lunes, 15 de octubre de 2012

Diferencia entre autoobservacion e introspección - José Alvarez Crucio y Omar Paladini



Omar: __ Entre ayer y hoy justamente estaba leyendo un texto buddhista que habla de esta diferencia:

"... Cualquier tipo de sensación... Cualquier tipo de percepción... Cualquier tipo de formaciones... Cualquier tipo de consciencia, / sea del pasado, del futuro o del presente, interna o externa, burda o sutil, inferior o superior, lejana o cercana, / todo tipo de consciencia debe ser vista como realmente es, a través del recto discernimiento así: / ‘Esto no es mío, esto no soy yo, este no es mi yo’...". Buddha - Majjhima Nikaya - 22 {9M.3.2} Alagaddupama Sutta - Discurso con el símil de la serpiente - http://omarpal.blogspot.com.ar/2012/10/alagaddupama-sutta-discurso-con-el.html

José: __ A los veintitantos me golpeó la lectura del noble óctuple sendero del Buda, amigo, y -claro- la cosa sigue dando de sí. No sé por qué tu comentario de ahora sobre el discernimiento me ha hecho recordar aquella alusión a "la tenacidad de los prejuicios y la fuerza enorme del recelo" que en su Conclusión Final a El misterio de las catedrales hace Fulcanelli...

Omar: __ Prejuicios y recelos suelen jugar en contra a veces. El difícil equilibrio entre lo que uno cree y las experiencias que vamos teniendo. El estacionarnos en distintos estados, y el seguir avanzando por más cómodos y gratificantes que sean estos últimos. El cielo infinito como meta. Un no-alcanzar nunca un fin, ya que no parece haber limites, sino permanente expansión del horizonte. ·

José: __ ( ¿QUIÉN ERES? )... Preguntárselo, en el sentido de los significados de unx mismx y de lo que distorsiona lo que se refiere a “uno mismo”... 

Y respondérselo en el recuerdo cotidiano de uno mismo relacionado con la finitud...
 
José: __ ( ¿A DÓNDE VAS? )... Preguntárselo, en el sentido de la dirección y los objetivos de la vida... 

Y, el respondérselo, es el recuerdo cotidiano de uno mismo relacionado con los objetivos y la dirección de la propia vida...
 
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Extraído de una charla entre José Alvarez Crucio y Omar Paladini en Facebook a raíz del escrito 'La introspección' de Silo
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La introspección - Silo
 
Si yo ahora me estoy fijando a ver si me siento bien o me siento mal, o si me puse rojo porque tengo vergüenza, yo no estoy haciendo en absoluto conciencia de mi. Yo estoy haciendo introspección, como hace cualquier psicólogo por ahí. La introspección es una crítica y contra crítica del yo psicológico. Que me siento bien, que me siento mal, esto, lo otro. Ahí estoy en introspección.

Mucha gente es afecta a la introspección. Y la introspección tiene más fuerza cuando es negativa que cuando es positiva. Porque cuando uno está bien, simplemente vive esto, que está bien, no se pone a considerarlo, pero cuando uno está mal se pone en este trabajito de ver todos los problemas que tiene. Eso es introspección, eso no es lo se explica en el Trabajo, que es la distancia frente al fenómeno, el observarlo y no decir qué mal lo que me pasa o qué bien, o esto o lo otro.

Y la introspección está llena de ensueño, se mueve con cadenas asociativas. Empiezo a conectar esto con lo otro y lo que me pasó antes, y lo que me va a pasar después. Qué barbaridad! La introspección nos lleva a esa encerrona. Y desafortunadamente hay gente entre nosotros que todavía no ha captado bien la diferencia grande que existe entre autoobservacion e introspección. Es bien grande esa diferencia.

Cuando yo estoy observando lo que hago, yo no estoy metido en si me siento bien o me siento mal o qué barbaridad, que cosas estoy pensando, yo simplemente estoy en lo que hago. Y si surgen ensueños de qué barbaridad, qué bien o qué mal me siento, esos ensueños que ahora observo, pierden para mí relevancia porque los estoy observando afuera de mí. ¿Captan la diferencia? Es muy grande la diferencia, son mecanismos totalmente diferentes.
 
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Extraído del muro de José Alvarez Crucio en Facebook
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 El misterio de las catedrales - Fulcanelli

Conclusión Final

La Naturaleza no abre indistintamente a todos la puerta del santuario.

Tal vez descubrirá el profano en estas páginas alguna prueba de una ciencia verdadera y positiva. Pero no creemos que podamos alardear de convertirle, pues no ignoramos la tenacidad de los prejuicios y la fuerza enorme del recelo. El discípulo sacará de ellas mayor provecho, a condición empero, de que no menosprecie las obras de los antiguos Filósofos, de que estudie con cuidado y penetración los textos clásicos, hasta adquirir la clarividencia suficiente para discernir los puntos oscuros del manual operatorio.

Nadie puede aspirar a la posesión del gran Secreto, si no armoniza su existencia al diapasón de las investigaciones emprendidas.

No basta con ser estudioso, activo y perseverante, si se carece de un principio sólido y de base concreta, si el estusiasmo inmoderado ciega la razón, si el orgullo tiraniza el buen criterio, si la avidez se desarrolla bajo el brillo intenso de un astro de oro.

La ciencia misteriosa requiere mucha precisión, exactitud y perspicacia en la observación de los hechos; un espíritu sano, lógico y ponderado; una imaginación viva sin exaltación; un corazón ardiente y puro. Exige, además, una gran sencillez y una indiferencia absoluta frente a teorías, sistemas e hipótesis que, fiando en los libros o en la reputación de sus autores, suelen aceptarse sin comprobación. Quiere que sus aspirantes aprendan a pensar más con el propio cerebro y menos con el ajeno. Les pide, en fin, que busquen la verdad de sus principios, el conocimiento de su doctrina y la práctica de sus trabajos en la Naturaleza, nuestra madre común.

Por el ejercicio constante de las facultades de observación y de racionamiento, por la meditación, el neóficto subirá los peldaños que conducen al

SABER.


La imitación ingenua de los procedimientos naturales, la habilidad conjugada con el ingenio, las luces de una larga experiencia le asegurarán el

PODER.


Pudiendo realizar, necesitará todavía paciencia, constancia, voluntad inquebrantable. Audaz y resuelto, la certeza y la confianza nacidas de una fe robusta permiritán a todo

ATREVERSE.


Por último, cuando el éxito haya consagrado tantos años de labor, cuando sus deseos se hayan cumplido, el Sabio, despreciando las vanidades del mundo, se aproximará a los humildes, a los desheredados, a todos los que trabajan, sufren, luchan, desesperan y lloran aquí abajo. Discípulo anónimo y mudo de la Naturaleza eterna, apóstol de la eterna Caridad, permanecerá fiel a su voto de silencio.

En la ciencia, en el Bien, el Adepto debe para siempre

CALLAR.

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Conclusión final de la obra de Fulcanelli, "El Misterio de las catedrales". Escrita en 1922.
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 Fulcanelli es el seudónimo de un autor desconocido de libros de alquimia del siglo XX.
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