domingo, 13 de noviembre de 2011

Hay Dioses - Arturo Jaque Rojas


Hace tiempo, vengo escuchando la noticia de la muerte de los dioses; los llaman mitos, leyendas, supersticiones, incluso ignorancia; pero definitivamente no los consideran parte del inventario del universo.

Pero yo digo que se equivocan, medio a medio. 
Los percibo por todas partes: en mi mente, cuando no puedo controlar los pensamientos que corren despavoridos de un lugar a otro; en los murmullos, que llegan de afuera de la casa; en cada una de las partículas que presiento, tanto dentro como en el exterior; allí están, llamándome; pidiéndome que preste atención a su mensaje, o, al menos, que escuche el eco remoto; que no me deje persuadir de que ellos y ellas, han sido borrados del tiempo y el espacio; y que son solamente arquetipos o entelequias, engendros o creaciones de la razón, cuando ésta ha caído al lodo-lobo, y se ha hundido en semejante inmundicia; que tienen carne y sangre, huesos y músculos, que respiran, con corazones que laten al unísono de un ritmo imposible, por que es de otra frecuencia.

En el año, a cualquier hora del día o de la noche, van arropados con flores robadas, con desgana furtiva o con mano felina; con hojas que han ido cayendo de los árboles de la cuadra, que no tiene término; tal vez, también usan la luz o la oscuridad, para cubrir sus carnes, con una vergüenza que recuerda la condición humana- tan pronto se nos asemejan, como se nos diferencian-; casi nadie los percibe, por que es demasiada la premura que tienen en regresar al hogar o, más bien, a lo que, singularmente, designan con ese apelativo, ante la fragilidad de su mente, que se siente segura en algo concreto: bajo techo.

Yo, por el contrario, logro percibirlos entre las multitudes: sus miradas, sus alientos, sus pasos, su soledad infinita; abandonados a su suerte, que es no recibir nunca más pleitesía, ni sacrificios, ni reverencia por parte de los cadáveres con hálito.

Ni hablar que en los parques, los cementerios, las avenidas desnudas, prefieren estar y habitar; no sé si es por que les gusta caminar y deambular para toparse con miembros de su especie; algunos, no hemos perdido la capacidad de entreverlos cuando se detienen a cruzar palabras, o cuando hacen gesto raros, aunque cargados de sentido.

Pero, tengo la sensación de que se han embriagado desde el principio de la creación; o debiera decir big bang, con un alcohol de tal intensidad, que han permanecido borrachos a través de los siglos, y que ninguno de ellos se ha sacado la resaca de esa curadera divina, que no ha terminado.

Mas la pregunta es: ¿borrachos de qué, y por qué?... No tengo la clave para responder, pero los contemplo dar tumbos tras tumbos, como si no pudieran encontrar un hilo conductor en su destierro, entre los humanos, que los confunden con compañeros de juerga, o parásitos que la sociedad ha quemado.

Sin embargo, donde más encuentro, es en la morada en que me fuerzo a albergar; o me obligan -a esta altura de mi vida, da lo mismo-.

Allí, hay puertas cerradas; rejas impenetrables, solamente sus presencias o ausencias violan la máxima seguridad que allí impera; en libros apilados, que sus difamadores, me ha permitido conservar; entre palabras que chorrean de las páginas; de los monólogos subterráneas o acerados, que dicen para quienes tenemos ojos abiertos y oídos bien limpios, para oír y escuchar todo lo que desean comunicar; sitio sagrado y santo, en que las pastillas, la electricidad, las camisas no tienen ningún efecto para impedir que uno abrace la estela que las deidades dibujan en el dintorno de cada celda.

Lo último que alcancé a escuchar es que: el sitio donde me encuentro no es ninguna palabra que termine en comio o algo parecido; tampoco, que padezco de una ceguera blanca o una negra.

Sólo sé que hay Dioses.

_____________________________________________________________________

Extraído del muro de Arturo Jaque Rojas en Facebook
_____________________________________________________________________
.