lunes, 5 de diciembre de 2016

Conferencia: La Escuela y El Momento Actual - Silo y La Liberación




Todos sabemos que la Escuela avanza aún en las épocas difíciles, como si fuera un poco independiente del momento histórico. 

Yo respondería, si me fuera permitido, más bien por la relación de la Escuela con la gente que ingresa a ella, porque es esa gente la que forma su cuerpo. 

Los hombres y mujeres que están en la Escuela poseen un nivel que les permite independizarse (relativamente) de muchas situaciones epocales. 

Pero aquellos que ingresan, lo hacen determinados precisamente por la situación histórica en que viven y si tal situación produce un ser humano que se orienta hacia la Escuela por motivos que nada tiene que ver con ella, difícil será la tarea de lograr un cambio de nivel en aquél que se encuentra despistado desde su comienzo. 

La Escuela aparece entonces relacionada con el momento actual, gracias a los hombres que ingresan a ella motivados por ese momento. 

Llegado a este punto, al dar cuenta de los partícipes responderé verdaderamente por la Escuela y su relación con el momento actual. 

Estrechando aún más el campo, trataré de hablar de un tipo de hombre, justamente del hombre que mejor refleja la época y que es curiosamente, el más peligroso para la Escuela. 

Creo que estamos en presencia de él y como no podemos eludirlo propondré al final de mi desarrollo una variante que debería producirse a fin de separar el «trigo de la cizaña». 

Entrando en tema. He visto con sorpresa la expansión desmesurada de la Escuela y me parece que de algún modo eso está relacionado con el crecimiento de la superstición o más técnicamente, con el crecimiento de la conciencia mágica. 

Interesa estudiar tal conciencia, aunque esto nos obligue a dar un rodeo al investigar la estructura general de la conciencia emocionada de la que aquella es un caso, según se ha propuesto en un brillante esbozo sartriano. 

La conciencia emocionada en general, modifica la conducta corporal a fin de modificar las cualidades del mundo y estas cualidades nuevas que «pone» son proyecciones subjetivas que no pertenecen desde luego a los objetos externos. 

De esta manera, la conciencia emocionada cuenta con creencias que se transfieren dotando de intencionalidad a los objetos. 

Una vez «cargados» los objetos afectivamente, la conducta corporal se orienta hacia ellos de un modo no eficaz (como es eficaz contrariamente, cualquier actitud motriz que objetiva al propio cuerpo colocándolo en el mismo plano de los objetos sobre los que actúa). 

La conducta corporal correspondiente a la conciencia emocionada es de tipo ritual, como bien ha descrito más de un pensador contemporáneo. 

Es frecuente reír y palmotear en estado de alegría como si tal risa y palmoteo fueran ritos de encantamiento o de apresamiento sintético del objeto apetecido. 

El niño (y aun el adulto) inmoviliza su cuerpo o lo tapa con sábanas y mantas en el lecho nocturno cuando siente temor. 

Cualquiera que estudia apresuradamente la conducta de quien tiene miedo puede llegar a deducir que se manifiesta como acto de disimulo, de ocultamiento frente al objeto hostil que amenaza. 

Pero un buen observador advierte que esa conducta no es eficaz y que no se trata tanto de ocultar el cuerpo como de negarlo, a fin de negar el objeto hostil. 

Ocultarse en la tristeza es un rito bastante difundido y tiene como fin, hacer «desaparecer el cuerpo» para que lo triste (proyectado) desaparezca. 

Mucha gente reacciona frente a un objeto que súbitamente la sobresalta gritando fuertemente como si con ese acto ritual asustara o ahuyentara a la vez, al objeto sobresaltante. 

Hemos visto en más de una ocasión a personas que sobresaltadas por un perro (de esos que aparecen súbitamente), han respondido al ladrido con un grito, resultando con esto una curiosa situación porque atacante y atacado han huido inmediatamente en direcciones opuestas gracias a la oportunidad del rito, que en este caso ha resultado ser una conducta efectiva. 

Si en lugar del perro, el objeto sobresaltante hubiera sido una pared que se derrumba, el rito desgraciadamente, no hubiera resultado eficaz. 

Nadie niega que los ritos que acompañan a la conciencia emocionada pueden cumplir con otras funciones. 

En efecto, la risa y el llanto son reacciones motrices o descargas de tensión emocional que alivian la sobrecarga de los centros y se verifican cuando las polaridades se invierten. 

En toda situación cómica a la que se responde con risa, hay la presentación del objeto con un «si» y un «no» simultáneos. 

El objeto aparece contradictoriamente y las tensiones creadas por esa «asimilación de impresiones contradictorias» se expresa emotivamente y luego por armónicas motrices, semejando una expulsión de alimentos mal digeridos. 

 Una bella cabeza vista desde atrás que súbitamente nos presenta un perfil excesivo, provoca un «si» y un «no» en nosotros. 

Un hombre educado que en lugar de dar su mano a la dama encantadora da su pie, provoca en nosotros una contradicción emotiva. 

Seguramente, los gritos de defensa además de sus expresiones rituales algo tienen que ver con un llamado de auxilio larvado. 

Pero esto no resulta tan claro cuando el hombre pusilánime al pasar frente a una casa misteriosa silba con aire despreocupado. 

Hay muchos estados de conciencia emocionada, con su arsenal de ritos respectivos.

Uno de esos estados es el de conciencia mágica en la que el rito cobra gran importancia y se destaca como la conducta menos eficaz observable. 

Cuando un hombre siente que de pronto otro «mundo» se manifiesta en la silenciosa violencia de la medianoche (que ese mundo se siente inevitablemente en aquella luz amarillenta, en los espejos que acechan, en la llovizna, en las calles desiertas y empedradas, en los tenebrosos cementerios donde algún árbol es el «médium» que traduce la viscosidad de ese mundo y le da entidad física, perceptible, convirtiéndose en símbolo de lo siniestro), ese hombre está cubierto por la conciencia mágica. 

En el caso mencionado, la situación mágica es reemplazada por cualquiera de las habituales al encontrarse el sujeto al día siguiente en su fábrica. 

Pero situaciones comunes pueden teñirse mágicamente y generalizarse ese teñido a la totalidad de la existencia. Hay una forma de estar en el mundo que puede designársela: «mágica». 

La conciencia mágica afecta al conjunto de las operaciones internas y se proyecta sobre el mundo de los objetos cotidianos. 

Se trata por consiguiente de una situación mágica y de un «mundo mágico» cotidiano en el que la conciencia se encuentra. 

La conciencia mágica, es un caso de la conciencia emocionada en que el fantaseo de la mentación ordinaria huye de la dificultad del mundo, pero regresa a él con proyecciones rituales hacia los objetos que avanzan a diario con una hostilidad incomprensible e incontrolable para la razón. 

La actitud ritual de la conciencia mágica es común a todos los casos de la conciencia emocionada, pero la emoción prevalente en este caso, es la del miedo frente al avance de lo desconocido. 

El correlato orgánico de la conciencia mágica es la piel. Su sentido idóneo, el tacto. El miedo se siente a través de la piel. 

Ese miedo hace referencia a «aquello que se desliza por atrás y atrapa sorpresivamente». 

En ese momento surge el acto ritual, no para acabar con el miedo sino para degradar a «lo miedoso». 

Esquematizando: primeramente se pretende operar sobre el mundo por medio de actos de conciencia ya que no hay operaciones físicas disponibles para defenderse de un atacante invisible cuyos fines por otra parte, se ignoran. El cuerpo en ese estadio queda inactivo, relegado. 

Todo es percepción: ojos que se abren desmesuradamente, oídos que tratan de aguzarse, inactividad motriz generalizada. Posteriormente se siente en el mundo, la actividad que falta al cuerpo. 

En tercer lugar, la conciencia inventa un acto (rito) para que éste impida el avance de lo miedoso. 

Por último, el rito cobra valor propio, se codifica y se mantiene en reserva, a la espera de nuevos embates. Así, con la conducta o con el objeto ritual (fetiche), se pone nuevamente el mundo mágico que sólo «espera» la oportunidad de manifestarse. 

La conciencia atrapada, necesita impedir el «avance» (por lo tanto la «venida») de lo miedoso. Esto ya hace referencia al futuro, como tiempo de conciencia. 

Ese futuro en acecho, es el que a menudo convierte tal conciencia en Destino. 

¿En qué momento el mago cotidiano queda encerrado en su propia trampa? En el primer momento. En el momento en que pretende operar sobre el mundo de las cosas con artificios estrictamente mentales. 

Operar en el mundo de las cosas significa operar físicamente y esto es lo que el mago niega. 

Esta desconexión primaria entre la conciencia y el mundo de las cosas crea el ámbito de la situación mágica. 

Ese creer en el poder de la conciencia, ese creer que la Revolución se producirá por el solo acto de pensarla, esa creencia de que no moriré porque no lo quiero, está a la base del fenómeno mágico.

De este modo, el poder mágico del pensamiento se explica desde cierta creencia particular.  
La situación mágica se producirá según la existencia de cierta creencia en la conciencia del futuro mago. 

Parece cierto que la degradación de la conducta frente a las cosas, crea el ámbito de una situación que será conformada mágicamente por cierto tipo de creencia. 

En el «si yo no voy a la montaña...» está la degradación de la conducta, y en aquello de «... que la montaña venga a mi» está la situación armada según creencia mágica. 

Es importante volver a destacar que la conducta degradada crea el ámbito que ha de conformar la creencia mágica. La situación de la conciencia es en ese instante, de «rechazo del mundo», de «negación del mundo». 

Entonces, el cuerpo se fuga dolorosamente como los cuernos del caracol al tomar contacto con los objetos. El rechazo del mundo es la clave de la conducta fugada. 

Rechazado el mundo, los encantamientos rituales serán constantes intentos de impedir que el mundo de las cosas ate efectivamente. 

El avance del mundo de las cosas (en el caso extremo de la situación límite) se hará tan intolerable, que únicamente el desmayo o la enfermedad mental (y a veces física) serán los ritos adecuados para degradar ese mundo. 

Cuando en épocas como la actual, lo cotidiano aparece como ámbito de dificultades crecientes, el estado de mentación ordinaria se acentúa y el hombre se repliega en sus ensueños de un modo que hace pensar en las edades oscuras en que el mundo era una masa hostil imposible de penetrar y manejar. 

Y aquello que suponemos de algún periodo de la historia, parece confirmarse en el niño en quien se da un comportamiento mágico frente a la hostilidad del mundo. 

No obstante el progreso de los conocimientos (para el hombre corriente que posee una visión «científica» abstracta) ellos no tienen aplicación directa sobre la complejidad del mundo cotidiano sino a la inversa. 

Los mismos productos de la técnica operan como herramientas de difícil comprensión que obligan irremisiblemente a su uso. 

La conciencia mágica y en general la conciencia emocionada, aparecen de continuo en la historia del hombre así como en la biografía personal. 

Pero hay momentos históricos así como momentos especiales de la vida personal, en que la conciencia mágica irrumpe con tal violencia, con tal oscurecimiento de la razón, que el edificio social e individual se tambalean peligrosamente. 

La fuga vuelve al mundo convertida en magia. 

Se entiende, la conducta fugada de un primer momento, se manifiesta luego en rito. 

Las exigencias de esa conducta son cubiertas hoy por las respuestas que empieza a dar toda una sociedad en fuga. 

La conducta social amenaza con fugarse en bloque... pronto el mundo será realmente mágico. De aquí a la imposición del rito colectivo hay un paso. 

Es evidente que se impondrá el rito que mejor traduzca las exigencias de la fuga actual. 

Tal rito será adaptado a las exigencias de la época y podrá pasar por ceremonia de Estado o por deporte organizado en estadios gigantes.

No debemos engañarnos, detrás del conductor político o religioso, detrás del líder artístico que arrastra histéricas multitudes, hay un brujo de tribu. 

También hay brujos que cumplen con funciones médicas en la tribu. 

El brujo médico puede hoy usar la máscara de sociólogo o de sicólogo social. Hemos observado el intento de algunos sicólogos en EE.UU. 

Allí pretendieron en un momento, que todo candidato político pasara por sus análisis para evitar que un hombre «con excesivos traumas o complejos» llegara al Poder. 

Veamos otros casos de conducta mágica cotidiana. 

El sonriente panzón protege sus ganancias con una pata de conejo. Los reumáticos compran rarísimas pulseras imantadas. 

Los novios se regalan llaveros con signos zodiacales. Las adivinas aumentan en número y prestigio. 

El joven revolucionario resuelve sus problemas amorosos embriagándose porque la varita mágica del Partido no soluciona ya todos sus problemas personales... hay que cambiar de rito. 

El alcohol y la droga, dos formas muy viejas de encantamiento, hoy se abren paso con vigor ejemplar. 

Las revistas, los periódicos, la radio y la televisión informan a la buena gente (día por día) sobre el curso de los astros, sobre la conveniencia o no, de actuar en el amor o los negocios. 

Extraños cultos y ritos absurdos, cobran adeptos. 

El Oriente, penetrado por la ciencia y técnica occidental, lanza su respuesta mágica que es aceptada de buen grado por una civilización que ha perdido su fundamento cristiano. 

En las empresas, se somete a los postulantes a tests sicológicos y no falta en algunos casos, el análisis grafológico, la carta natal y el estudio quiromántico. 

Sí; muchos hombres de gobierno, muchos empresarios, muchos obreros, muchos intelectuales, siguen el consejo esotérico. 

Viendo todo esto, se siente uno tentado a parangonar: «Roma declinaba y en el Imperio la superstición iba creciendo, ¿qué relación guarda aquello con esto que hoy sucede?». 

Las consideraciones sobre tal asunto, nos llevarían demasiado lejos. No obstante, formulemos otra pregunta y dejémosla también sin responder: ¿por qué el creciente rechazo del individuo hacia el mundo actual? 

En lo que llevamos expuesto hasta aquí hay dos niveles bien distintos de certeza. 

El primero se refiere a una descripción parcial de la conciencia mágica y el segundo a la interpretación de datos empíricos separados, a los que se hace jugar estructuradamente para dar cuenta de ellos según el fenómeno descrito previamente. 

Tal procedimiento no es legítimo. 

Pero nuestra intención es simplemente la de mostrar el ámbito aproximado en el que podría encontrarse la gente que rodea el Trabajo (y a la vez poner en claro que cuando hemos hablado en otras ocasiones de «morir para el mundo» o «alejarse del mundo» no hemos ignorado lo que esto significaba sobre todo en el caso de no existir un adecuado nivel de conciencia y un objetivo preciso). 

Un hombre que entra al Trabajo suponiendo que va a lograr poderes mágicos está proyectando su conciencia emocionada y esto no ha de ayudarlo en su realización interior. 

Es cierto que puede experimentarse la acción de la mente sobre el mundo de las cosas. La moderna Parapsicología da muestras de ello y todos sabemos que en el Trabajo se desarrollan «poderes» (para llamarlos de algún modo) superiores a los de la mentación ordinaria. 

Pero debemos ponernos en guardia frente a las pretensiones de la mentalidad supersticiosa tan corriente en estos días. 

Porque la superstición está muy difundida, hay peligro tanto para el que cree en el fetiche, como para aquel otro que proyecta sus estados de mentación ordinaria aunque esté ataviado con ropaje cientificista. 

También el cientificista tiene fetiches que justifica soberanamente haciendo uso de su argumentación característica. 

Si no se adquiere un nuevo nivel, no debe avanzarse en el Trabajo a fin de no convertir en fetiches a instrumentos o sistemas de ideas que están destinados a otros fines. 

Dada la situación en que se encuentra la Escuela, penetrada por mentalidades supersticiosas del tipo que he venido describiendo, es que propongo humildemente rectificar la línea llevada hasta ahora. Estoy obligado a ser explícito. 

Tanto la organización de Escuela, como su terminología, su simbólica y sus métodos, han tenido significados profundos basados en el conocimiento directo del ser humano. 

Pero observando la situación que nos toca vivir, yo propongo que se considere todo desde sus raíces. 

Me parece fundamental recomenzar el Trabajo derivándolo estrictamente de las experiencias de la meditación trascendental porque de otro modo, todo lo que se haga tendrá significado mágico y cobrará cuerpo en tal sentido. 

La Escuela debería ser destruida y dispersados sus miembros operándose su reconstrucción desde aquellas personas que posean un nivel suficiente como para comunicar las verdades del mundo trascendental. 

En la reconstrucción que hubiera de producirse (de ser posible lo que propongo) creo de utilidad negar la existencia de maestros, iniciados o seres semejantes; negar la posibilidad de comunicación del hombre con otros niveles de conciencia que él no posee y paralelamente afirmar que la Escuela es algo reciente que se va haciendo con el tiempo y que necesita de la colaboración científica de sus miembros. 

Creo que la Escuela, en fin, debería borrar hasta la palabra «Escuela» y presentarse en esta época como un con junto de equipos de investigación resultante del momento de crisis actual. 

Aparecerían tales equipos, como un intento más en la búsqueda de verdades permanentes, o por lo menos de verdades útiles, que puedan dar respuesta a los interrogantes más profundos del ser humano. 

El Trabajo podría así reiniciarse desde otro nivel, permitiendo la traducción de verdades fundamentales y eliminando la posibilidad de acercamiento del hombre supersticioso.

En tales condiciones, la Escuela podría convertirse en un formidable Movimiento de Liberación Interior. 

Comprendo que las objeciones a este planteo son varias y seguramente válidas, pero antes de escucharlas quisiera terminar de explicar mi punto de vista. 

Entiendo que las verdades fundamentales son no dependientes de las necesidades epocales, pero creo que es la época la que pone el ámbito gracias al cual la conciencia humana puede estar en situación de hacerse valederas preguntas. 

Siendo así las cosas, las preguntas surgirán como necesarias en ciertas épocas y en otras existirá no sólo un olvido de las respuestas, sino un olvido por la correcta forma de preguntar. 

Pero como la situación humana es tan diversa, existirá en el futuro (como antes ha existido) un número suficiente de individuos capaz de preguntar correctamente, capaz de asimilar las respuestas fundamentales y capaz de trasmitirlas a otros que partan de necesidades tan esenciales como fueron las suyas propias. 

Para que esto sea posible es necesario que la superstición no toque a la Escuela ni se provoquen desvíos en los problemas de fondo. 

Además y como cuestión importante, es necesario evitar que la Escuela produzca instituciones de hombres mundanos que terminen volviéndose en contra de las verdaderas enseñanzas como parece haber ocurrido más de una vez en la historia. 

Buenos Aires, 25 de Agosto de 1969. 

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