jueves, 16 de marzo de 2017

Valor y Control Personal - Santiago Bovisio


Desenvolvimiento Espiritual - Santiago Bovisio

Enseñanza 9: Valor y Control Personal

A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito sobre el Valor, el miedo no ha dejado por eso de reinar en el mundo.

Desde el temor ancestral que resume en sí todos los espasmos y luchas para la defensa personal, hasta el temor sutilmente disfrazado con el nombre de defensa personal, el miedo no ha dejado de tener en un puño el corazón de los hombres.

Entonces, o la humanidad desconoce el Valor, o tiene un concepto falso del mismo, pues no es atropello, ni bravosidad, sino es un sentido bien equilibrado del Control Personal.

Hay en el ser humano, una defensa que impide a las fuerzas negativas y destructoras penetrar en él: 

Es la Rueda Control, que vigila continuamente la entrada al ser de toda vibración.

Pero cuando el temor se impone, esta puerta sellada se abre, permitiendo la entrada a las fuerzas negativas, a la muerte y a la destrucción. 

El valor consiste, entonces, en bien manejar este Control Personal y no el “valor” en el sentido que los hombres dan a esta palabra, que no es más que el par de opuestos del temor.

El Valor del Control está siempre a la altura de su importante misión y no puede dar los aspectos externos del valor humano.

Hombres que se consideran valerosos y que se han distinguido por hechos verdaderamente heroicos, tiemblan en un momento dado, por una sombra nocturna; y mujeres que se espantaban al ruido de una puerta, tuvieron en el momento de necesidad, arrojos grandiosos, como aquél de la madre que se lanza a las llamas para salvar a su hijo.

El valor del Control, para ser realizado en toda su plenitud, tiene que ser experimentado en cuatro pasos distintos:

Primer paso: La Sencillez

“Si no os hiciereis niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”, dijo el Maestro.

Es indispensable que la sencillez reine en el corazón para que éste se descargue de todos los impedimentos que dificultan su correcto funcionamiento; y el niño es el mejor ejemplo, porque su inconsciencia, su espontaneidad, generan suficiente fuerza para su defensa.

La sencillez es valor; el alma sencilla es, verdaderamente, la que no teme. 

El alma verdaderamente grande no puede abandonarse de continuo a cavilar sobre lo que vendrá, sobre lo que será, porque está segura de sí misma.

El despreocuparse continuamente, el no pensar en los males venideros, el abandonarse con cierta irreflexión al primer impulso, no sucede sino en el alma esforzada; pero el hombre moderno vive en permanente preocupación; ha enredado su mente de tal modo que vive en continua defensa, en una continua cavilación sobre el mal que le pueden hacer, o que le puede sobrevenir.

Desechar todo esto y vivir el día de hoy, la hora presente, es adquirir, es estar seguro de que el hombre tiene en sí el poder necesario para reaccionar en el momento en que se presente el peligro, y no antes del peligro.

El sirviente de un Místico fue, todo despavorido, a anunciar a su amo que no tenía arroz; y el Místico le contestó: 
“Cuánto me alegro, así podremos demostrarle a Dios que vivimos abandonados en sus brazos”.

Y, ¿no hay un rasgo sublime en aquel acto del General San Martín cuando al anuncio de que el enemigo estaba cerca y sus tropas en peligro, en lugar de disponerse inmediatamente a la defensa, se retiró a dormir?

Los flojos, los que no tienen caudal ni reserva de energías, sí tienen que temer continuamente. Pero aquél que sabe que es una fuente inagotable de energías superiores no tiene por qué temer.

Segundo paso: La Prudencia

Más el Maestro también dijo: “Sed sencillos como palomas pero prudentes como serpientes”.

La Prudencia como el Valor y Control Personal no es aquella indecisión constante, tan habitual en los hombres y que les hace perder las mejores oportunidades por demorarse. 

La Prudencia es aquella que sabe hasta dónde puede llegar el Control del hombre, y hasta dónde se puede impedir que vaya demasiado lejos y se trasmute en temor.

La Prudencia es una observación continua de las fuerzas personales del hombre y de lo que él puede dar.

Cuando el alma se siente henchida de una santa fuerza que le impulsa a ir en defensa de los oprimidos, a hacer justicia, a ir al martirio si fuera necesario para bien de la humanidad, tiene que detener esas fuerzas y no gastarlas, y considerar lo que haría si su sueño fuera realidad.

Cuántos dicen que darían la vida por su ideal, y al primer golpe que reciben, no sólo no ofrecen lo que habían prometido, sino que lo abandonan y reniegan de él.

Pedro le dice a Cristo: “Yo te amo más que nadie, daría mi vida por Ti”; y, sin embargo, ante el peligro lo reniega, y tres veces.

 Después de la Resurrección, cuando ya ha a aprendido la lección de que el valor de los sueños no es Valor de la realidad, Cristo le pregunta: “¿Pedro, me amas?”. Y contesta: “Tú sabes si te amo”.

Es fácil ser valiente cuando se está cómodamente sentado en un mullido sillón y se deja que la fantasía corra a la par del humo del cigarrillo. Hay que estar ante la realidad para saber lo que se puede dar y la Prudencia es, en esto, la única maestra.

Llévame contigo Maestro, le decía un impaciente discípulo a su guía espiritual; quiero volar por esos mundos maravillosos que describes, quiero ver las etéreas figuras que pueblan el mundo astral; llévame contigo. 

Pero el Maestro le amonestaba diciendo que vendría el tiempo, que antes tendría que hacerse fuerte, equilibrarse bien, tener un control a toda prueba antes de enfrentarse con el oculto mundo.

Pero como el neófito tanto insistiera, lo llevó consigo al cruce de dos caminos, trazó el círculo mágico, pronunció las solemnes palabras y le dijo al joven: 

“Ponte allí en el medio y no temas, pues bajará el coche necesario para transportarte a las regiones superiores”. Así lo hizo el discípulo. 

Pero cuando estuvo en el círculo y oyó el ruido de un vehículo que se acercaba y vio que venía a toda velocidad sobre él, perdió su Control y, al perderlo, coche y caballos se le hicieron inmensamente grandes; ya estaban encima, para aplastarlo, y cayó como muerto. 

Su valor no era más que curiosidad, porque si hubiera sido Valor prudente de un discípulo discreto, hubiera tenido fuerzas para controlarse en el momento de pavor, que es el paso de un estado a otro estado.

Le preguntaron al rey Salomón: “¿Qué es la sabiduría?” Y él contestó: “La sabiduría alberga en su casa a la prudencia”.

Tercer paso: La Templanza

Para poder vivir sencillamente, en paz y sin el tormento de no poder defenderse, para hacer valer la prudencia y darle mérito para que distinga las fuerzas reales de las ilusorias en la conquista del Valor y del Control personal, es indispensable la Templanza.

La templanza es el tanque en el cual se acumulan las energías del Valor. Controlar y medir todos los actos, privarse de las cosas más agradables, medir con discreción las cosas indispensables, vigilar los pensamientos y las palabras, es ahorrar preciosas fuerzas. 

Nunca hay que fiarse demasiado de aquél que dice: Yo soy fuerte. Yo sé defenderme. El alarde desmedido nunca podrá ahorrar muchas energías.

Aquel cardenal Peretti, viejecito, achacoso, que caminaba penosamente apoyado en su bastón, no tenía la apariencia de un hombre valiente; por eso los cardenales, reunidos en cónclave, lo eligieron Papa (Sixto V), pensando que podían manejarlo a su antojo; pero él, cuando supo de su elección, enderezó su cuerpo, arrojó lejos de sí su bastón y dijo: 

“Muchos años he ocultado mis sentimientos; ahora mando yo”. Y gobernó a la Iglesia con mano de hierro.

La templanza, el sacrificio constante de acumular fuerzas, hace que el Centro Control se endurezca como diamante y pueda tolerar todas las vibraciones, aún las más violentas y mortíferas.

Se han visto hombres que vivieron encerrados en claustros con su voluntad completamente supeditada a la orden de sus superiores que, cuando empezaron a actuar, demostraron tener un Valor a toda prueba, que no condecía con su educación.

Es que la templanza, ejercitada durante muchos años, la renunciación de la voluntad y el dominio de las pasiones les dieron el verdadero Valor, que estriba en el Control Personal de si mismo.

Cuando un temor constante invade al alma, no hay que vencerlo haciendo alarde exterior de no sentirlo, como aquellos que se ponen anteojos azules para ver el mundo con agradable color, sino hay que ahorrar energías diarias para vencerlo.

Recién cuando se hallan acumuladas fuerzas suficientes, podrá hacerles frente.

Vienen aquí al caso los siguientes párrafos del capítulo titulado “El Abismo” de la “Simbología Esotérica”: 

“No te vuelvas para mirar. 

No te balancees sobre el borde del precipicio; caerías seguramente en él, envuelto en el pavoroso remolino que agita rítmicamente el afanoso respirar de tu Enemiga”.

Cuarto paso: La Fortaleza

Llegados al último paso, el más difícil de todos, se plantea la gran cuestión: 

El Valor y el Control Personal, ¿se adquieren con la resistencia activa, o con la resistencia pasiva? 

El ser ¿ha de hacer frente al enemigo con todas sus fuerzas, o ha de abandonarse, como manso cordero, en manos del adversario? 

La verdadera fortaleza, la que da el supremo Valor, es la que resiste hasta un punto determinado; es indispensable resistir para vencer.

Jacob lucha con un Ángel desconocido, y lo vence; por resistencia se mantiene el Universo, se defiende la vida, se conservan las especies a través del tiempo. 

Pero esta resistencia del Valor fuerte ha de cesar exactamente cuando el ser está por recoger el fruto de ella.

Es necesario poner un ejemplo vulgar: Un hombre asaltado se defiende, desarma a su enemigo, lo imposibilita para luchar, pero no lo entrega en manos de la policía.
Es proverbial que los verdaderos valientes, que supieron dar una buena lección a sus enemigos y perseguidores, fueron sin embargo, muy nobles y generosos con los mismos en los casos extremos.

Cuando el ser ha comprendido que tiene en sus manos la victoria, que tiene bastante valor para afrontar una situación, entonces se abandona en brazos de aquella despreocupada fortaleza que desprecia el fruto del valor, porque ha conquistado la esencia de la misma.

En resumen, el Valor y su Control Personal son: La Sencillez del niño que no conoce el temor, la Prudencia del anciano que ya no teme ni le importa el peligro, la Templanza del virtuoso que desprecia los excesos de la vida y la Fortaleza del vencedor, que se ha colocado por encima de su propia victoria.


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Desenvolvimiento Espiritual - Texto Completo - Santiago Bovisio - https://omarpal.blogspot.com.ar/2017/03/desenvolvimiento-espiritual-santiago_16.html

Enseñanza 1: Hidrochosa - https://omarpal.blogspot.com.ar/2017/03/hidrochosa-santiago-bovisio_16.html

Enseñanza 2: El Tabernáculo Secreto - 
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Enseñanza 3: La Llamarada - 
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Enseñanza 4: Examen Retrospectivo - 
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Enseñanza 5: Reserva de Energías - 
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Enseñanza 6: Método de Vida - 
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Enseñanza 7: Asistencia y Trabajo - 
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Enseñanza 8: La Renunciación - 
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Enseñanza 9: Valor y Control Personal - 


Enseñanza 10: El Ejercicio de la Memoria - 
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Enseñanza 11: El Amor Real - 
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Enseñanza 12: Los Doce Rayos del Amor - 
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Enseñanza 13: La Perseverancia - 
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Enseñanza 14: Conciencia y Voluntad - https://omarpal.blogspot.com.ar/2017/03/conciencia-y-voluntad-santiago-bovisio_16.html

Enseñanza 15: El Don del Olvido - https://omarpal.blogspot.com.ar/2017/03/el-don-del-olvido-santiago-bovisio_61.html

Enseñanza 16: La Transmutación - 
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Extraído de: https://omarpal.blogspot.com.ar/2017/03/desenvolvimiento-espiritual-santiago_16.html
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