sábado, 21 de enero de 2017

Fe III - Arturo Jaque Rojas


En que el dolor es un momento pasajero en el universo,

nada es permanente ni para siempre ni definitivo,


que lo que perturba se puede disipar como Maya,


abandonar el samsara, dejar atrás del sufrimiento 


y las cadenas del karma que atormentan,


ya que la mente disciplinada y desapegada todo lo lleva,


como el agua que avanza sobre la playa diluye los castillos,


pero que no arrastra consigo residuos de arena, 


y regresa pura al océano del infinito;


en que todos hemos de separarnos,


para volver a unirnos en otra dimensión,


tal vez en otra fase de la evolución,


como semilla, tierra y agua, encarnados o reencarnados;


con o sin conciencia de sí, sólo importa el devenir.


Que un acto cotidiano sea una epifanía...


Abrir los ojos,


lavarse los dientes,


saludar al sol,


un duchazo a todo el ser,


el café o el té que calientan el cuerpo en la alborada de hielo.


Dejar ir todo, irse todo, ir con todo...


Hasta que las cadenas se disuelvan


sin violencia ni desgarro ni dolor...

Y de ser preciso, que la luz las cercene...


Abandonarse al sendero de luz...










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