jueves, 31 de octubre de 2013

Estados Internos y Emotivos - Infección y Contagio - Omar Paladini


"infectarnos, contagiarnos unos a los otros", dijo un amigo.

Si. Los distintos estados internos, los distintos estados emotivos, producen un efecto de arrastre hacia los demas.

No solo por algun efecto imperceptible a nuestra percepción, sino por los actos visibles de unos hacia otros seres humanos y humanas.

Si prestamos atención lo podemos observar.

Ocurre tanto en los estados internos altos como bajos, ocurre en los estados emotivos alegres como tristes.

Es como si la "realidad" que se nos impone por efecto de estos estados rechazaran otros estados internos que no esten en la misma frecuencia.

Los estados internos más fuertes (sean positivos o negativos) son los que se van imponiendo en una "batalla" que es permanente y se libra segundo a segundo en el momento presente; 

y nunca esta ganada de antemano esta puja, sino que depende de la acción sostenida de las personas en juego.

Si alguien se empecina en estar mal, está en todo su derecho.

Si ese alguien se empecina en contagiar a todos quienes lo rodean de su pésimo estado interno, también está en su pleno derecho.

Nosotros también estamos en nuestro pleno derecho de estar atentos 

y no dejarnos contagiar ni arrastrar hacia tan bajos y pésimos estados internos. 

Es interesante para tener en cuenta, ya que si nuestra acción va más allá de nosotros mismos, y deseamos influir positivamente en la gente que nos rodea, 

tengamos en cuenta que hay estados internos nihilistas y degradadores de la vida 

tambien en juego confrontando con nuestra acción.

Si nuestra acción es hacia la afirmación de la vida, amemosla. 

Amemosla en toda su plenitud y con todo lo que contiene, 

y traslademos ese amor en cada acto consciente hacia el mundo, hacia los demas, 

y hacia nosotros mismos, que también somos los demas 

siendo todos uno en el universo que nos contiene y del cual somos parte viva y activa.

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Texto ampliado el 4 de Noviembre de 2013 a las 18:20 Horas
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Salud mental - Remedios de urgencias - OFT


Puestos a encontrar explicaciones a todo... en un momento dado, ésta, si nos la decimos con ternura asertiva en el momento exacto, nos saca del matrix mental en cuestión de segundos...

Insisto en que sólo se aplique a uno mismo y con tanta ternura como asertividad.

Decírselo al prójimo o decírselo a uno mismo desde el enfado, no suele solucionar nada.

La ternura es la clave... Últimamente me aplico mucha de esta ternura asertiva, es mano de santo.

Imbécil significa poco inteligente o alelado, en resumen alguien que no ve algo en un momento dado, así que insisto, con ternura... que sino nos podemos hacer daño.
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Procesos Transferenciales de Integración de Contenidos Internos - Omar Paladini


Es todo un tema el de los procesos transferenciales. Muy dificiles de llevar adelante. Va en contra totalmente del funcionamiento mecanico y/o biológico del funcionamiento psicofísico.

Toda estructura tiene la tendencia a permanecer.

Dicho en otros terminos: Resistencia a no querer dejar de ser (instintos de supervivencia, etc.),

y el proceso transferencial es un hacer consciente que apunta a barrer con ese Yo o Yoes de la periferia mental.

Personalmente prefiero los trabajos con la atención, y desde ahí trabajar el resto,

más soy consciente de que el no trabajo con la integración de contenidos internos, producen que el ruido y las tensiones internas que derivan de esa no-integración (contradicciones) dificulten tremendamente cualquier proceso de despertar interno.
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Egolandia: cuando el imperio del yo es marca de época - Fernanda Sandez





Es levantar la mirada en el subte, y ver: cada quien con los ojos en su propia pantalla. 
Hace tiempo ya que Italo Calvino tuvo una visión de todo esto en Tokio, y la contó en su texto Los flippers de la soledad. 

"Si no fuera por la agresividad cromática y acústica, no nos percataríamos de que se trata de un lugar de diversión al ver a las personas sentadas, cada una frente a su pequeño escaparate como en un lugar de trabajo, los ojos fijos en el centelleo del mecanismo relumbrante, maniobrando los botones con gesto de autómata", anotó. 

Tres décadas más tarde en ésas seguimos, sólo que ahora la pantalla -y el mundo- se han vuelto más pequeños. 

Apenas un rectángulo posado en la mano, y esa geometría plagada de "marcas de identidad". 

Hoy, por lo visto, todo eso que no haya sido previamente procesado por el Yo Estampador ("mi" música, "mis" videos, "mis" contactos, mis, mis, mis) es parte de algún otro redil extraño, y potencialmente peligroso. 

Por fuera de ese mundo a escala personal, todo parece inquietar, empezando por la mirada ajena. 

Vamos pues con los ojos puestos en el único espacio "seguro": el nuestro, ese que se controla y se dibuja a gusto, y en donde nada importa tanto como lo propio. "

¿En qué estás pensando?", interroga una y otra vez el Oráculo de Facebook, a modo de ciberidishe mame, y uno responde.
 
Ya en su imprescindible Postdata sobre las sociedades de control, Gilles Deleuze advertía sobre un futuro de "nuevas libertades", pero también "de nuevos mecanismos de control que rivalizan con los más duros encierros". 
 
Por eso, en este nuevo escenario en donde el yo se ausculta, interesadísimo, y se vuelve a revisar dentro de un instante, sus palabras se vuelven revelación. Es el minuto a minuto del alma, su rating sentimental. 
 
El egosistema depende de eso: de preguntarse, una y otra vez, cómo se siente. Qué tal está. 
 
 Del todos para uno, al uno para todo, en una apoteosis de la autosuficiencia que Gilles Lipovetsky llama "hiperindividualismo" y en la que reconoce el clímax de lo que se venía gestando desde hace tres décadas. 
 
En la misma línea, la antropóloga Paula Sibilia hace notar que "antes calificadas como enfermedades mentales o desvíos patológicos de la normalidad ejemplar, hoy la megalomanía y la excentricidad no parecen disfrutar de esa misma demonización.
 
En una atmósfera que estimula la hipertrofia del yo hasta el paroxismo, que enaltece y premia el deseo de «ser distinto» y «querer siempre más», son otros los desvaríos que nos hechizan". 
 
Y también otras las penas, ya que, como precisa la psicoanalista Patricia Faur, "el costo de esta consagración del yo es un enorme sentimiento de vacío que ha hecho de la depresión la enfermedad del siglo XXI. 
 
Vivimos en una sociedad que crea la ilusión de estar hiperconectada, como si ese encuentro virtual los dejara menos solos. P
 
ero en ese encierro dentro del hardware la sexualidad se vuelve virtual, la amistad es un contacto, los olores dejan de existir. Y nada bueno puede derivarse de esto", dice.
 
Santiago (veinte años, pelo bicolor, tres pantallas a su alrededor a modo de ciberhijitos) no tuvo aún el gusto de leer a Lipovetsky, pero encarna su idea a la perfección. 
 
Hete aquí un hiperindividuo: todo en él y su circunstancia (la ropa, la música que suena en sus oídos, la cría de pantallas) lleva su impronta. 
 
Tal el mandato: hoy todo puede (y debe) "personalizarse", incluido en esto desde el auto hasta las noticias que recibimos. 
 
Experiencias tales como las de Trove (la aplicación de The Washington Post que permite seleccionar sólo las noticias que le interesen al usuario), Livestand (la misma idea, pero desarrollada por Yahoo), Pulse y Flipboard (que permite "tunear" las noticias y leerlas en la IPad) o News.me (un desarrollo parecido impulsado por The New York Times) son apenas distintas versiones de una misma idea: acercarle al lector un espejo informativo. Un mundo sólo para sus ojos.

Mundos a medida

Hace tiempo ya que se habla del siglo pasado como "El siglo del yo". Ése es, de hecho, el título de un maravilloso documental de la BBC en el que la lupa se pone por casi cuatro horas sobre la fundación del sujeto contemporáneo, consumidor antes que ciudadano e insatisfecho antes que cualquier otra cosa. 
Hace ya tres décadas que Christopher Lasch escribió La cultura del narcisismo y hace tiempo también que el psiquiatra Elías Aboujaoude (autor del libro Virtually You) teorizó sobre la "e-personalidad" o personalidad electrónica, una suerte de invención a la medida de nuestros sueños. 
 
Sin embargo, esto es otra cosa. Algo así como el resultado de llevar al yo engendrado por la publicidad y el denominado "marketing uno a uno" hasta la incubadora de Internet. 
 
¿El resultado? Un fenómeno que los psicólogos Jean Twenge y Keith Campbell analizan en el libro La epidemia del narcisismo (una radiografía del Big Bang del ego en el siglo XXI) y los especialistas en marketing, más modestos, resumen en algo llamado "el hiperconsumidor". 
 
Entre sus características mencionan la independencia, el egocentrismo, la falta de empatía y una insatisfacción permanente formateada como una nueva "virtud": la exigencia. 
 
La vida pues siempre parece deberle algo (empezando por mucha, muchísima atención), y en ese caldo el ego crece y lo invade todo. 
 
Por algo, si hace ya rato que la revista Time (en su edición dedicada al Personaje del Año) no tuvo mejor idea que colocar un espejo en su portada, hoy no hay producto ni servicio que no recurra a la "personalización" para vender asesoramiento financiero (estamos en el boom de las "finanzas personales"), comida (hoy todo es "cocina de autor"), candidatos políticos o entretenimiento. 
 
Pablo Bendersky, de la firma Quadion (una empresa dedicada a las aplicaciones para móviles), explica al respecto que hoy "la mayor parte de los ingresos que generan los juegos tiene que ver con la customización. 
 
Es decir, la posibilidad de dotar a mi avatar del modo que quiera, ponerle un sombrero o un determinado traje.
 
 Lo caro no son los juegos, sino la posibilidad de «personalizar» a mi jugador. Y en eso sí se gastan verdaderas fortunas", resalta. 
 
"¿Te gusta? Es un conejito", explica feliz de la vida Diana sobre su nueva funda de celular, con dos enormes orejas rosadas. 
 
"También tuve uno dorado. Yo siempre necesito cosas diferentes, mías, porque si no, me aburro", explica, con esa contundencia de los 19 años. 
 
Sin embargo, se puede escuchar a personas mayores que ella argumentando algo por el estilo aun cuando lo que modifiquen al compás de sus ganas no sea un simple accesorio sino una carrera, una casa. Una vida: el mundo según yo. 
 
La cápsula perfecta, el ciberútero que a cada quien contiene y por fuera del cual todo es hostil, imprevisto. Distinto. 
 
Tal vez por eso también hoy contamos con una exitosa aplicación llamada Instant Mirror, capaz de convertir todo descanso de pantalla de celular en... un espejo, claro.

Tuneo, luego existo

Vivimos, dice el sociólogo Ulrich Beck, en "sociedades de riesgo", donde nada está garantizado y nadie parece decir la verdad. 
 
Y si los gobiernos mienten, las empresas engañan y hasta creencias tan módicas como saber qué es lo que vamos a comer mañana se han vuelto quimera, más vale no quitar la cerca. 
 
El discurso del exterior como amenaza y la sospecha como única actitud inteligente no sólo permiten entender a los preppers (los milenaristas norteamericanos que hacen de sus propias casas un búnker, a la espera de alguna variante del Armagedón, no importa si química, atómica o islámica), sino también a estos nuevos comandos de la soledad. 
 
Esos a los que la empresa Trendwatching (una consultora de tendencias globales) definió como youniverse. 
 
Esto es, "tu universo", mundos a escala personal, donde uno no sólo puede decidir si habrá palmeras, edificios o playas, sino también vivir una vida alternativa, en un cuerpo digital "tuneado" a gusto. 
 
Pero ¿alcanza impregnar de uno mismo hasta el último detalle para saber quién se es? 
 
Según Graciela Moreschi, médica psiquiatra especializada en vínculos, no. ¿Por qué? 
 
"Porque es justamente la mirada del otro la que nos vuelve sujetos. 
 
Relacionarse implica todo un esfuerzo adaptativo a través del cual maduramos porque aprendemos a ceder y a negociar. 
 
Pero en un mundo narcisista no hay cambio ni crecimiento porque tampoco hay vínculo. 
 
El otro es sólo un espejo frente al que lo único que se busca es aprobación", dice.
 
De hecho, según un reciente estudio de la Universidad de Freie, en Berlín, "se ha demostrado que frente a cada «like», se activan zonas del cerebro que tienen que ver con los mecanismos de recompensa", confirma Alejandro Tortolini, experto en mundos virtuales y docente de la Universidad de San Andrés. 
 
Pero hay en el egosistema algo que lo vuelve inestable desde el vamos, y que es -valga la ironía- su falta de ventanas. 

Vuelto sobre sí, estático y perfecto, sometido a interminables reediciones y "tuneos", es justamente salir a la luz del día lo que lo revela en su trágica de Drácula electrónico: 
 
existe a condición de que el otro nunca pase de ser un pulgar hacia arriba o una cara sonriente.
 
"¿Por qué uso emoticones? No sé. Porque son más claros. Con las palabras siempre hay confusiones, malentendidos. Con el emoticón no, porque si uno ve una carita feliz, ya sabe que el otro está feliz. Entonces le manda otra carita y todo el mundo contento", 
 
declara Javier, parafraseando a Aldous Huxley, pero también dando cuenta de por qué hoy -separado, padre de dos hijos y con más de cuarenta años- todavía sigue espolvoreando sus mensajes con dibujos de animales furiosos, felices o tristes. 
 
También para Guillermo Tragant, director creativo de su propia agencia de publicidad y conocedor como pocos del mundo de las marcas, éstos son buenos tiempos. 
 
"Donde algunos ven el mito de Narciso, yo veo un momento de reflexión, dispersión y funcionalidad.
 
La tecnología es buena amiga, hoy el poder del usuario es surreal y las buenas marcas están atentas a eso; escuchan y se crea un ida y vuelta muy rico. 
 
Las marcas buscan cada vez más comunicarse con sus clientes mediante voces personalizadas, identificando nichos o creando niveles de comunicación en los que el mensaje se va destilando. Y eso es bueno", asegura.

Yo, mi, me, conmigo

Cada noche, a las nueve en punto, una bandeja repleta de comida aterriza frente a la puerta del cuarto. Cada noche, a las nueve y cinco, la bandeja desaparece. Reaparecerá -vacía- a eso de las nueve y media. Del otro lado de la puerta de la habitación está el hijo de la mujer que trae la bandeja. 
 
Pero madre e hijo no se ven desde hace cuatro años, cuando el chico (por entonces a punto de rendir los exámenes para entrar a la universidad) simplemente colapsó. 
 
Desde entonces, vive encerrado en su habitación y su único contacto con el mundo son su computadora y esa bandeja puntual. 
 
En Japón se los conoce como hikikomori ("apartados de la sociedad") y son más de un millón de adolescentes y jóvenes, por lo general primogénitos varones, esos sobre los que las expectativas familiares caen como un tronco sobre el gong y así los dejan: solos y vibrando.
 
¿Adónde van entonces los que simplemente no pueden responder a la demanda social de un yo que brille hasta enceguecer? Hacia adentro, hacia ese último reino de lo privado. 
 
El sueño del cuarto propio, pero ya no en versión Virginia Woolf, sino en modo siniestro: afuera está el mal; adentro estoy yo. Y mis pantallas y videojuegos. 
 
Tal vez por eso hay también quienes ven en los hikikomori algo así como la versión (extrema y animé) de eso en lo que todos, llegado el caso, podríamos llegar a convertirnos. 
 
De eso en lo que todos, quizá, ya estamos en camino de convertirnos. 
 
¿Será acaso el derrame del yo un modo de controlar -en la sociedad del riesgo- el mayor de todos los peligros: que otro descubra nuestra humanidad, nuestras zonas débiles, nuestros "defectos de fabricación"? 
 
Para la antropóloga e investigadora Rosalía Winocur no cabe duda, y es precisamente eso lo que reside en el fondo del "boom móvil". 
 
Esto es, que en un planeta con 8000 millones de humanos haya hoy 10.000 millones de celulares. Ergo, más dispositivos que gente. 
 
Según Winocur, el cordón umbilical afectivo que crea el aparato entre nosotros y nuestros seres queridos es lo que explica su crecimiento monstruoso. 
 
"Este aparato se volvió clave para mantener la cohesión imaginaria de los espacios seguros donde habitan nuestras certezas, porque nos permite exorcizar los fantasmas de la otredad", anota. 
 
También para Moreschi la pasión por aferrarse a lo propio (después de todo, tal vez no sea casual que la aprobación se represente con un pulgar en alto idéntico a ese que chupan todos los bebes) y exaltarlo, y hacer del "yo mismo" una marca, no revela más que una incurable soledad. 
 
O, parafraseando a Deleuze, exhibe hasta qué punto los nuevos mecanismos de control nada tienen que envidar a los más duros encierros.
 
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Extraído de: http://www.lanacion.com.ar/1630461-egolandia-cuando-el-imperio-del-yo-es-marca-de-epoca a través de Andres Schuschny en Facebook
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miércoles, 30 de octubre de 2013

Nadie puede quitarte lo que nunca has hecho tuyo


El filósofo indio y monje budista Nagarjuna solía andar cubierto únicamente con un taparrabos y, aunque parezca absurdo, llevaba también un platillo de oro que le había regalado el rey, el cual había sido su discípulo.

Una noche, estaba a punto de acostarse para dormir entre las ruinas de un antiguo monasterio cuando observó la presencia de un ladrón escondido detrás de una de las columnas. 

“Ven aquí y toma esto”, dijo Nagarjuna mientras le ofrecía el platillo de oro. “Así no me molestarás una vez que me haya dormido.”

El ladrón agarró con ansia el platillo y salió zumbando. 

Pero a la mañana siguiente regresó con el platillo... y con una petición: 

__ “Cuando anoche te desprendiste con tanta facilidad de este platillo, hiciste que me sintiera muy pobre. Enséñame a adquirir la riqueza que hace posible practicar tan fantástico desprendimiento.

__ "Nadie puede quitarte lo que nunca has hecho tuyo"

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Extraído del muro de Rosanna Ferreira en Facebook
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Nagarjuna: Versos sobre los fundamentos de la vía media - https://omarpal.blogspot.com/2013/07/nagarjuna-versos-sobre-los-fundamentos.html

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Nagarjuna: la vacuidad - Francisco Traver Torras - https://omarpal.blogspot.com/2015/09/nagarjuna-la-vacuidad-francisco-traver.html
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La mariposa azul (un relato oriental)


Había un señor viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes. 

Las niñas siempre le cuestionaban todo, hacían muchas preguntas a las que el padre a veces sabía responder,

pero en ocasiones no se sentía con la sabiduría suficiente como para aclarar las dudas que ellas manifestaban. 

Como pretendía brindarles la mejor educación, mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía todas las preguntas sin siquiera dudar. 

Impacientes con el maestro, las jóvenes decidieron inventar una pregunta que él no pudiera responder correctamente.
 
Entonces, una de ellas apareció con una hermosa mariposa azul que usaría para engañar al sabio.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó la hermana. 

–Voy a esconder la mariposa en mis manos y le voy a preguntar si está viva o muerta. 

Si él dice que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. 

Si dice que está viva, la apretaré y la mataré. 

Así, cualquiera que sea su respuesta, ésta será equivocada.

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio que estaba meditando.

-Tengo aquí una mariposa azul, dígame, sabio, ¿está viva o muerta?.

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió: -Depende de ti… ella está en tus manos…

Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro. 

No debemos culpar a nadie cuando algo falla, somos responsables por lo que juzgamos bueno o malo. 

Nuestra vida está en nuestras manos, como la mariposa azul. 

Nos toca a nosotros escoger qué hacer con ella y hacernos cargo de las consecuencias.

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Extraído de Gurdjieff-Discípulos de C.M. en Facebook // "C.M." = Carlos Matchelajovic
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sábado, 26 de octubre de 2013

Reflexiones vivenciadas sobre la excelencia - OFT


Haz poco y hazlo bien

Hacer el bien no es hacer poco.

No ames lo que haces, hazlo desde el amor.

Busca la perfección sabiéndote eternamente imperfecto.

Si la solución es compleja es que no has llegado a tocar el problema con el corazón.

Si no sabes la solución, no crees más problemas.

Si no te escuchan, no hables.

Si te escuchan demasiado, deja de hablar.

Si se mofan de ti, ríete de ti mismo sin que lo noten.

Si te toman demasiado en serio, ríete de ti mismo delante de ellos.

No sirvas un buen vino en una mala copa.

No juzgues una copa sin haber probado su vino.

La sobriedad sabe del buen vino y de la buena copa.

La verdadera austeridad es fruto de la abundancia, la frugalidad también.

El buen fruto precisa del tiempo exacto de maduración.

No mientas, no manipules, no abuses y no sometas.

No des por dar, da bien.

No ames por amar, ama bien.

No pienses por pensar, piensa bien.

No alimentes miserias, te vuelve miserable.

No intervengas hasta que no seas capaz de reconocerte en todas las partes involucradas y puedas separarte de ellas.

Intervenir no es avasallar.

Intervenir es aportar de forma respetuosa y serena.

El camino hacia la rectitud es sinuoso.

La verticalidad es sumamente importante.

Sé indulgente con la ceguera de corazón.

Sé magnánimo con el dolor.

Sé intransigente con la mezquindad, el abuso, la falta de escrúpulos y el interés.

Recuerda que el estanque agitado se calma solo.

Recuerda que la flor nació sin necesidad de ser mirada.

Contempla las flores.

Recuerda que todo es recuerdo.

No discutas con el ignorante, siempre tendrá la razón de su parte.

Discutir también es una muestra de ignorancia.

Si no sabes, escucha y si sabes, también.

No pidas al cielo abrirse, se abre ajeno a todo deseo.

Ni las estrellas se saben divinas en su brillo, no oses creerte dios en la oscuridad.

El universo entero habita en ti.

Muestra la fuente al sediento.

Muestra el estanque al insaciable.

Muestra el mar al que sólo ve el río.

No seas tormenta ni calma chicha, eso déjaselo a la naturaleza.

Muestra lo que sabes sin pretender enseñar, comparte.

Compensa, no fuerces.

Escucha al maestro, no lo emules, sé tú mismo

Despierta a los maestros y acalla a los aprendices.

Habita un maestro y un aprendiz en cada uno de nosotros.

El buen corazón habita lejos de toda duda y toda verdad, ajeno a él y cercano a sus semejantes.

Sin un punto de amargura, lo dulce es insípido, encuentra el equilibrio.

Sin un punto de humor, la vida es insípida, encuentra el equilibrio.

Sin respeto, el humor puede ser miserable, encuentra el equilibrio.

Sin alegrías, la vida no es vida.

Escúchalo todo sin creerte nada.

Comprométete con tu verdad vivenciada.

Todo es y no es sin necesidad de ser explicado.

Alimenta el espíritu y el pan llega solo.

El respeto, la higiene y el buen hacer ordenan y sanan.

Perdona y sigue caminando, alguien ya lo ha hecho contigo.

Presta atención.

Pon la buena intención en la atención.

No existe el silencio, todo es vibración y música.

La magia no existe, existe la sintonía.

Afina, eres instrumento.

La sensibilidad es el cáliz del espíritu.

La ternura es el cáliz del amor.

Elogia la sencillez.

Sé blando sin perder la forma.

Sé firme sin perder la suavidad.

Sé humilde siendo digno.

Sé digno siendo humilde.

Mira, ve, contempla, escucha, admira, danza, respira, transpira y goza.

Sé feliz.

Sé.

Aplica, en ti mismo, todo lo que ya sabes.
El universo es un eco, de él hacia ti y de ti hacia él.

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viernes, 25 de octubre de 2013

El buen hombre - OFT


Algo cabizbajo sin sombra ni amargura alguna caminaba mirando al suelo, acaso vigilaba de no pisar las diminutas flores que emergían entre las piedras del camino o simplemente, como si cansado de mirar al mundo, escogiera mirar la hilera de diligentes hormiguitas que se cruzaban a su paso.

Nadie sabía su nombre, nadie lo llamaba, simplemente se acercaban a él como si por contagio desearan impregnarse de la paz que emanaba. Tampoco le conocían la voz, los de la zona no recordaban haberlo oído hablar. Ante una pregunta, apuntaba la respuesta con la mirada y señalaba una piedra, un árbol, un cervatillo malherido, una nube metamórfica o un cóndor que volaba bajo. Tenía los ojos de un gris entelados, como si pudiera ver a través de ellos todo lo que no vemos los demás humanos.

Crecieron leyendas alrededor de su origen, algunos contaban que siempre había sido viejo y nunca niño, otros decían que era el espíritu de los árboles muertos encarnado en un cuerpo; pero a mi, la historia que más me fascinó fue la de aquellos que afirmaban que en su cuerpo descansaban las almas de todos los niños dormidos, que él era el creador de sus sueños.

Fue por eso que me acerqué a visitarlo, atraído por un poderoso deseo de agradecerle que hubiera cuidado de mis sueños de infancia.

Cual fue mi sorpresa cuando, leyendo mis pensamientos, despertó su voz. Carraspeó como si hiciera siglos que no hablaba y muy lentamente empezó a construir una palabra tras otra, como si fuera el mayor y último esfuerzo capaz de emprender.

- No, no desees.
- Sólo deseaba darle las gracias buen hombre.
- El cielo se abre ajeno a todo deseo y todo enseñanza.

Y dicho esto continuó andando, como si nada hubiera ocurrido.

Desperté, cabizbajo, contemplando las florecillas entre las piedras y maravillado ante la hilera de diligentes hormiguitas que se cruzaba en mi camino. Levanté la vista, el cielo allá en lo alto, bellamente despejado.

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jueves, 24 de octubre de 2013

Estar aquí y ahora - Jeanne de Salzmann


Lo pienso.
 

Tengo la sensación de esto.
 

Lo siento.
 

Los tres centros están presentes con la misma fuerza, con una intensidad que viene del mismo grado de actividad.
 

Lo siento como una energía que circula más libremente entre ellos y que no es retenida más en uno que en otro.
 

Esa energía es voluntariamente alimentada por esas tres partes hacia una misma dirección.
 

Hay una dirección común que conlleva la posibilidad de una acción consciente en la cual el impulso viene de los tres centros al mismo tiempo.
 

Quiero conocer con todas las partes de mí mismo.
 

Para estar presente a mí mismo, debo comprender cómo trabaja mi mente, comprender que la función del pensamiento es situar y explicar, pero no vivir la experiencia.
 

Ese pensamiento está hecho de saber, de conocimientos acumulados que se presentan bajo la forma de imágenes y asociaciones.
 

Captura la experiencia para hacerla entrar en las categorías de lo conocido.
 

Si se callara podría ver algo nuevo.
 

Pero en cuanto interviene, transforma inmediatamente esa experiencia en algo antiguo, en algo que ya fue objeto de una experiencia.
 

La imagen despierta en mí una reacción inmediata.
 

Y entonces siempre se repite la misma cosa. Nunca algo nuevo.
 

¿Puedo decir hoy que sé lo que yo soy? ¿Me permite la actitud de mi mente abordar realmente esa pregunta?
 

Es más importante de lo que pienso.

¿Estoy convencido de mi ignorancia y de la inutilidad de todo lo que creo saber? Incluso si lo digo, no lo siento realmente.

Me gusta mi saber.

Siempre quiero aportar una respuesta o llegar a una conclusión.

Estoy condicionado por eso.

Todo lo que conozco, lo que sé, condiciona mi mente y limita mi percepción.

Todo lo que conozco, lo que sé, es una masa de memorias, de recuerdos, que me empuja a acumular, a repetir experiencias de la misma índole.

Necesito ver que mi mente siempre es movilizada por las exigencias del yo ordinario, por sus asociaciones, por sus reacciones.
 

Eso la corrompe.
 

Un pensamiento movilizado por las asociaciones no es libre, no está libre en su movimiento.
 

Los trayectos que atraviesa están llenos de obstáculos, de barreras, bajo formas de imágenes, ideas fijas o experiencias.

Inmovilizan o cambian el curso del pensamiento, otorgándole la impresión de una continuidad.
 

Pero la continuidad no está en el material que ocupa el pensamiento. Está en la energía misma.

El hecho de creer en ese material mantiene esa energia presa en el circulo de los pensamientos.

Pierde toda movilidad y agudeza.

Se vuelve cada vez más débil y el pensamiento se vuelve pequeño y obtuso.

Percibimos esto a través de las tensiones constantes de la cabeza, de la cara y del cuello.

Mi pensamiento está sometido al yo ordinario.

Esto es lo que impide que la mente esté tranquila.

Sin embargo, su apaciguamiento no vendrá de que yo me retire de mi mente, sino de que la comprenda.

No vendrá de una lucha contra ese hecho.

Ella no me llevará a la liberación.

Sólo viéndolo me puedo liberar de ese condicionamiento.

No es ignorándolo o negándolo que alcanzaré a liberarme. Sólo crearé un nuevo condicionamiento.

Asimismo, necesito ver que la mente es el centro de mi yo ordinario, del ego.

Ese yo busca la seguridad.

Tiene miedo y se identifica para encontrar esa seguridad; es una batalla perpetua.
 

Toda mi conciencia habitual consiste en juzgar, condenar, aceptar o rechazar. 

Eso no es realmente la conciencia.

En ese estado, sin la tranquilidad de la mente, nada real me podrá ser revelado.

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Extraído de: http://eneagramacuartocamino.wordpress.com/2013/10/24/estar-aqui-y-ahora-jeanne-de-salzmann/
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