miércoles, 8 de agosto de 2012

Alienación / Enajenación - 08-08-2012

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Alienación / Enajenación

Término de origen jurídico derivado del latín alienus, ajeno, que pertenece a otro (alien), y que se aplica en las ventas o cesiones.

Así, alienar un bien equivale a regalarlo o a venderlo, es decir, transmitir a otro algo que era propio.

Por extensión se habla también de alienación en un sentido psicopatológico, como sinónimo de pérdida de juicio o locura.

El alienado es, entonces, el enfermo mental cuya mente está escindida.

Estas formas de alienación suponen también un extrañamiento o alejamiento del que se aísla respecto de una norma o de la sociedad.


El sentido propiamente filosófico de este término corresponde al de las palabras alemanas Entfremdung, Veräusserung y Entäusserung, que significan «extrañación», «distanciamiento» y «exteriorización», y expresan una extrañeza del sujeto respecto de sí mismo.

No obstante, y aunque el sentido filosófico de la noción de alienación ha estado elaborado especialmente por Hegel, Feuerbach y Marx, ya en la filosofía del siglo XVIII aparece este concepto para referirse a la situación de un ser humano que depende de otro o de otros.

Así, Rousseau identifica alienación con socialización mal realizada, que debe reemplazarse por una transformación de la independencia natural del hombre en libertad política, gracias a la cual, el hombre, convertido en ciudadano, esté plenamente integrado en la sociedad.


Pero se debe fundamentalmente a Hegel el desarrollo de la noción de alienación, que expone principalmente en su Fenomenología del Espíritu.

Para Hegel, la conciencia, originariamente ingenua, está plenamente convencida de la realidad del mundo independientemente de sí misma, pero solamente puede llegar a ser «conciencia de sí» o autoconciencia cuando ve la vinculación entre objeto (mundo objetivo «fuera» de la conciencia) y sujeto o conciencia.

Partiendo de la crítica de la creencia ingenua de la existencia del mundo externo independientemente de la conciencia, Hegel muestra, mediante el análisis del proceso de tomas de conciencia parciales, cómo el espíritu humano se conquista progresivamente a sí mismo.

De esta manera va oscilando entre la creencia en la realidad del objeto y la creencia en la realidad del sujeto, hasta devenir conciencia de sí en el proceso que muestra la vinculación dialéctica entre ambos polos: sujeto y objeto.

En este proceso, la comprensión que el hombre busca de sí mismo le lleva a considerar toda la realidad como resultado de una Idea (sustancia espiritual o Dios), que consiste en ser un devenir que aparece bajo diversas formas o manifestaciones en el espacio y el tiempo:

en cada una de estas manifestaciones la Idea se aliena, se exterioriza, de manera que todo lo que existe es una manifestación u objetivación del devenir de la Idea.

Así, la naturaleza es una manifestación o autoalienación del Espíritu.

Y el hombre, a su vez, es Espíritu en cuanto es objetivación o alienación de la naturaleza.

La cultura es el espíritu del hombre que se objetiva, de modo que nada existe, cuyo ser no sea, a la vez, algo que se aliena siendo ya algo alienado.


El inicial malestar de la conciencia separada de sí misma (alienada) es la condición del posterior movimiento, que mediante la exterioridad del mundo objetivo y las realizaciones sucesivas del arte, la religión y la filosofía, le permiten la reconquista de su propia esencia.

De esta manera, a través de este movimiento dialéctico, la alienación puede superarse elaborando dichas producciones artísticas, religiosas y filosóficas.

En este proceso, incluso Dios mismo es solamente un momento o una fase.


Efectivamente, Dios, ser absoluto e infinito, es concebido inicialmente como un ser superior a la conciencia y alienado de ella, pero aparece al final del proceso (al final del la historia) como un resultado que realiza la alienación de las propiedades de la limitación y la finitud, que la conciencia reconocía como suyas.

Así, pues, la alienación surge cuando la realidad espiritual aparece como objeto, originando la naturaleza, cuya objetividad debe superarse (Aufhebung) dialécticamente, mediante la apropiación del mundo por parte del espíritu:

prácticamente, por medio del trabajo o, teóricamente, mediante el arte, la religión o la filosofía.

De esta manera, al proceso de exteriorización o alienación ha de corresponder otro en sentido inverso de recuperación de lo alienado, de reconciliación del espíritu consigo mismo.

El hombre ha de reconocer, por ejemplo, que el mundo de la cultura ha sido un producto necesario de la naturaleza humana, pero que, una vez creado, se ha distanciado del hombre y ha logrado dominarlo.

Al hombre le toca reconocer el dominio de algo que él mismo ha creado y buscar la reconciliación con la cultura haciendo que ésta sea verdaderamente humana.

Por ello, toda sociedad en la que los hechos vayan por un lado y los valores por otro es una sociedad alienada y no reconciliada consigo misma.


Feuerbach, aunque se basa en Hegel, acusa a éste de idealismo y de crear un hombre ideal que no existe.

En lugar de partir de abstracciones y conceptos tales como la «idea» o el «espíritu» y del proceso que lleva a la autoconciencia, Feuerbach señala que se debe partir del hombre concreto y sensible. La sensibilidad es el único punto de partida real.

La filosofía no puede comenzar a partir de abstracciones tales como «el pensamiento» o «la idea». De ahí el materialismo de Feuerbach, y de ahí su crítica a Hegel.

Frente a la tesis hegeliana de que la «naturaleza» es el «salir fuera de sí» del Espíritu (una forma alienada de este), Feuerbach reivindica la originariedad de la naturaleza.

Por ello Feuerbach considera la filosofía hegeliana como una especie de teología racionalizada.

Frente a esto, Feuerbach reduce la religión a antropología:

«el secreto de la teología está en la antropología».

«La esencia de Dios no es más que la esencia del ser humano; o mejor dicho, es la esencia del hombre objetivada y separada de los límites del hombre individual, real y corpóreo.

Es la esencia contemplada y venerada como un ser-otro, propio y diferente del hombre.

Por ello, todas las determinaciones de la divinidad lo son también del ser humano» (Feuerbach, La esencia del cristianismo, Introducción, capítulo II).

Por esta razón, Feuerbach redujo la alienación al ámbito religioso porque es en la religión donde aparece manifiesta la esencia humana, ya que, en ella, el hombre manifiesta su «esencia oculta» y Dios aparece como «la esencia espiritual del hombre».

Ahora bien, que Dios sea incondicionado, universal, inmutable, eterno o intemporal no significa otra cosa que la razón humana aplica a este reflejo de sí misma sus propias características.

Feuerbach quiere dar a entender que el idealismo de Hegel no es más que una forma de teología que se puede explicar desde el análisis de la esencia del hombre.

Por todo ello, Feuerbach considera la génesis de Dios a partir de la proyección que el hombre hace de su propia esencia.


Esta génesis se despliega en tres momentos:

a) la objetivación o puesta fuera de sí que el hombre hace de sus propias determinaciones;

b) la separación o escisión de estas propias determinaciones de su relación originaria con el hombre;

c) la extrañación, o consideración de estas determinaciones objetivadas y separadas como pertenecientes a un ser-otro, ajeno y extraño al hombre, que conducen a éste a la veneración, sometimiento y servidumbre a este ser-otro o Dios creado a imagen y semejanza del hombre.

Así, en resumen, Feuerbach entiende la alienación como una proyección que el hombre hace involuntariamente de productos de su propia actividad y de su esencia para tomarlos después como cosas en sí y someterse a ellos.


Marx acepta este punto de vista y, corrigiéndolo, profundiza en él: la religión es, ciertamente, escisión entre el hombre y su propia esencia, pero, si no se quiere permanecer todavía en el idealismo, hay que plantearse cuál es la verdadera causa de esta escisión y de esta pretendida esencia, y en ello radica la crítica que Marx hace del insuficiente materialismo de Feuerbach.

Este autor todavía se basaba en la creencia en la existencia de una esencia humana universal e inmutable, a la que combate Marx.

No hay tal esencia inmutable, sino condiciones concretas de producción, ya que lo que los hombres son es producto de su trabajo.

Por ello, la base de toda alienación debe buscarse en las condiciones económicas concretas del proceso de producción.

Así, toda alienación tiene una base radicalmente (de raíz) económica y social.

No es, pues, una pretendida naturaleza humana la base de la alienación, sino la condición real en la que el hombre se encuentra como consecuencia de su actividad productiva en determinadas condiciones históricas.

La alienación religiosa no es más que una de las diversas formas de alienación que el hombre padece.

La fundamental es la alienación económica, la que aparece ligada al trabajo humano hecho bajo determinadas relaciones de producción: las que se establece entre los que poseen los medios de producción y los que sólo disponen de su fuerza de trabajo.

Tal como se presenta, en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 (editados en 1932), esta alienación, que también supone una escisión o descomposición (Zersetzung) se articula de la siguiente manera:


a) objetivación del trabajador en el producto de su trabajo: el hombre es lo que es por medio de su trabajo; pero

b) en esta objetivación se produce una enajenación, o alienación: el producto de su trabajo se le hace extraño al hombre, no le pertenece; por ello se produce

c) el dominio del objeto sobre el hombre: el hombre se convierte en siervo del objeto que él mismo ha producido. El trabajo alienado hace que todo el hombre resulte alienado: su «vida» no es, paradójicamente, más que «un medio para vivir».


En la alienación, pues, lo alienado no es solamente el producto, sino también el obrero, pues al consistir éste en su acción productiva, al ser desposeído de su mercancía, es desposeído de sí mismo: el trabajador deviene una «cosa» más, una mercancía más.

Este proceso alienante que experimenta el trabajador al convertirse en «cosa» es el denominado por Marx reificación, (del latín res, en alemán Verdinglichung).

Como puede verse, Marx acepta en líneas generales el planteamiento de Feuerbach, pero, en lugar de basarlo en una alienación de una pretendida «naturaleza humana», lo basa en una raíz más profunda: el proceso de producción.


De la alienación económica surgen todas las otras formas: -la alienación social, que existe en la sociedad en forma de lucha de clases; -la alienación política, que se manifiesta en la separación entre sociedad civil y Estado; -la alienación filosófica e ideológica, que consiste en una visión ideológica del mundo o en una falsa visión de la realidad; -la alienación religiosa, que es la «conciencia subvertida» del mundo y aparece como el opio del pueblo.


En obras posteriores Marx introduce nuevos elementos que complementan, o incluso sustituyen, esta noción de alienación. Así, en El Capital, a las nociones de Entäusserung, Entfrendung, y Zersetzung, añade la noción del fetichismo de la mercancía, que estaría en la base de toda forma de alienación.

Por ello, algunos autores (como el filósofo estructuralista Louis Althusser -La revolución teórica de Marx, 1966; Para leer «El Capital», 1965-68-) consideran que el desarrollo de este concepto de alienación en los Manuscritos de 1884, poco preciso y excesivamente humanista, es escasamente científico.

Althusser sostiene que en Marx hay una época precientífica, la de la juventud y la de los Manuscritos de 1844 -a la que pertenecería el concepto de alienación- y una época posterior científica, de la que El Capital es la obra más representativa.


La noción de alienación también ha sido estudiada desde muy diversas perspectivas. Así, forma parte también de ciertas variantes del existencialismo (Sartre, Merleau-Ponty), y ha sido estudiada también por la teología cristiana (P. Tillich) y por el marxismo no comunista (E. Fromm, J. Habermas, H. Marcuse).

En el caso del existencialismo de Sartre la alienación es entendida como el estado de la conciencia desgarrada y escindida. Dado que en el ser humano la existencia precede a la esencia, la conciencia no aparece como el fundamento de sí misma y de ahí este desgarramiento y la «pasión inútil» de querer realizar la unidad peculiar del «en sí» y del «para sí». El tema de la mirada objetivante del otro entronca con dicha concepción sartreana de la alienación.


Además, y tomando el significado del término también en su vertiente psicopatológica, algunas ramas de la psiquiatría contemporánea (especialmente la llamada antipsiquiatría) han puesto de manifiesto que no deben separarse las dimensiones puramente mentales de las sociopolíticas en el estudio de las diversas «alienaciones» mentales.


Por lo que se ha visto, podemos considerar que, además de la noción de fetichismo de la mercancía, pertenecen al mismo ámbito filosófico de la noción de alienación nociones tales como las de:

objetivación, cosificación o reificación, extrañación, escisión, desarraigo, enajenación.

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Extraído de:  http://www.mercaba.org/DicFI/A/alienacion_enajenacion.htm
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