jueves, 24 de octubre de 2013

Estar aquí y ahora - Jeanne de Salzmann


Lo pienso.
 

Tengo la sensación de esto.
 

Lo siento.
 

Los tres centros están presentes con la misma fuerza, con una intensidad que viene del mismo grado de actividad.
 

Lo siento como una energía que circula más libremente entre ellos y que no es retenida más en uno que en otro.
 

Esa energía es voluntariamente alimentada por esas tres partes hacia una misma dirección.
 

Hay una dirección común que conlleva la posibilidad de una acción consciente en la cual el impulso viene de los tres centros al mismo tiempo.
 

Quiero conocer con todas las partes de mí mismo.
 

Para estar presente a mí mismo, debo comprender cómo trabaja mi mente, comprender que la función del pensamiento es situar y explicar, pero no vivir la experiencia.
 

Ese pensamiento está hecho de saber, de conocimientos acumulados que se presentan bajo la forma de imágenes y asociaciones.
 

Captura la experiencia para hacerla entrar en las categorías de lo conocido.
 

Si se callara podría ver algo nuevo.
 

Pero en cuanto interviene, transforma inmediatamente esa experiencia en algo antiguo, en algo que ya fue objeto de una experiencia.
 

La imagen despierta en mí una reacción inmediata.
 

Y entonces siempre se repite la misma cosa. Nunca algo nuevo.
 

¿Puedo decir hoy que sé lo que yo soy? ¿Me permite la actitud de mi mente abordar realmente esa pregunta?
 

Es más importante de lo que pienso.

¿Estoy convencido de mi ignorancia y de la inutilidad de todo lo que creo saber? Incluso si lo digo, no lo siento realmente.

Me gusta mi saber.

Siempre quiero aportar una respuesta o llegar a una conclusión.

Estoy condicionado por eso.

Todo lo que conozco, lo que sé, condiciona mi mente y limita mi percepción.

Todo lo que conozco, lo que sé, es una masa de memorias, de recuerdos, que me empuja a acumular, a repetir experiencias de la misma índole.

Necesito ver que mi mente siempre es movilizada por las exigencias del yo ordinario, por sus asociaciones, por sus reacciones.
 

Eso la corrompe.
 

Un pensamiento movilizado por las asociaciones no es libre, no está libre en su movimiento.
 

Los trayectos que atraviesa están llenos de obstáculos, de barreras, bajo formas de imágenes, ideas fijas o experiencias.

Inmovilizan o cambian el curso del pensamiento, otorgándole la impresión de una continuidad.
 

Pero la continuidad no está en el material que ocupa el pensamiento. Está en la energía misma.

El hecho de creer en ese material mantiene esa energia presa en el circulo de los pensamientos.

Pierde toda movilidad y agudeza.

Se vuelve cada vez más débil y el pensamiento se vuelve pequeño y obtuso.

Percibimos esto a través de las tensiones constantes de la cabeza, de la cara y del cuello.

Mi pensamiento está sometido al yo ordinario.

Esto es lo que impide que la mente esté tranquila.

Sin embargo, su apaciguamiento no vendrá de que yo me retire de mi mente, sino de que la comprenda.

No vendrá de una lucha contra ese hecho.

Ella no me llevará a la liberación.

Sólo viéndolo me puedo liberar de ese condicionamiento.

No es ignorándolo o negándolo que alcanzaré a liberarme. Sólo crearé un nuevo condicionamiento.

Asimismo, necesito ver que la mente es el centro de mi yo ordinario, del ego.

Ese yo busca la seguridad.

Tiene miedo y se identifica para encontrar esa seguridad; es una batalla perpetua.
 

Toda mi conciencia habitual consiste en juzgar, condenar, aceptar o rechazar. 

Eso no es realmente la conciencia.

En ese estado, sin la tranquilidad de la mente, nada real me podrá ser revelado.

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Extraído de: http://eneagramacuartocamino.wordpress.com/2013/10/24/estar-aqui-y-ahora-jeanne-de-salzmann/
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