miércoles, 22 de marzo de 2017

Estás aquí - La magia del momento presente - Fragmentos - Thich Nhat Hanh


"... ¿Has vivido ya el momento más extraordinario de tu vida?

La mayoría de nosotros responderíamos negativamente a esta pregunta, creyendo que todavía no ha sucedido, pero que en cualquier momento puede suceder.

Independientemente de la edad, tendemos a creer que el momento más extraordinario de nuestra vida está por llegar.

Quizás tengamos miedo a que sea demasiado tarde, pero todavía estamos esperando.

Pero lo cierto es que, si seguimos sumidos en el olvido -es decir, si vivimos alejados de la atención plena-, ese momento jamás llegará.

Las enseñanzas del Buda afirman, de un modo tan claro como rotundo, que debemos convertir nuestro presente en el momento más extraordinario de nuestra vida.

El presente es el momento más maravilloso.

Y lo único que necesitas para transformar tu presente en el momento más extraordinario es la libertad.

Lo único que necesitas para ello es liberarte de las inquietudes y preocupaciones que te mantienen atado al pasado y al futuro...".

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"... La atención profunda a la naturaleza de la impermanencia acaba conduciendo a la comprensión del no-ego (anatman), que es la segunda marca de la auténtica enseñanza budista.

El no-ego es algo realmente milagroso.

Cuando contemplamos atentamente una flor, vemos en ella todos los elementos no-flor que la componen, como la tierra, el sol, los minerales, el jardinero, etc.

Y, si nuestra mirada es lo suficientemente profunda, llegamos a advertir también que la totalidad del cosmos se reúne para manifestarse en forma de este milagro.

La flor está saturada de todas las cosas que componen el cosmos: el tiempo, el espacio, el sol, la lluvia e incluso tu conciencia, pero está despojada de existencia.

La flor carece de entidad separada.

Nosotros somos como esa flor, cada uno de nosotros es una flor milagrosa del jardín de la humanidad; y si te asomas a tu interior más profundo, descubrirás que lo posees todo...".

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La escucha profunda

"... La cuarta práctica de la atención plena tiene que ver con la práctica de la escucha compasiva, que se ve perfectamente ilustrada por Avalokiteshvara, un bodhisattva cuyo rasgo más distintivo es la escucha profunda y compasiva.

La escucha es un arte que debemos cultivar. Pero, antes de poder escuchar a los demás, tenemos que escucharnos a nosotros mismos.

Y no debemos, para ello, escapar sino ser, por el contrario, muy compasivos con nosotros mismos.

La práctica de la atención plena generará la compasión necesaria para abrazar nuestro dolor y nuestro sufrimiento. 

Y es que sólo cuando empieces a entenderte y amarte a sí mismo estarás en condiciones de entender y amar a los demás.

Hay dolor y sufrimiento en los demás. Ellos deben tener la oportunidad de expresarse y, para escucharles, tú puedes transformarte en un bodhisattva.

Saber escuchar requiere paciencia y compasión, algo en lo que, afortunadamente, siempre podemos adiestrarnos. 

Pero no deberías, como ya he dicho, intentarlo sin estar antes seguro de que la frescura y la compasión han aflorado en ti. Bastan unos pocos días de práctica para que la compasión y la comprensión acaben asentándose en tu corazón.

La práctica de la escucha profunda consiste en mantener viva, durante todo el tiempo que estés escuchando, la compasión en tu corazón. No escuchas para juzgar, criticar o valorar. 

Sólo escuchas para ofrecer a la otra persona –o a ti mismo– la oportunidad de expresarse. 

Quizás esa persona diga cosas que te molesten. Quizás te desapruebe, te culpabilice o empiece a decir cosas falsas sobre ti. Tú debes estar dispuesto a escucharlo todo. 

Y, en tal caso, debes decirte a ti mismo: «No estoy escuchando a esta persona para criticarla ni juzgarla. Sólo la escucho para proporcionarle la oportunidad de que se exprese, para proporcionarle cierto alivio… Eso es todo».

Ésta es la llamada escucha compasiva. Mientras mantengas viva, en tu corazón, esta intención, actuarás como un bodhisattva. 

Ejercita, mientras escuches, la atención plena a la respiración, alentando la siguiente intención: «Escucho para que esta persona sufra menos».

Y, cuando puedas hacerlo, sus palabras negativas dejarán de afectarte. 

Poco importará, en tal caso, que la persona en cuestión diga cosas falsas, poco importará que se muestre irónica, que tenga la intención de dañarte o de subrayar tus defectos porque, mientras la compasión permanezca viva en ti, estarás inmunizado contra el sufrimiento. Y eso es algo maravilloso.

Esto siempre ha sido cierto para mí. Mientras mantengas viva en ti la llama de la compasión, el sufrimiento no te afectará. 

En tal caso, verás que la persona a la que estás escuchando sufre mucho debido a sus concepciones equivocadas, su ira y su confusión y que sus comentarios nacen de su dolor. 

Entonces no te sentirás afectado por ello, porque la compasión seguirá llenándote.

Esta compasión es el fruto de la comprensión que nace de la práctica de la atención plena y de la mirada profunda.

El budismo afirma que el amor y la compasión están hechos de la misma sustancia, una sustancia llamada comprensión. 
Si comprendes, puedes amar. 

Pero resulta imposible, si no comprendes, aceptar y amar a alguien. 

¿Por qué actué de ese modo? ¿Por qué dije tal cosa? 

Sólo podrás entender las causas de lo que estás preguntándote cuando observes profundamente esas cuestiones. 

Esa comprensión es la única que puede llevarte a dejar de culpar y criticar. La compasión nace de la comprensión de la situación.

La escucha profunda abre las puertas de la comprensión, requisito imprescindible de la compasión...".

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