miércoles, 23 de noviembre de 2016

Nadie en Casa (Fragmentos) - Jan Kersschot


“... "A todos les gustan los espejos, / aunque no conocen la verdadera naturaleza de su Rostro”. Rumi

Para el experimento siguiente necesitamos un espejo. 


La idea es la misma que en los otros experimentos. La prueba de los sentidos, y no la creencia heredada, será la luz que nos guíe. 

De modo que no aceptamos ninguna idea preconcebida de cual es nuestra Verdadera Naturaleza, procuramos abandonar todas nuestras ideas predeterminadas y nos dedicamos a girar nuestra atención un Angulo de exactamente 180 grados. 

Por favor, no dudes en ir y ponerte delante de un espejo para comprobar to que te estamos proponiendo aquí. Un pequeño espejo de mano o el reflejo en el cristal de una ventana también servirá. 

Pero lo que no sirve es pensar en el espejo mientras sigues leyendo este texto. En otras palabras, es inútil limitarse a imaginar como será el experimento. Si no tienes un espejo a mano ahora mismo, espera hasta tenerlo antes de continuar leyendo.

La flecha de nuestra atención siempre está dirigida a los objetos y sensaciones; pero cual es el arco desde el que está siendo disparada? 

Esta investigación tiene que ver, una vez más, con atrevernos a ser nuestra propia autoridad, con ver la diferencia entre nuestra realidad central (el Sujeto) y nuestra apariencia en el espejo (un objeto). 

Ahora nos ponemos de pie frente al espejo y tratamos de ver la diferencia entre el rostro del espejo, que es nuestro reflejo situado aproximadamente a medio metro de nosotros, y nuestro rostro transparente en «este lado»

Una gran trampa en este experimento es que queremos vernos desde fuera, como nos vería una tercera persona desde la distancia (véase el dibujo «a»). 

Realmente tenemos que «quedarnos en nuestro lado», y ver qué podemos ver. 

¿Podemos ver una diferencia entre estos dos «rostros»? ¿Podemos ver la diferencia entre el dibujo b y el dibujo c? 

Si abandonamos nuestros prejuicios, vemos en el otro lado nuestra cara en el espejo (dibujo b), y en nuestro lado, nuestra atención desnuda (dibujo c), que es pura conciencia. 

Lo que está allí es un objeto (nuestra apariencia), lo que está aquí es el Sujeto. 

Los místicos y videntes dicen que este Sujeto es lo que realmente somos. Es la fuente de luz en nuestra película, y como tal está más cerca de nosotros que nuestra propia cara. En el Zen se denomina el Rostro Original.

Tal vez no creeremos de manera inmediata que un contacto directo con nuestra Conciencia desnuda pueda ser tan simple. Y aunque inicialmente no impresiona demasiado, aunque parece no ser más que un «fogonazo» de luz, ciertamente hemos «visto» nuestro verdadero Centro. 

Es posible que aún no nos demos cuenta de las verdaderas consecuencias de este descubrimiento, pero el vislumbre que hemos tenido es la conciencia desnuda de la que hablábamos antes.

Sé dice que Tung-Shan (807-869), que se convirtió en el fundador del Soto Zen, vio su (el) Rostro Original cuando miró el reflejo de su cara en un estanque. Situó su rostro humano allí abajo, en el agua, y su Rostro en Primera Persona en el Centro mismo de la conciencia a la que nos estamos refiriendo en este capítulo. Esto es exactamente lo que estamos invitados a hacer en este experimento. 

Una vez más, podemos preguntarnos: «¿Qué valor tiene ver esta transparencia?».

La respuesta a esta pregunta se hará evidente en cuanto nos demos cuenta de la diferencia entre el rostro en el otro lado (el objeto) y el «rostro» en este lado (el Sujeto). 

Seamos nuestra propia autoridad y echemos otra mirada. Volvamos a mirar a nuestro espejo y comprobémoslo por nosotros mismos. Aquí las creencias no sirven de nada.
Ahora, ¿qué podemos ver? Existen varias diferencias entre nuestro rostro en el espejo y nuestro centro de conciencia. 

Una diferencia es que el rostro en el lado del espejo tiene dos ojos y el que está de nuestro lado sólo tiene uno. 

Como vimos antes, no miramos a través de dos pequeños agujeros; podríamos decir que en el «lado cercano» sólo hay una gran pantalla. En realidad, hay tres ojos: dos ojos a medio metro de distancia de nosotros, y un ojo mayor en el lado de nuestra atención. Por eso, al Centro de Conciencia se le denomina el tercer ojo. Evidentemente, este tercer ojo no es el globo ocular en sentido anatómico, sino una ventana a través de la cual observamos nuestro entorno. Esta ventana es el Centro de nuestro Ser, y en este libro nos referiremos a él como Conciencia desnuda o clara Conciencia.

Cuando hacemos el experimento del espejo, podemos decir que se produce una visión del Sujeto. Este Sujeto es, de hecho, lo mismo que la «conciencia desnuda» y es lo que se denomina Rostro Original en el budismo Zen. Aunque desde un punto de vista visual nuestra atención seguía estando llena de nuestro rostro en el espejo (dibujo b), nosotros —tal vez— hemos tenido un vislumbre de nuestro Rostro Original. Douglas Harding llama a este volver la vista atrás, hacia la Conciencia desnuda, «visión en Primera Persona». Y añade: «¿No sientes que es absolutamente justo, verdadero, cómodo, en orden? ¿No es esto entrar en nuestra verdadera naturaleza, y no hemos sido esto en todo momento aunque no nos diéramos cuenta de ello? ¿No es ésta nuestra vuelta a casa?». ¿Y cómo es este vacío consciente? En realidad es una paradoja: por un lado este espacio está vacío, y por otro lado es consciente y está lleno de todo lo que aparece en él. Podríamos decir que es un «vacío lleno». Es una luz que brilla con fuerza.

¿Qué sentido tiene ver esto que denominamos el vacío lleno, este «mirar atrás» hacia nuestra propia conciencia? ¿No es ridículo pensar que este ver pueda aportarnos liberación espiritual? ¿Podemos creer a Douglas Harding cuando dice que esto ya es Ello? ¿Es éste el mismo vacío del que hablan todos los grandes místicos? ¿Es este planteamiento demasiado simple para ser cierto?

Habrá quienes piensen que ver este famoso tercer ojo ha de ser mucho más difícil. Y una experiencia mucho más espectacular. 

¿Y qué notamos? En lugar de ser una experiencia cumbre, es más bien una experiencia valle. 

Aunque podemos pensar que este «ver» sólo es un degustar efímero de lo que los grandes místicos han visto, pero esto ya es nuestro Rostro Original. 

Aunque sólo haya sido un «vislumbre», ya es Ello. 

Tener estos vislumbres de la conciencia simple puede parecer maravilloso a los extraños, pero, en realidad, reconocer este Vacío no es nada extraordinario: 

esta conciencia desnuda es, de hecho, nuestro estado natural, y despertar a él es simplemente cuestión de reconocerlo como tal. 

Aunque no Lo veamos, el Infinito sigue estando allí. Aunque estos vislumbres de la Conciencia desnuda son fáciles de alterar por las ruidosas actividades de la mente, la Conciencia misma siempre está disponible.

Es algo similar a cuando las nubes ocultan el sol; sabemos que brilla en todo momento, aunque no podamos reconocerlo directamente...".



"... Cuando nos preguntamos quiénes somos, nos parece que tenemos numerosas identidades. Cuando decimos: «yo estoy pensando», este «yo» significa nuestros pensamientos. 

Cuando decimos «yo estoy viendo la televisión», el «yo» significa nuestro aparato visual. 

Cuando estamos escribiendo, nos referimos a nuestros brazos y manos. 

Cuando decimos: soy un hombre» o «soy una mujer», nos estamos refiriendo a nuestro cuerpo; cuando decimos «soy un filósofo», nos estamos refiriendo a nuestra personalidad, etc. 

Pero hay otro «yo» en el trasfondo de nuestros pensamientos y sentimientos, la esencia de nuestras actividades y características físicas. 

Este «yo» es el Sujeto, es la pantalla que permite todas estas imágenes mentales.

Como he señalado anteriormente, es esencial percibir que este Testigo es diferente de nuestra personalidad; es incluso más «yo» que nuestra autoimagen. 

El Testigo es el Sujeto; lo visto son objetos. 

Este Sujeto es el testigo de nuestro cuerpo y mente, pero no es idéntico a nuestro cuerpo y mente. 

Este testigo final es el núcleo de nuestro Ser consciente, y es completamente diferente de nuestras características personales (aunque abarca nuestra persona). Es, de hecho, el origen de nuestro sentido subjetivo de la existencia.

Como experimento, podemos cerrar los ojos durante unos segundos; notaremos que el aspecto visual del libro ha desaparecido, para ser reemplazado por cierto campo de negrura (por favor, ¡compruébalo!). 

Pero ese cambio sólo es visual; todo lo demás sigue adelante: los pensamientos siguen yendo y viniendo, los sentimientos surgen y se reemplazan unos a otros, las sensaciones corporales, como placer y dolor, también siguen yendo y viniendo. Los sonidos aparecen y desaparecen. ¿Qué más podemos descubrir aquí?

Bien, el testigo final no ha desaparecido durante todo el experimento. Aunque pudiéramos detener todos nuestros pensamientos, aunque hubiera un silencio absoluto, esta «certeza-Yo-soy» seguiría estando ahí. 

Aunque volvamos a abrir los ojos otra vez, la conciencia desnuda en sí misma no ha cambiado; sólo se ha añadido una imagen visual a ella. 

Cuando alguien nos pide que intentemos observar la conciencia misma, debemos admitir que no podemos ver este trasfondo con nuestros ojos. 

A los científicos no les gusta esta situación; esta conciencia desnuda no puede ser convertida en un objeto de observación científica, porque carece completamente de rasgos. 

El Testigo final no tiene dimensiones espaciales, no puede ser situado, no puede ser identificado. Es el medio mismo por el que podemos observar las sensaciones que se producen en nuestra mente. 

Este Observador Impersonal es anterior a todas las sensaciones; sin Él, ni siquiera tendríamos experiencia de la existencia. 

Ver esta Conciencia Única hace estallar todos nuestros sistemas de creencias, y al mismo tiempo nos permite percibir el aroma de la Energía impersonal al que apuntan todas las tradiciones espirituales. Es el Ser que todas las criaturas conscientes comparten. En otras palabras, sólo hay un Vidente en todos los seres. 

Este Ojo Único es la Energía divina que lo abarca todo. Sin embargo, usar una palabra como «divina» para describir la Energía Universal conlleva un riesgo. 

En este libro no usamos la palabra Dios o naturaleza de Buda, sino que preferimos los términos «Conciencia desnuda» o «Energía impersonal», porque no reducen el Infinito a una entidad finita. 

La palabra «Dios» ha sido mal utilizada de muchas maneras distintas, especialmente por aquellos que nunca han tenido un vislumbre de la Transparencia a la que estamos intentando referirnos. 

La Apertura hacia la que estamos apuntando en los experimentos no puede ser personalizada. Y lo mismo ocurre con la Fuente de Luz. 

La personalización de lo Impersonal ha llevado a muchos errores a lo largo de la historia humana. 

Cuando la claridad se cierne sobre nuestra Verdadera Identidad, ningún sistema religioso específico puede abarcar esta Fuente de Luz. 

Tratar de abarcar este Infinito en un sistema espiritual es como tratar de poner el océano Pacífico en una taza de té. 

Los creyentes de cada sistema están convencidos de que su taza de té es la más hermosa, pero los lectores que hayan comprendido de qué trata este libro estarán de acuerdo en que esta Transparencia no tiene nada que ver con sistemas de creencias que compiten entre sí. 

Quedará claro que todos estos caminos y sistemas espirituales organizados sólo son formas atractivas de posponer la inmediatez de la clara Visión. 

La Verdadera Liberación está disponible aquí y ahora, y no es necesaria ninguna filosofía ni organización espiritual para ver eso...".

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Extraído del muro de Ignacio Vergara en Facebook
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