absoluto e inamovible.

El símbolo abre el campo de la conciencia haciendo percibir todos los aspectos de la realidad:

lo sensible y lo velado, lo manifiesto y lo oculto, lo consciente y lo inconsciente.

El símbolo actúa abriendo el consciente más inmediato y, al mismo tiempo, haciendo emerger hasta la superficie de la conciencia elementos inconscientes por asociación y encadenamiento espontáneo de emociones, imágenes, recuerdos y pulsaciones, concatenando así una reserva de significados.

Al despertar tanto nuestro consciente como nuestro inconsciente, el símbolo nos revela a nosotros mismos, poniendo a cada uno frente a su «otro».

El símbolo da una visión global de la realidad ya que religa los diferentes niveles de la conciencia individual y colectiva.

Al informar sobre la globalidad, el símbolo es un medio privilegiado para comunicar ideas de orden metafísico que informan sobre el Principio.

Etimológicamente, «símbolo» (del griego, syn y tobalein) significa «ir juntos», «arrojarse juntos», indicando tanto el despertar conjunto del consciente y del inconsciente por la acción simbólica, como la simbiosis imprescindible para que dicha acción se active entre el objeto que estimula (la figuración, si se trata de un símbolo plástico) y el sujeto receptor del estímulo.

La significación simbólica será siempre polivalente, tanto por informar distintos planos en cada sujeto (el sensible, el psicológico, el metafísico, etc.), como por la variabilidad de los mismos sujetos receptores de la acción simbólica.

El símbolo requiere tanto del objeto estimulante como del sujeto estimulado y al ser éste variable para cada símbolo, al no haber dos personas iguales, el contenido simbólico será siempre superior al continente.

El símbolo reúne la manifestación de quien lo emite y la percepción de quien lo recibe, constituyendo en todo una expresión sintética, sea ésta verbal, plástica o musical.

El medio social, técnico e intelectual está logrando la anestesia del sentido simbólico al imponer la primacía de las apariencias, de lo inmediato, de la abstracción, del racionalismo, de la conceptualización, y de lo convencional.

El gran desafío del espíritu moderno, si quiere recuperar su equilibrio, es reconquistar el lenguaje multidimensional del símbolo.

Los símbolos no tienen «claves» interpretativas.

Intentar entender mediante ellas los estímulos simbólicos sería puro reduccionismo al hacer pasar por un esquema preconcebido la totalidad del contenido simbólico.

De ahí que no se pueda ni se deba sistematizar los símbolos.

El estudio sobre determinado símbolo pondrá en evidencia la universalidad de distintas formas y la posible convergencia de esas mismas formas con tal o cual significación simbólica, sin poder ir más lejos en las precisiones ya que en toda percepción simbólica entra siempre un elemento subjetivo que hará que cada cual perciba un símbolo a su modo.

La porosidad hacia los símbolos requiere una actitud activa y un trabajo individual y constante con ellos que jamás debe cesar.

Es el único modo de aumentar en amplitud y profundidad su captación, así como de preservarse de las contingencias externas disipadoras que ofrece la sociedad de un modo cada día más persuasivo.

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